¡®Las personas en el centro¡¯: Una vuelta a las agendas del cambio social
El papel del Estado es hoy m¨¢s indispensable que nunca para la ciudadan¨ªa, y poner de verdad el foco en ella solo ser¨¢ posible si el Estado se compromete en el proceso de transformarse a s¨ª mismo
¡°Las personas en el centro¡±, un mantra que corre el riesgo de banalizarse si no se convierte en el n¨²cleo de las agendas del cambio para abordar los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030, la transformaci¨®n socioecon¨®mica, verde y digital de Europa, as¨ª como de la respuesta frente a la pandemia global de covid-19.
Impulso del talento, creatividad, digitalizaci¨®n, igualdad, emprendimiento, resiliencia, empleabilidad, diversidad¡ con el cambio cultural como broche de oro, son t¨¦rminos que definen sin excepci¨®n procesos humanos, y cualquier foro que se precie est¨¢ plagado de ellos. Pero antes de avanzar en el dise?o del alud de medidas transformadoras (y autotransformadoras) necesarias para enfrentar los retos que tenemos por delante, es necesario reflexionar y poner en com¨²n la visi¨®n que unos y otras tenemos sobre lo que se cuece tras este objetivo crucial del que sabemos bastante poco.
El primer Informe sobre el Desarrollo Humano de Naciones Unidas (1990) nos daba las primeras pistas al se?alar que ¡°el objetivo principal del desarrollo es ampliar las opciones de las personas¡±, bas¨¢ndose en la teor¨ªa de Amartya Sen y Martha Nussbaum sobre la expansi¨®n de las capacidades humanas de las que cada persona dispondr¨ªa para alcanzar aquello que valora. Particularmente la capacidad de agencia, esto es, de participar activamente en las decisiones econ¨®micas, sociales y pol¨ªticas.
Es abundante la literatura en la que se ha conceptualizado esta perspectiva del desarrollo centrada en lograr vidas vivibles en un planeta sostenible, pero la realidad es que hoy seguimos muy lejos de abordar el cambio de ¨¦tica social y cultura pol¨ªtica que ello requiere. La crisis actual, sin embargo, nos abre la oportunidad de afrontar este reto impostergable, que debiera comenzar realizando una revisi¨®n cr¨ªtica de muchas ideas y pr¨¢cticas arraigadas.
Poner a las personas en el centro implica reconocer nuestra diversidad y evitar que las pol¨ªticas se construyan en torno a seres supuestamente homog¨¦neos cuyas realidades se desconocen
Empecemos por la utilizaci¨®n del PIB como indicador preferente para medir el desarrollo. Si poner en el centro a las personas significa darles protagonismo como su objeto principal, es necesario incorporar indicadores que no se fundamenten en el predominio de la producci¨®n sobre el bienestar, basados en la enga?osa idea de que un aumento en la producci¨®n repercutir¨¢ autom¨¢ticamente en el incremento de un bienestar concebido como subordinado al crecimiento. Lo cuantitativo vs. lo cualitativo, mucho m¨¢s inasible y difuso. Esta jerarquizaci¨®n de la econom¨ªa sobre el bienestar muestra hasta qu¨¦ punto seguimos manteniendo una interpretaci¨®n dicot¨®mica del mundo que nos aboca a una gesti¨®n excluyente de las dualidades: cuerpo-mente, naturaleza-cultura, amor-poder, pasado-futuro, intuici¨®n-raz¨®n, producci¨®n-reproducci¨®n¡ pero, tambi¨¦n, individuo-comunidad, social-econ¨®mico, p¨²blico-privado, nosotros-los otros, tradici¨®n-innovaci¨®n, local-global, ciencias-humanidades¡
Esto es lo que est¨¢ detr¨¢s de la lamentable disyuntiva pand¨¦mica entre salud y econom¨ªa, donde el debate se plantea en t¨¦rminos de oposici¨®n (salud vs. econom¨ªa o viceversa) o subordinaci¨®n (elegir lo considerado primordial frente a lo secundario). Es verdad que en el universo y en la naturaleza humana a menudo aparecen dualidades, pero se trata de dualidades basadas en las complementariedades y la inclusi¨®n, en la conjunci¨®n copulativa ¡°y¡± y no en la conjunci¨®n disyuntiva ¡°o¡±. Sin embargo, en nuestro entramado socioecon¨®mico, institucional y cultural casi todo est¨¢ basado en la fragmentaci¨®n de espacios separados por fronteras e islas corporativas, con un marco mental y operativo que dificulta la confluencia, el di¨¢logo y la hibridaci¨®n. La vida no funciona as¨ª, las personas no somos compartimentos estancos y no se nos puede despiezar, hemos de ser reconocidas y abordadas en nuestra integralidad.
