Volver a la realidad
Al hurtar im¨¢genes crudas del impacto de la covid-19 en Espa?a, la atenci¨®n y el miedo han mermado
La muerte no es la medida de todas las cosas. Pero la forma en que tratamos a los muertos dice qu¨¦ pensamos de los vivos. Arrastraba un libro de Adorno (Minima moralia exige dosis agudas de atenci¨®n) desde hace a?os y vino a verme cuando la pandemia empez¨® a golpear Espa?a como una galerna de granito. Sus palabras parec¨ªan encerrar algo m¨¢s que una coda para los que se iban a miles y en silencio: ¡°S¨®lo una humanidad a la que la muerte le resulta tan indiferente como sus miembros, una humanidad que ha muerto, puede sentenciar a muerte por v¨ªa administrativa a incontables seres. La oraci¨®n de Rilke por una muerte propia representa el lamentable enga?o de creer que los hombres simplemente fallecen¡±.
Vila-Matas lamenta que los libros cedan el terreno de la imaginaci¨®n, del pensamiento, a otros ¨¢mbitos m¨¢s cordiales a la distracci¨®n. No s¨¦ qu¨¦ mundo estamos deshaciendo, pero s¨ª que la experiencia del silencio entre los libros y la mente es una arcilla ¨ªntima que permite que el cerebro tienda una gram¨¢tica y una sintaxis de luces en un bosque, asocie un sentido de la existencia. En El proceso, Josef K. debate con un sacerdote el significado de la par¨¢bola del campesino que se pasa una vida esperando ante la ley. Sin ponerse de acuerdo si el enga?ado fue el labriego o el centinela, el cura le propone a K. un arco voltaico para el siglo XX y este tan raro que apenas acertamos a habitar: ¡°No, no hay que creer que todo es verdad; hay que creer que todo es necesario¡±. La conclusi¨®n de K. podr¨ªa ser la misma a la que llega Kafka: ¡°Una opini¨®n desoladora, la mentira se convierte en el orden universal¡±.
P¨¢gina Ind¨®mita rescata Opresi¨®n y libertad, textos escritos por Simone Weil entre los a?os treinta y 1943, el de su muerte. En el ensayo sobre Materialismo y empiriocriticismo destroza al Lenin fil¨®sofo: ¡°El autor no intenta en absoluto contemplar con claridad su propio pensamiento, sino tan solo mantener intactas las tradiciones filos¨®ficas de las que vive el Partido. Y tal m¨¦todo de pensamiento no es el de un hombre libre. Pero ?c¨®mo podr¨ªa Lenin pensar de otra manera? Desde el momento en que un partido se consolida no solo por la coordinaci¨®n de acciones, sino tambi¨¦n por la unidad de la doctrina, se vuelve imposible para un buen militante no pensar como un esclavo¡±. Estas observaciones son de 1933, cuando pocos desde la izquierda se atrev¨ªan a cuestionar la revoluci¨®n.
?C¨®mo cristalizan nuestras ideas de la realidad? Ricardo Garc¨ªa Vilanova me llam¨® a comienzos de la pandemia para mostrar su desconsuelo porque encontraba m¨¢s dificultades para fotografiar el dolor de los dem¨¢s en Barcelona que en Yemen o Libia. Ante los atentados del 17 de agosto de 2017 se acept¨® descartar im¨¢genes duras de los atropellos mortales en la Rambla. Emilio Morenatti, responsable editorial para la Pen¨ªnsula de Associated Press, se queja de las trabas para captar la llegada de pateras a Canarias. ¡°Por su bien, y por la dignidad de las v¨ªctimas¡±, y para impedir que ¡°demasiada informaci¨®n¡± sobre la llegada de extranjeros pobres d¨¦ argumentos a la extrema derecha.
Hace tiempo que economistas que practican el vicio de pensar, como Gonzalo Fanjul, denuncian la ceguera y la cobard¨ªa de la pol¨ªtica migratoria de la Uni¨®n Europea y de Espa?a, y c¨®mo la izquierda acaba haciendo masa con la derecha y la extrema derecha. ¡°Los datos y la realidad son menos importantes que la capacidad para convencer a la gente de ciertos hechos¡±. Lo sabe Trump, pero tambi¨¦n lo saben aqu¨ª. Fanjul dice que parte de la izquierda tiene el coraz¨®n en el lugar adecuado, pero no la cabeza. Esa idea equivocada que cree que operamos ¡°en Estados isla donde los derechos de los trabajadores se pueden defender con independencia de lo que ocurre a los trabajadores de fuera de sus fronteras¡±. Cuando esa izquierda dice que hay que ayudarles a no emigrar acaba queriendo lo mismo que la derecha. Porque no reconoce ni el beneficio que reportan los migrantes ni las perentorias necesidades demogr¨¢ficas de un continente (Europa) y de un pa¨ªs (Espa?a) que envejece, muere, se empobrece a toda m¨¢quina.
Sospecho que al hurtar im¨¢genes del impacto de la covid-19 en Espa?a la atenci¨®n y el miedo han mermado. Al haber descartado la muerte como algo que solo le ocurre a los otros, a los viejos, a los pobres, hemos inmunizado la conciencia. Y aceptamos que m¨¢s de 60.000 hayan desaparecido de puntillas. Como si fuera una cat¨¢strofe natural.
?C¨®mo sabemos lo que sabemos? ?Volver¨¢ a triunfar Trump en noviembre porque la verdad circula peor que la mentira? Lo estamos viviendo con el coronavirus y la emigraci¨®n. Porque entre los que no quieren saber y los que no quieren que sepamos embalsamamos un mundo para apaciguar el exceso de realidad. No por evitar que los fot¨®grafos capten la muerte va a desaparecer. Hay formas obscenas de censura que no lo parecen. La de los que se apoderan de palabras e im¨¢genes es letal. Lo dijo Paloma Sevillano, capitana del buque hidrogr¨¢fico Antares: ¡°Cada medio de comunicaci¨®n ha hecho lo que ha podido, pero deber¨ªamos haber visto m¨¢s im¨¢genes de lo que ha pasado¡±. Algunos arriba y muchos abajo echan aceite al mar, una sociedad infantilizada que no quiere ver que la muerte forma parte indisociable de la vida.
Alfonso Armada es periodista.
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