Tres kil¨®metros
Que dos presidentes, uno del pa¨ªs entero y otra de una regi¨®n, no puedan sentarse a hablar de los problemas que afectan a sus gobernados comunes indica hasta qu¨¦ punto la pol¨ªtica espa?ola ha entrado en descomposici¨®n
Tres kil¨®metros separan s¨®lo el madrile?o palacio de La Moncloa, sede de la Presidencia del Gobierno de Espa?a, de la conocida como Casa de Correos ¡ªporque lo fue¡ª, donde tiene la suya, en plena Puerta del Sol, la Presidencia de la Comunidad Aut¨®noma de Madrid. Y, sin embargo, parecer¨ªa que hubiera millones de a?os luz entre las dos a tenor de la distancia que los ocupantes de ambas muestran en su relaci¨®n y de las dificultades que para reunirse a hablar parecen tener. Una carta ha tenido que enviar el presidente de todos los espa?oles y la propuesta de desplazarse en persona hasta el despacho de la presidenta de Madrid para que esta d¨¦ a torcer su brazo y acepte el salvavidas que aquel le ofrece en un momento cr¨ªtico para los madrile?os a causa de la virulencia con la que azota por segunda vez el coronavirus una regi¨®n que encabeza el n¨²mero de contagios y de hospitalizaciones de toda Europa.
Claro que, despu¨¦s de todos los improperios que la presidenta de la Comunidad madrile?a lanz¨® al presidente del Gobierno espa?ol durante la primavera pasada y hasta hace poco por su gesti¨®n de la pandemia en su primera fase, acus¨¢ndolo de incompetencia y de usurpar las competencias auton¨®micas en materia sanitaria y de orden p¨²blico por su megaloman¨ªa, debe de resultar dif¨ªcil reconocer que necesita su ayuda porque con sus solas armas no puede enfrentarse a la segunda ola de la pandemia, que ya est¨¢ aqu¨ª. De hecho, tuvo que ser el vicepresidente de su Gobierno el que, en su lugar, lanzara el SOS porque a ella deb¨ªan de abr¨ªrsele las carnes solo de pensarlo.
C¨®mo acabar¨¢ esta historia es algo que no sabremos hasta despu¨¦s de publicado este art¨ªculo, que escribo a pocas horas de anunciarse la noticia, pero la descripci¨®n que acabo de hacer (y que con m¨ªnimas diferencias compartir¨¢n los lectores, salvo que su ideolog¨ªa les ciegue) sirve para un an¨¢lisis de una situaci¨®n, la de la pol¨ªtica espa?ola, que hace ya mucho que traspas¨® los l¨ªmites de lo disparatado para convertirse en kafkiano y surrealista. Que dos presidentes, uno del pa¨ªs entero y otra de una regi¨®n (la de Madrid en este caso, pero vale tambi¨¦n para la de Catalu?a y, dependiendo de los momentos, para alguna otra) no puedan sentarse a hablar en la misma mesa de los problemas que afectan a sus gobernados comunes indica hasta qu¨¦ punto la pol¨ªtica espa?ola ha entrado en descomposici¨®n, amenazando con dejar de ser un ejercicio noble y de necesidad para pasar a ser una actividad sin sentido en manos de irresponsables y oportunistas. Si hasta en las guerras, entre bombardeo y bombardeo, los generales enfrentados se entrevistan, ?c¨®mo puede ser que algunos pol¨ªticos espa?oles en situaci¨®n de paz no lo hagan?
Pero es que, adem¨¢s, la situaci¨®n que estamos viviendo no deja de ser una guerra, si bien que contra un enemigo sin rostro, sin identificaci¨®n ni armas convencionales, pero que comporta bajas y da?os irreversibles en la econom¨ªa de todos. No se trata de dramatizar, pero que, mientras el enemigo avanza, los generales de nuestro ej¨¦rcito hayan seguido sin hablarse y que s¨®lo lo hagan cuando la situaci¨®n ya es cr¨ªtica les sit¨²a en una irresponsabilidad que hace pensar en su sano juicio, sobre todo en el caso de quien deber¨ªa pedir ayuda primero. Y esa tiene nombre y apellidos, que no voy a recordar ahora.
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