Desde esa perspectiva, poner a las personas en el centro supone conjugar nuestro ¡ªlineal¡ª impulso transformador con esos otros procesos, m¨¢s cadenciosos y sutiles, que constituyen el magma vital sobre el que se sustenta nuestra existencia y que est¨¢ hecho de repetici¨®n y circularidad: el cuidado. En el c¨®ctel de informaci¨®n y velocidad que nos habita, seguimos despreciando sistem¨¢ticamente lo cotidiano, los asuntos del d¨ªa a d¨ªa de los que depende nuestro bienestar, la ¡®econom¨ªa de la vida¡¯, invisibilizada tras las espesas cortinas de lo privado. La pandemia nos est¨¢ recordando, no obstante, que somos entes sociobiol¨®gicos y que las principales din¨¢micas sociales y biol¨®gicas se basan en la recurrencia. Con todo, todav¨ªa nos falta mucho para interiorizar esta gran lecci¨®n de humildad.
Concebir a las personas como el n¨²cleo del desarrollo implicar¨ªa, desde esta ¨®ptica, privilegiar las disciplinas biosanitarias y sociohuman¨ªsticas, as¨ª como a quienes las ejercen, al tratarse de las y los principales expertos en el ¨¢mbito de las personas. Ellas y ellos constituir¨ªan el principal motor del desarrollo sostenible, trabajando mano a mano, entre otros, con especialistas digitales para configurar una nueva era de humanismo tecnol¨®gico cuyo eje sea la sostenibilidad de la vida.
Poner a las personas en el centro implica tambi¨¦n reconocer nuestra diversidad y evitar que las pol¨ªticas se construyan en torno a seres supuestamente homog¨¦neos cuyas realidades se desconocen; en torno a objetos sin sujeto (emprendimiento m¨¢s que emprendedor/a; soluci¨®n tecnol¨®gica en lugar de persona que se apropia de la tecnolog¨ªa para resolver problemas). O todav¨ªa peor, que se piense a las personas en funci¨®n de un sujeto ideal hegem¨®nico que define una universalidad excluyente en la que no cabe la inmensa mayor¨ªa de los seres de carne y hueso: el var¨®n blanco adulto heterosexual occidental y cosmopolita, medida de todas las cosas. Un patr¨®n que segrega, jerarquiza y discrimina.
No hay tampoco personas en el centro sin considerar la subjetividad humana. Creamos a partir de lo que creemos y, desde ese punto de vista, mente y emociones, pensamientos y sentimientos, constituyen los principales territorios del desarrollo y el cambio social, ese inexplorado mundo interior hecho de mandatos, automatismos, convenciones y expectativas en el que se forjan buena parte de nuestros ¨¦xitos y fracasos. Se requiere, por tanto, contar con aproximaciones y equipos pluridisciplinares en los que quepan tambi¨¦n profesionales de las neurociencias, psicolog¨ªa, sociolog¨ªa, antropolog¨ªa o inteligencia artificial. Lo que no puede ser es que, en plena era del macrodato, las compa?¨ªas tecnol¨®gicas sean capaces de predecir y prescribir nuestro comportamiento, mientras que quienes dise?an las agendas de desarrollo humano apenas consideren las dimensiones psicoculturales en sus conceptualizaciones, iniciativas y programas. Una ignorancia de la experiencia humana que, en el caso de la pandemia, la reduce a datos de casos, hospitalizaciones, fallecidos, UCI, PIB o ERTE, eludiendo as¨ª situar tambi¨¦n la atenci¨®n en su impacto emocional y en la salud mental.
Poner a las personas en el centro significa dar prioridad a las personas como sujetos principales participantes en la toma de decisiones, y considerar su contexto social
Poner a las personas en el centro significa dar prioridad a las personas como sujetos principales participantes en la toma de decisiones, y considerar su contexto social, entretejido por sistemas de poder que condicionan el acceso a las oportunidades. Implica, asimismo, revisitar la relaci¨®n entre individuo y comunidad. La condici¨®n humana est¨¢ forjada de autonom¨ªa y dependencia, libertad individual y solidaridad colectiva, personas que buscan espacio propio y seres interdependientes. Y el papel del grupo, del ecosistema social, es clave. Una vez m¨¢s, la pandemia nos est¨¢ demostrando el valor de lo comunitario como espacio de resiliencia y cocreaci¨®n de alternativas. Es necesario extender este enfoque a todas las agendas del cambio, as¨ª como potenciar el papel de las instituciones locales, las m¨¢s pr¨®ximas a las personas, porque es all¨ª donde las opciones de sumar voluntades, articular necesidades y oportunidades, gestionar la diversidad, acompa?ar aprendizajes y cambios, pueden gestarse y multiplicarse m¨¢s f¨¢cilmente.
Si el desarrollo es cambio y el protagonismo en ambos corresponde a las personas, entonces el t¨¦rmino clave es el de flujo o proceso. Porque los seres humanos y las organizaciones de la sociedad movilizamos nuestras energ¨ªas para resolver problemas y conseguir objetivos y, para ello, trazamos caminos que nos lleven hasta donde queremos llegar. Por ello, el gran reto de cualquier estrategia de cambio social es lograr la m¨¢xima personalizaci¨®n y direccionamiento del esfuerzo individual, pero creando, a la par, puentes y puntos de encuentro que generen masa cr¨ªtica suficiente para dar el salto de lo micro a lo macro. No podemos dar un triple salto mortal entre lo peque?o (persona, pyme, lo local) y lo grande (globalizaci¨®n, comunidad planetaria) si en el medio no hay nada, un hilo, una escalera, un proceso de conexiones intermedias que hoy, m¨¢s que nunca, pueden estimularse y alcanzarse con estrategias, organizaci¨®n y metodolog¨ªas innovadoras, enfocadas al sujeto y apoyadas en recursos digitales.
Pero la realidad es que la mayor¨ªa de las actuaciones contin¨²an fundament¨¢ndose en la noci¨®n de hito, no de proceso. Trasladamos as¨ª el modelo mec¨¢nico de intervenir sobre objetos (por ejemplo, construir una carretera o extender la fibra ¨®ptica) al hacerlo sobre los sujetos y sus mundos, un cuerpo org¨¢nico que se mueve con reglas muy diferentes y que responde mal a f¨®rmulas est¨¢ndar. No resulta extra?o, en esa medida, que las Administraciones p¨²blicas se sientan aliviadas cuando les toca gestionar una gran infraestructura (hitos concentrados en el tiempo, objetivables cuantitativamente y con un volumen importante de inversi¨®n) y vivan, por el contrario, como un quebradero de cabeza las intervenciones que involucran personas (una compleja cadena de microactuaciones que implican a muchos actores, que necesitan de constante coordinaci¨®n y articulaci¨®n, que caben mal en los procedimientos y que requieren de un variado elenco de competencias soft, que normalmente no se poseen). Demasiada complejidad y esfuerzo para unos resultados cuantitativos ¡ªque son los que se miden e importan¡ª infinitamente m¨¢s modestos e invisibles que las grandes obras de inversi¨®n. Este no es un planteamiento abstracto, numerosas evaluaciones de pol¨ªticas p¨²blicas (de empleo, inclusi¨®n, igualdad¡) muestran obstinadamente los l¨ªmites y graves insuficiencias de este modelo.
No es un problema de capacidad profesional. En el sector p¨²blico hay magn¨ªficos profesionales, con un alto nivel de compromiso, experiencia y ganas de cambiar. El problema es que la institucionalidad p¨²blica lleva las dicotom¨ªas en sus genes y, en la pr¨¢ctica, todo su quehacer est¨¢ compartimentado con r¨ªgidas fronteras tem¨¢ticas, competenciales y jer¨¢rquicas. Esto dificulta tener una visi¨®n global de los procesos, pero tambi¨¦n considerar las necesidades de cada persona.
Por tal raz¨®n, muchos esfuerzos en materia de cambio social han sucumbido a esta exigencia de compartimentaci¨®n (tem¨¢tica, organizacional y temporal), o bien se han ido perdiendo en la ruta. El apasionante objetivo de poner a las personas en el centro es un prop¨®sito que nos compete a todas y a todos, por eso no tendr¨¢ viabilidad sin un fuerte liderazgo p¨²blico. El papel del Estado es hoy m¨¢s indispensable que nunca para las personas y ponerlas de verdad en el centro solo ser¨¢ posible si el Estado se compromete en el proceso inaplazable de transformarse a s¨ª mismo.
Este es el tercero de una serie de art¨ªculos sobre las consecuencias de la pandemia desde ¨®pticas multidisciplinares elaborados por: Cecilia Casta?o, catedr¨¢tica en Econom¨ªa Aplicada en la Complutense de Madrid; Mar¨ªa ?ngeles Sall¨¦, doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Valencia; Capitolina D¨ªaz, catedr¨¢tica de Sociolog¨ªa en la Universidad de Valencia y Nuria Oliver, doctora en Inteligencia Artificial por el MIT cofundadora y vicepresidenta de ellis.eu.
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