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COLUMNA
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?Qu¨¦ significa cuidar a un hijo en una pandemia?

El sufrimiento de los ni?os en la emergencia de la covid-19 deber¨ªa llevar a los padres a responder la pregunta m¨¢s importante para la pr¨®xima generaci¨®n y a tomar medidas

Eliane Brum
Un ni?o confinado en su casa en Bosnia y Herzegovina ense?a un dibujo por la ventana, en abril de 2020.
Un ni?o confinado en su casa en Bosnia y Herzegovina ense?a un dibujo por la ventana, en abril de 2020.DADO RUVIC (Reuters)

El ni?o es hijo ¨²nico y tiene 8 a?os. Ya en las primeras semanas de la pandemia, eligi¨® como compa?eros a dos animales de peluche. Cuando jugaba videojuegos, pon¨ªa uno de los mu?ecos a su lado, con un mando en el regazo, como si estuvieran jugando juntos. Sus amigos compart¨ªan con ¨¦l las actividades del d¨ªa. El ni?o se imaginaba a otros ni?os para enfrentarse a la atroz falta de amigos. Una madre me cuenta, por pantalla, que su beb¨¦ naci¨® durante la pandemia y que pronto cumplir¨¢ un a?o sin haber visto a otro ni?o. Comienza a caminar y a balbucear algunos intentos de palabras, sin haber encontrado o tocado nunca a otro beb¨¦. ?Qu¨¦ efecto tendr¨¢ esto en su vida? ?Y si la pandemia dura un a?o m¨¢s?, se pregunta, sin la esperanza de obtener respuesta. Otra ni?a pregunta: ¡°Mam¨¢, ?me das un ni?o?¡±.

La pandemia ha forjado una realidad de ni?os sin ni?os. Todav¨ªa no conocemos del todo los efectos que esta experiencia radical puede tener en quienes se estrenan en la vida. Tampoco sabemos cu¨¢ndo se superar¨¢ esta rutina diaria, ya que hay muchas variables: desde el tiempo para completar la vacunaci¨®n hasta el impacto de las nuevas cepas que ya han empezado a circular. Negar la emergencia sociosanitaria, como hacen algunos, es la peor opci¨®n posible. La forma en que los adultos de su vida se enfrenten a esta pandemia ser¨¢ un ejemplo que marcar¨¢ profundamente la formaci¨®n de cada ni?o, porque todos los desaf¨ªos y las elecciones ¨¦ticas fundamentales de una vida humana se encuentran en este acontecimiento. Puede que falten ni?os para jugar, pero no debe faltar ¨¦tica para educar.

La ¡°falta¡± de ni?os con los que convivir es una realidad en una pandemia. Es duro, pero hay que afrontarlo. La falta de ¨¦tica a la hora de elegir c¨®mo afrontar la crisis puede ser m¨¢s complicada y tener efectos m¨¢s prolongados. Los ni?os observan lo que hacen sus padres con a¨²n m¨¢s atenci¨®n, porque ellos tambi¨¦n sienten la emergencia en sus huesos. Las lecciones del ahora ser¨¢n para toda la vida.

?Qu¨¦ significa cuidar de una hija o un hijo en una pandemia? O ?qu¨¦ significa cuidar de la pr¨®xima generaci¨®n en una emergencia mundial de salud p¨²blica, ya que todos somos ¡°padres¡± de quienes asumir¨¢n la responsabilidad de este mundo en las pr¨®ximas d¨¦cadas? Esta pregunta se aplica a todos los adultos de cualquier pa¨ªs del mundo, pero en Brasil adquiere contornos mucho m¨¢s dram¨¢ticos.

D¨®nde estamos metidos

El primer paso es entender qu¨¦ nos espera. La amplia difusi¨®n de la idea de que estamos viviendo algo sorprendente e inesperado, que nos habr¨ªa tomado a todos por sorpresa, es falsa. Las pandemias no son nada nuevo para Gobiernos e instituciones. Si lo son, es por incompetencia e irresponsabilidad. Y tambi¨¦n por esa plaga del cortoplacismo, que es elegir gobernar con medidas de visibilidad inmediata, porque tienen m¨¢s impacto para las ambiciones del gobernante de cara a las pr¨®ximas elecciones que una planificaci¨®n a largo plazo, cuyos beneficios van m¨¢s all¨¢ de su mandato porque buscan el bien com¨²n.

