El muladar de Facebook
La actividad de la red social suscita crecientes sospechas. Su influencia global, incluido su indudable papel en el debate pol¨ªtico, demanda a gritos mejor gesti¨®n y m¨¢s transparencia
Escaldado por los clamorosos fallos de 2016 ante la injerencia rusa, Facebook ha decidido curarse en salud ante las elecciones de noviembre y aplicar nuevas vendas a una herida que a¨²n supura. La red social ha denunciado una nueva interferencia rusa y ha anunciado que en la semana previa a los comicios planea dejar de publicar anuncios pol¨ªticos, para limitar la desinformaci¨®n; tras la votaci¨®n, tambi¨¦n podr¨ªa suprimir los post de candidatos que se atribuyan falsamente la victoria, redirigiendo a los usuarios a p¨¢ginas de informaci¨®n seguras. Un despliegue de buenas intenciones que chirr¨ªa frente a los anuncios de campa?a de Donald Trump en dicha red contra el voto por correo, preparando el terreno para noviembre.
Facebook se ha convertido en un muladar. La red social por antonomasia es el abrevadero donde bebe lo peor de cada casa: supremacistas, conspiradores, cazadores de inmigrantes y genocidas, como los que alientan la persecuci¨®n de los rohiny¨¢s, o dictadores como el camboyano Hun Sen, entusiasta usuario de la red y responsable ¨²ltimo de la desaparici¨®n de activistas que desafiaron su poder de dinosaurio. Pero Facebook tambi¨¦n es una impagable herramienta que permite documentar el rosario de muertes en la traves¨ªa de ?frica a Europa, y dar noticia final a sus deudos. Cuando en 2015 se produjo la mal llamada crisis de los refugiados, la red fue el cabo al que se aferraban, gracias a la transmisi¨®n de experiencias de quienes les hab¨ªan precedido en la ruta. El viejo relato oral es hoy virtual.
Su hegemon¨ªa social y econ¨®mica deber¨ªa ir acompa?ada de un cuidado no menor, sobre todo cuando se roza el delito. La compa?¨ªa de Mark Zuckerberg tard¨® un mes en eliminar contenido falso que conden¨® al exilio a un monje budista y activista prodemocracia de Camboya, asaeteado por decenas de cuentas ligadas al Gobierno. Tampoco se dio prisa en eliminar el llamamiento a las armas de un grupo ultra de Kenosha, en el en¨¦simo episodio de protestas antirracistas en EE UU. Aunque la publicaci¨®n fue denunciada por cientos de personas, los moderadores dijeron que no violaba ninguna norma ¡ªdos personas fueron asesinadas por un joven impunemente armado¡ª y el c¨ªborg Zuckerberg zanj¨® la pol¨¦mica hablando de ¡°error operativo¡±. Este eufemismo va camino de convertirse en el da?o colateral de nuestros d¨ªas ¡ªla tecnolog¨ªa es la nueva ideolog¨ªa¡ª, pero con el agravante de la hipocres¨ªa, que deja una pringosa huella de mala praxis.
?Son los casos de Camboya y EE UU equiparables? Probablemente no, pero si el primero es la vara de medir, la imagen del segundo sale a¨²n m¨¢s perjudicada. Que la actividad de Facebook colida con Gobiernos siniestros es un da?o casi previsto, descontado. Pero cuando coadyuva a instrumentar desmanes en democracias con luz y taqu¨ªgrafos como la estadounidense es para preocuparse. Las zonas de sombra son cada vez m¨¢s amplias y empa?an las ventajas globales que proclama.
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