Oraci¨®n
Con Luis de G¨®ngora me acuesto, con Baudelaire, me levanto, con el Viaje a ?taca y con don Antonio Machado. Am¨¦n
Cuando leo un poema genial en sue?os, me despierto y salgo de entre las s¨¢banas como el ahogado al aire. Ya en la vigilia, busco en todos los libros, sin hallarlos, los versos que me abrieron los ojos. Busco el poema que so?¨¦ como busca a Dios quien sabe que no existe. Poema so?ado, s¨¢lvame, ven a mi encuentro, resc¨¢tame de este oc¨¦ano de prosa podrida que es la vela. Santificado sea tu nombre Sylvia Plath, venga a nosotros tu reino, Emily Dickinson, la estrofa nuestra de cada d¨ªa d¨¢nosla hoy, Jorge Manrique, ruega por nosotros, los insomnes, Vicente Aleixandre. H¨¢gase tu voluntad as¨ª en la tierra como en el cielo, Gil de Biedma, y no nos dejes caer en la tentaci¨®n, Pedro Salinas. Creo en los sonetos de Lope de Vega y en las rimas de B¨¦cquer y en la desesperaci¨®n de Espronceda. Perd¨®nanos, Shakespeare, nuestras deudas. Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, danos una met¨¢fora. Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, rev¨¦lanos un ritmo. Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, s¨¢cate un endecas¨ªlabo de la chistera. Salve, Szymborska, mater misericordia, vida y dulzura, esperanza nuestra, salve. En aquel tiempo escribi¨® Louise Gl¨¹ck a sus lectores: ¡°Recuerdo mi infancia como un largo deseo de estar en otra parte¡±. Y dijo Dios h¨¢gase el poema, y el poema se hizo carne y habit¨® entre nosotros. En el principio era el caos y reinaba la oscuridad y el esp¨ªritu de Dios aleteaba sobre los d¨¢ctilos y sobre las tinieblas. Idea Vilari?o, ven a nuestras almas, que por ti suspiran. Creo en Rilke, en Verlaine y en Rimbaud, adem¨¢s de en Lorca, Huidobro, Cernuda y Octavio Paz, Borges y Pizarnik. Con Luis de G¨®ngora me acuesto, con Baudelaire, me levanto, con el Viaje a ?taca y con don Antonio Machado. Am¨¦n.
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