Quienes siguen el tema de la salud p¨²blica y las comunicaciones de la Organizaci¨®n Mundial de la Salud saben que se preve¨ªa que surgiera otra pandemia. De la misma forma que las pandemias ser¨¢n m¨¢s frecuentes, debido a la emergencia clim¨¢tica (causa y efecto de la destrucci¨®n de los h¨¢bitats de las especies) y a la amplia circulaci¨®n de personas y bienes en un mundo globalizado. Son lo que el microbi¨®logo franc¨¦s Philippe Sansonetti, del Coll¨¦ge de France, denomina enfermedades del Antropoceno: ¡°enfermedades que est¨¢n relacionadas principalmente, si no exclusivamente, al hecho de que los seres humanos se han apoderado del planeta y al impacto que est¨¢n causando en la Tierra¡±.

Existen protocolos para hacer frente a las pandemias, preparados muchos a?os antes del primer caso de coronavirus en Wuhan. Las directrices para enfrentarse a un virus se crearon principalmente a partir 2003, con la aparici¨®n del SARS (s¨ªndrome respiratorio agudo grave). Incluso el Banco Mundial lleva a?os ofreciendo una l¨ªnea de cr¨¦dito para los pa¨ªses que enfrenten pandemias. En 2017, por ejemplo, lanz¨® bonos especializados para financiar el Mecanismo de Financiamiento de Emergencia para Casos de Pandemia (MFEP), creado para ayudar a los pa¨ªses en desarrollo que se enfrentan al riesgo de una pandemia.

Quiz¨¢s los sorprendidos sean los ciudadanos, que no han recibido toda la informaci¨®n que deber¨ªan o se han negado a creerla, como sucede con la emergencia clim¨¢tica, de la que los l¨ªderes ind¨ªgenas llevan d¨¦cadas advirtiendo y los cient¨ªficos tambi¨¦n. Pero los Gobiernos no deber¨ªan estar sorprendidos. Y, si lo est¨¢n, hay que entender por qu¨¦ y determinar responsabilidades.

Tambi¨¦n es importante entender que la gesti¨®n p¨²blica de la pandemia est¨¢ siendo muy desigual. El Instituto Lowy, un centro australiano de investigaciones y debates, public¨® a finales de enero un estudio en el que analizaba los datos y resultados de 98 pa¨ªses. El estudio mostr¨® que Brasil tiene la puntuaci¨®n m¨¢s baja en la gesti¨®n de la pandemia (4,3) y Nueva Zelanda tiene la m¨¢s alta (94,4). Es razonable suponer que un ni?o brasile?o sufrir¨¢ un impacto mucho mayor con la pandemia que un ni?o neozeland¨¦s o un ni?o de un pa¨ªs en que el Gobierno ha utilizado los conocimientos cient¨ªficos y especializados disponibles para afrontar la emergencia sociosanitaria.

Encabezar el ranking de la mala gesti¨®n p¨²blica de la pandemia, como es el caso de Brasil, tiene consecuencias evidentes. La peor se expone diariamente en las tumbas abiertas para albergar a los muertos: actualmente, m¨¢s de mil al d¨ªa, y m¨¢s de 230.000 en total. Aunque Brasil es el segundo en n¨²mero de muertos, esta tragedia es la realidad de varios pa¨ªses, y est¨¢ ¨ªntimamente relacionada con la incompetencia a la hora de enfrentarse a la covid-19. La mala gesti¨®n es a¨²n m¨¢s evidente en pa¨ªses como Brasil e Inglaterra, que tienen sistemas de salud p¨²blica que, a pesar de haber sido desmantelados por Gobiernos neoliberales, siguen siendo un ejemplo para el mundo. En Brasil, la salud p¨²blica no solo ha sido desmantelada, sino que tambi¨¦n la ha atacado el virus de la subinversi¨®n cr¨®nica desde que naci¨®.

A diferencia de otros pa¨ªses que evidentemente han gestionado mal la crisis sociosanitaria, Brasil se ha convertido en un caso ¨²nico, que entrar¨¢ en los libros de historia sobre la pandemia del covid-19. El Gobierno de Bolsonaro no se ha ganado el t¨ªtulo de peor gestor por incompetencia, sino por haber puesto en pr¨¢ctica una ¡°estrategia institucional de propagaci¨®n de virus¡±. A partir del an¨¢lisis de 3.049 normas federales, un estudio de la Facultad de Salud P¨²blica de la Universidad de S?o Paulo y de la ONG Conectas Derechos Humanos, divulgado la semana pasada por EL PA?S, demostr¨® la acci¨®n deliberada del Gobierno para propagar el virus, con el objetivo de acelerar el contagio de la poblaci¨®n para reanudar las actividades econ¨®micas.

Un grupo de entidades religiosas, entre las que se encuentran la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil y la Fundaci¨®n Luterana de la Diacon¨ªa, presentaron la semana pasada al Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos una denuncia basada en ese estudio. En la Corte Penal Internacional hay al menos tres comunicaciones por genocidio y otros cr¨ªmenes de lesa humanidad relacionados con la covid-19 cometidos por Bolsonaro y otros miembros del Gobierno. Deben de llegar otras, haciendo que el hashtag #BolsonaroEmHaia sea cada vez m¨¢s fuerte.

Al menos una solicitud m¨¢s de impeachment, la de los profesores de la Facultad de Derecho de la Universidad de S?o Paulo, la m¨¢s prestigiosa del pa¨ªs, se ha basado en el estudio para sumarse esta semana a las m¨¢s de 60 que ya han aterrizado en el Congreso. Como es sabido, Bolsonaro ¡°compr¨®¡± la elecci¨®n de los presidentes de la C¨¢mara de los Diputados y del Senado, estrat¨¦gicos para decidir la apertura de un juicio pol¨ªtico. Seg¨²n el peri¨®dico Estado de S. Paulo, el presidente que fue elegido por mentir que estaba ¡°en contra de la corrupci¨®n¡± benefici¨® a 285 diputados con 550 millones de d¨®lares de dinero extra a cambio de votos. Dinero p¨²blico, es importante recordarlo.

La ¡°fiesta de la victoria¡± de Arthur Lira, el nuevo presidente de la C¨¢mara, denunciado dos veces por corrupci¨®n pasiva y organizaci¨®n criminal, reuni¨® a 300 personas en el mismo espacio f¨ªsico, cuando m¨¢s de mil familias al d¨ªa lloran a sus muertos. ?C¨®mo nombrar el acto de un diputado, elegido presidente de la C¨¢mara gracias al intercambio de dinero p¨²blico por votos, intercambio realizado por el presidente de la Rep¨²blica para evitar un juicio pol¨ªtico, para conmemorar el desprecio de esta victoria reuniendo a 300 personas en un mismo espacio, la lujosa mansi¨®n de un empresario denunciado por fraude, cuando Brasil sumaba casi 230.000 muertos por un virus que se transmite por proximidad f¨ªsica?

Al tener que lidiar con un Gobierno que, demostrablemente, se niega a ofrecer pruebas y vacunas en 2020 y que, en 2021, a¨²n no ha conseguido garantizar un calendario de vacunaci¨®n fiable, la sociedad y las instituciones tienen poca energ¨ªa y recursos para debatir y afrontar las consecuencias de la pandemia. Cuando se sigue la l¨ªnea de tiempo de los actos de Bolsonaro para propagar el virus y las reacciones del Poder Judicial, el Legislativo y la sociedad ante estos actos, queda claro que casi todos los esfuerzos en Brasil se han invertido en bloquear o neutralizar el boicot sistem¨¢tico del Gobierno a la gesti¨®n de la pandemia.

Gran parte de la energ¨ªa de la sociedad y de las instituciones se emplea en reducir el da?o infligido por los actos de Bolsonaro y sus ministros contra la salud p¨²blica. Esto significa que Bolsonaro se ha convertido en un virus que no solo ayuda a propagar el transmisor de la covid-19, sino que tambi¨¦n chupa toda la capacidad de lucha del sistema inmunol¨®gico de la sociedad. No se puede luchar contra dos virus a la vez. La respuesta para neutralizar el virus Bolsonaro es obvia y est¨¢ prevista en la Constituci¨®n.

?Qu¨¦ hace un adulto en esta situaci¨®n?

La situaci¨®n es esta. Y nosotros, los adultos, tenemos que ocuparnos de ella para cuidar de las generaciones futuras.

Cuando se comprueba que el presidente de la Rep¨²blica es el principal propagador del virus, es necesario que todas las personas se posicionen y luchen para impedir lo que algunos de los m¨¢s respetables juristas de Brasil han definido como cr¨ªmenes de lesa humanidad. Votar es solo una peque?a parte de los deberes de un ciudadano en una democracia. Inhibirse ante una pol¨ªtica de exterminio que ya ha enterrado a m¨¢s de 230.000 brasile?os, siendo consciente de que una parte de esas muertes podr¨ªa haberse evitado si se hubieran tomado las medidas adecuadas de prevenci¨®n, es la peor lecci¨®n que se le puede dar a un ni?o. Es ense?ar que, ante una amenaza, debemos dejarnos matar.

Los hijos mayores ya se enfrentan a su padre, a su madre o a ambos: ?qu¨¦ vas a hacer? En el caso de algunos adolescentes, esta pregunta se interpreta como un desaf¨ªo y en tono de afrenta. Pero, si se presta un poco m¨¢s de atenci¨®n, se puede escuchar el miedo. Lo que est¨¢ entre l¨ªneas es: ?c¨®mo vas a cuidar de m¨ª?

A diferencia de muchos pa¨ªses, sobre todo en Europa, en Brasil nunca se ha hecho un confinamiento. Confinar significa cerrar de verdad, no fingir, como hacen la mayor¨ªa de los estados y municipios del pa¨ªs, al someterse a la presi¨®n de empresarios y comerciantes que no entienden nada de salud p¨²blica. Posiblemente, tampoco entienden de econom¨ªa, ya que hay varios estudios serios, hechos por gente seria, que demuestran que lo mejor para la econom¨ªa es controlar la pandemia.

Si los Gobiernos, que son los que tienen la autoridad y responsabilidad de aplicar las pol¨ªticas de salud p¨²blica, prefieren someterse a quienes financian sus campa?as pol¨ªticas en lugar de cumplir con su obligaci¨®n constitucional de defender a toda la poblaci¨®n, hay que pensar mejor en qui¨¦n votar en las pr¨®ximas elecciones. Mientras tanto, los adultos responsables toman todas las medidas preventivas necesarias a las que tienen acceso: aislamiento e higiene y, si se ven obligados a salir, mascarilla y distancia.

Si un padre no es capaz de mostrar a su hijo o hija, con palabras, pero sobre todo con el ejemplo, que su elecci¨®n individual debe hacerse no en funci¨®n de sus propios intereses, comodidades o privilegios, sino en inter¨¦s de la colectividad y, especialmente, de los m¨¢s fr¨¢giles, ?qu¨¦ clase de padre o madre o qu¨¦ clase de persona eres?

Quienes que no pueden aislarse, porque est¨¢n sometidos a la voluntad de los empresarios o porque trabajan en servicios esenciales, deben presionar a sus sindicatos y otros representes, si los hay, para que se unan a la parte de la sociedad que lucha por medidas efectivas contra la covid-19. Y todos deber¨ªan luchar para que los m¨¢s pobres ¡ªla mayor¨ªa negros, que son tambi¨¦n proporcionalmente los que m¨¢s mueren por covid-19, la mayor¨ªa en la informalidad¡ª reciban subsidios de emergencia.

Seg¨²n el economista Daniel Duque, investigador del Instituto Brasile?o de Econom¨ªa de la Fundaci¨®n Get¨²lio Vargas (FGV), el fin del pago del subsidio de emergencia podr¨ªa condenar a entre el 10% y el 15% de la poblaci¨®n brasile?a a vivir en la extrema pobreza, duplicando el n¨²mero de personas miserables en el pa¨ªs. Esto significa que entre 21 y 31 millones de personas pueden estar pasando hambre. Las campa?as para alimentar a los hambrientos de todo el pa¨ªs ya han comenzado, promovidas por la sociedad civil organizada en esta nueva ola de covid-19.

Los que individualmente menos necesitan ayuda son los que tienen m¨¢s obligaci¨®n de luchar por el colectivo.

Abrir o cerrar las escuelas, esa es la falsa cuesti¨®n

Si la premisa del debate sobre las escuelas en una pandemia es una oposici¨®n entre la salud y la educaci¨®n, o entre la sociedad y los profesores, o entre la prevenci¨®n de la pandemia y la prevenci¨®n de la salud mental de los ni?os, el debate ya empieza muy, pero que muy torcido y no puede terminar en nada bueno. Lamentablemente, es lo que ocurre.

La frase ¡°no podemos continuar otro a?o con las escuelas cerradas¡± est¨¢ mal planteada. Las elecciones que se toman con relaci¨®n a la salud p¨²blica, como las de la vida, no son solo una cuesti¨®n de voluntad, sino de responsabilidad y estrategia. Lo que no podemos hacer es seguir un a?o m¨¢s con un presidente que propaga el virus, lo que no podemos hacer es seguir un a?o m¨¢s con una de las polic¨ªas que m¨¢s mata en el mundo, lo que no podemos hacer es seguir un a?o m¨¢s con criminales que destruyen impunemente la Amazonia. Son situaciones que ha creado la sociedad que la est¨¢n matando, y que la sociedad puede y debe cambiarlas.

La pandemia exige diferentes estrategias para que se pueda controlar y, mientras tanto, que mate lo menos posible. Podemos y debemos reducir su impacto con medidas para prevenir la enfermedad y garantizar la vacunaci¨®n, al igual que debemos encontrar mecanismos para proteger a los m¨¢s pobres y no se mueran de hambre. Sin embargo, parte de estas medidas de salud p¨²blica pueden depender de que los edificios escolares permanezcan cerrados. La cuesti¨®n es que edificios cerrados no deber¨ªan significar escuelas cerradas. Cuando lo significan es porque no se comprende qu¨¦ es una escuela.

La experiencia de la pandemia ha mostrado algo a la sociedad y a los adultos. Como han dicho investigadores sobre la infancia, como la psicoanalista Ilana Katz, doctora por la Facultad de Educaci¨®n de la Universidad de S?o Paulo, fueron los ni?os quienes se?alaron lo esencial que es la escuela. ¡°El debate tuvo que ir m¨¢s all¨¢ de la simplificaci¨®n del ¡®abrir y cerrar la escuela¡¯, desprovista de sus consecuencias territoriales, para considerar seriamente la funci¨®n que ejerce la escuela¡±, dice Katz. ¡°Fue necesario dimensionar su lugar social y la importancia de su tarea como agente de la cultura y la vida con todos los dem¨¢s. Esto se expres¨® en forma de ausencia y nostalgia en la vida cotidiana de los ni?os y sus familias y puso de manifiesto d¨®nde, c¨®mo y para qu¨¦ se necesita una escuela. Como consecuencia, present¨® la posibilidad de ampliar la comprensi¨®n de la funci¨®n de la escuela, su centralidad en el v¨ªnculo social y su condici¨®n de servicio esencial¡±.

En cierto modo, con la escuela p¨²blica ocurre lo mismo que ocurri¨® con el sistema p¨²blico de sanidad. La sociedad lo consideraba in¨²til hasta que la pandemia demostr¨® que, aunque se ha desmantelado terriblemente en los ¨²ltimos a?os, la sanidad p¨²blica es un recurso precioso. Si no fuera por el sistema p¨²blico de salud, Brasil se encontrar¨ªa en una situaci¨®n a¨²n m¨¢s dram¨¢tica. En cuanto a la escuela p¨²blica, pocos se preocupaban m¨¢s all¨¢ del discurso sin acci¨®n. Profesores que cobran poco, escuelas que no tienen infraestructura, edificios est¨¢n en mal estado, algunos de los peores ¨ªndices de aprendizaje del mundo, ni?os que se pasan a?os en la escuela sin saber leer ni escribir, ¨ªndices alarmantes de abandono y esta ¡°normalidad¡± continuaba.

En los a?os anteriores al Gobierno de Bolsonaro, la educaci¨®n fue atacada por el programa ideol¨®gico que se autodenomin¨® Escuela Sin Partido ¡ªaunque demostr¨® ser una escuela con el peor partido¡ª, sufri¨® bullying por ser supuestamente un ¡°antro de izquierd¨®patas¡±, los profesores fueron perseguidos y humillados por activistas de extrema derecha y sus milicias digitales. