Identificar la amenaza
La defensa de la democracia se hace tambi¨¦n desde la valent¨ªa de reconocer que no todas las posiciones son iguales, aunque sea un argumento silenciado con la despectiva acusaci¨®n de ¡°superioridad moral¡±
Aunque nos guste m¨¢s, la historia no versa tanto sobre el valor humano como sobre su cobard¨ªa. Especialmente en pol¨ªtica. Lo cuenta Stefan Zweig en su c¨¦lebre Fouch¨¦: ¡°La culpa de los revolucionarios franceses no es haberse embriagado de sangre sino de palabras sangrientas¡±. Despu¨¦s, cuando el pueblo pide guillotina, ¡°a los caudillos les falta el valor para negarse; tienen que guillotinar para no desmentir su ch¨¢chara acerca de la guillotina¡±. Y esta es la historia del trumpismo y de la verdad en pol¨ªtica, una historia que contiene falsedades, odio y resentimiento hasta que estalla, aun cuando los pusil¨¢nimes que legitiman un evidente sistema de fanatismo no se atrevan a desdecirse y contar la verdad para no perder ¡°el favor popular¡±. La turba que asalt¨® el Capitolio pensaba que se hab¨ªa producido un fraude electoral, no as¨ª los senadores republicanos que alentaron conscientemente una mentira.
El trumpismo nos recuerda que, en pol¨ªtica, las palabras importan, que decir la verdad importa. Pero tambi¨¦n nos orienta sobre lo que selectivamente decidimos banalizar y lo que no: por ejemplo, mientras llorique¨¢bamos por la cultura de la cancelaci¨®n, los tuits del magnate nos parec¨ªan inanes. Pero las fr¨¢giles democracias tambi¨¦n mueren cuando decidimos qu¨¦ es lo que debemos combatir en¨¦rgicamente y qu¨¦ disfruta del extra?o ¡°privilegio de no ser tomado en serio¡±, como se?ala Masha Gessen. Ese es el sorprendente contraste entre la reacci¨®n policial para controlar a los asaltantes del Capitolio y c¨®mo se prepararon para recibir al movimiento Black Lives Matter.
Hay quien describe ambos movimientos como equivalentes, pero mientras unos reclamaban derechos, otros, armados y violentos, pretend¨ªan sencillamente dinamitar el sistema; mientras los primeros se toman en serio la democracia, los otros buscan minar la arquitectura constitucional que la posibilita. Por eso la historia del trumpismo es tambi¨¦n la historia de la banalizaci¨®n de las verdaderas amenazas, del relativismo, de la ausencia de jerarqu¨ªas. Los supremacistas blancos no est¨¢n, ni de lejos, en el mismo saco que el Black Lives Matter, como tampoco son c¨¢maras de eco todas nuestras formas de acceso informativo. S¨®lo son burbujas medi¨¢ticas las que crean aut¨¦nticas realidades paralelas, dando cobijo a discursos pol¨ªticos que, directamente, niegan la verdad de los hechos y promueven el odio. Porque la defensa de la democracia se hace tambi¨¦n desde la valent¨ªa de reconocer que no todas las posiciones son iguales, aunque sea un argumento silenciado con la despectiva acusaci¨®n de ¡°superioridad moral¡±. Se trata, en realidad, del compromiso con un n¨²cleo moral b¨¢sico que sostiene todo el entramado democr¨¢tico. Y esa es, precisamente, la historia del liberalismo pol¨ªtico y de la democracia, su conquista m¨¢s destacada: la historia de c¨®mo forjar ese compromiso.
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