Espa?oles: l¨ªderes en conciencia y en incoherencia verde
La sociedad est¨¢ convencida de la gravedad del cambio clim¨¢tico, pero su reacci¨®n es insuficiente
Si le preguntas a un espa?ol si el clima est¨¢ cambiando y si ese cambio es resultado de la acci¨®n humana, la respuesta, con alta probabilidad, ser¨¢ que s¨ª. Solo el 1% de los espa?oles niega el cambio clim¨¢tico, y el 79% afirma ¡°sin duda¡± que est¨¢ sucediendo, la proporci¨®n m¨¢s alta entre nuestros vecinos europeos, seg¨²n una reciente encuesta de opini¨®n encargada por D|part y el Open Society European Policy Institute. Sabemos que un mundo que se calienta tendr¨¢ consecuencias negativas para la vida en la Tierra y un impacto negativo en nuestros pa¨ªses y nuestras vidas. En Espa?a la enorme mayor¨ªa ¡ªalrededor del 80% de los encuestados, de nuevo la mayor proporci¨®n en la encuesta¡ª estamos de acuerdo con la afirmaci¨®n de que ¡°debemos hacer todo lo posible para detener el cambio clim¨¢tico¡±.
Los espa?oles, cuando nos lo preguntan en una encuesta, comprendemos que el cambio clim¨¢tico es real, provocado por el hombre, y debe ser abordado con toda urgencia. Pero a la vista est¨¢ que no somos precisamente los primeros en Europa en cambiar nuestra producci¨®n energ¨¦tica, nuestra movilidad, nuestros h¨¢bitos alimenticios, ni docenas de otros ¨¢mbitos fundamentales en la lucha contra el cambio clim¨¢tico. Sabiendo individualmente lo mucho que nos jugamos, actuamos en colectivo como si nos quedase mucho tiempo.
Este mucho tiempo es un peligroso espejismo que debemos disipar r¨¢pidamente si queremos abordar la mayor amenaza existencial para nuestro planeta. Los ¨²ltimos cinco a?os han sido los m¨¢s calurosos de la historia, y 2020 va en camino de seguir con la racha. En el Mediterr¨¢neo, al calor se le suma la reducci¨®n de precipitaciones y sequ¨ªas cada vez m¨¢s largas. Estamos atrapados en un peligroso c¨ªrculo vicioso en el que la agricultura necesita drenar aguas subterr¨¢neas y trasvases a un ritmo m¨¢s r¨¢pido de lo que se puede reponer. Nuestras crisis del agua ser¨¢n cada vez m¨¢s prolongadas, y conducir¨¢n a crisis alimentarias y territoriales. Ya tenemos tres cuartas partes del territorio en riesgo de desertificaci¨®n y, si no podemos frenar el aumento global de la temperatura, m¨¢s de media Espa?a se convertir¨¢ en un desierto a finales de este siglo.
Durante d¨¦cadas, nuestros cient¨ªficos, medios y pol¨ªticos han hecho sonar las alarmas sobre los peligros del calentamiento global. El impacto de este discurso p¨²blico salta a la vista. En comparaci¨®n con Estados Unidos, donde en los estamentos pol¨ªticos todav¨ªa debaten si el calentamiento global es real, Europa abraza el consenso cient¨ªfico y ha puesto en marcha pol¨ªticas ambiciosas para reducir dr¨¢sticamente las emisiones de gases de efecto invernadero durante la pr¨®xima d¨¦cada y neutralizar nuestra aportaci¨®n de carbono para 2050. En los ¨²ltimos a?os, la UE y Espa?a han adoptado controles m¨¢s estrictos sobre las emisiones de los veh¨ªculos, una mejor gesti¨®n del suelo, objetivos de reciclaje, el abandono del carb¨®n para producir electricidad, y programas de energ¨ªa limpia destinados a reducir emisiones.
Sin embargo, estos logros pueden haber contribuido a una sensaci¨®n de complacencia. A menos que cobremos colectivamente un sentido de urgencia absoluta, faltar¨¢ la presi¨®n imprescindible sobre nuestras pol¨ªticas y nuestras actividades. Esta complacencia asoma en el estudio. El 13% de los encuestados espa?oles cree que combatir el cambio clim¨¢tico deber¨ªa ser la m¨¢xima prioridad de nuestro Gobierno, una de las tasas m¨¢s bajas en la encuesta. Si bien los espa?oles quieren ver pol¨ªticas que aborden el cambio clim¨¢tico, parecemos reacios a asumir cualquier peque?o sacrificio que pueda afectar a nuestras vidas. Solo el 3% de los encuestados apoyar¨ªa impuestos m¨¢s altos sobre los vuelos, o sobre la carne, cuya producci¨®n genera ingentes impactos clim¨¢ticos. Una escasa minor¨ªa en el estudio se declaraba a favor de medidas de eficacia probada como la mejora de la infraestructura para bicicletas (9%), la prohibici¨®n de autom¨®viles en los centros de las ciudades (8%) o la reducci¨®n de la velocidad en carreteras (4%).
?C¨®mo podemos ser tan conscientes de que somos responsables por el cambio clim¨¢tico, y permanecer tan reacios a hacer cambios en nuestras vidas? El sarcasmo f¨¢cil y los estereotipos trasnochados sobre el car¨¢cter espa?ol de nada sirven: la sociedad espa?ola no es inmovilista, ni est¨¢n condenados al fracaso los intentos de transformarla. La evoluci¨®n extraordinaria de mentalidades y pr¨¢cticas de los espa?oles en asuntos tan diversos como los accidentes de tr¨¢fico, la violencia de g¨¦nero, las donaciones de ¨®rganos, los derechos de las personas LGBT o la presencia de mujeres en pol¨ªtica nos han llevado, en esos temas, del pelot¨®n de cola europeo a posiciones de liderazgo regional y global. Tenemos ya en nuestras consciencias los mimbres para cambiar ¡ªde modo m¨¢s r¨¢pido y tan radical como en estos cinco ejemplos¡ª nuestras actitudes y pol¨ªticas clim¨¢ticas.
Teniendo una conciencia social tan elevada de la gravedad del problema, no quedan excusas para no pasar a la acci¨®n. Sin ella, Espa?a no ser¨¢ parte de la soluci¨®n, sino del problema que define a nuestra ¨¦poca. Y sufrir¨¢ antes, y m¨¢s intensamente que la mayor parte de Europa, los efectos de una eventual cat¨¢strofe clim¨¢tica.
Jordi Vaquer es el director de Prospectiva y An¨¢lisis Global de Open Society Foundations.
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