Las mujeres en la Iglesia cat¨®lica: m¨ªnimo paso del Papa
La autorizaci¨®n a administrar la comuni¨®n y a leer en misa es un avance bienvenido pero insuficiente
La Iglesia cat¨®lica es una de las organizaciones m¨¢s atrasadas en t¨¦rminos de igualdad de g¨¦nero en el mundo al haber institucionalizado la preeminencia del hombre en un corpus de leyes y normas de funcionamiento que excluye a las mujeres de las tareas principales. Solo los hombres pueden ejercer el sacerdocio y acceder por tanto a los cargos eclesi¨¢sticos y solo ellos pueden impartir los sacramentos. Desde hace d¨¦cadas, sin embargo, ante las cifras menguantes de ayudantes masculinos y de las ordenaciones subsiguientes, las mujeres han contribuido en la pr¨¢ctica al desempe?o de las tareas de eucarist¨ªa o como monaguillas sin contar con el reconocimiento adecuado.
El papa Francisco puso ayer fin a esa falta de reconocimiento oficial y, mediante un motu proprio (documento pontificio), decret¨® que las mujeres puedan hacerlo de forma regulada. Se trata de poder acceder al altar para realizar el lectorado (leer en misa) y el acolitado (apoyo al sacerdote o al di¨¢cono en varias actividades y de forma extraordinaria distribuir la comuni¨®n). El Pont¨ªfice corrige as¨ª un documento promulgado por Pablo VI en 1972 que daba a los hombres en exclusiva esas dos potestades.
El paso dado por el Papa no supone ning¨²n avance sustancial en la situaci¨®n de la mujer en la Iglesia cat¨®lica, que sigue relegada a tareas de ayuda, asistencia o monja, y no es otra cosa que el reconocimiento oficial de una labor que ya ven¨ªa desempe?ando de facto. En ese sentido es bienvenido, pero debe subrayarse su insuficiencia.
El S¨ªnodo de la Amazonia celebrado en octubre 2019 vot¨® a favor de estudiar y plantear el papel de las mujeres, la posible ordenaci¨®n de diaconisas y tambi¨¦n de hombres casados ante una realidad complicada en ese territorio por la falta de sacerdotes. Nada de ello sali¨® adelante ante un sector ultraconservador que se moviliz¨® en defensa de la tradici¨®n y, especialmente, del celibato. M¨¢s de un a?o despu¨¦s, el paso dado ayer por el Papa es, finalmente, el ¨²nico resultado palpable de aquel interesante debate. Lejos a¨²n del diaconato, que en un grado inferior de la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica les permitir¨ªa impartir bautizo, bendecir matrimonios o trasladar hostias.
La Iglesia cat¨®lica, la m¨¢s importante de todas las cristianas, organizaci¨®n con m¨¢s de 1.300 millones de seguidores en todo el mundo y que vive cierta expansi¨®n en Asia y ?frica, har¨ªa bien, por s¨ª misma y por la sociedad a la que pretende servir, en dar pasos para actualizarse, para adaptarse y para ser veh¨ªculo y motor de la igualdad tan necesaria en un mundo desequilibrado. Queda mucho camino por delante.
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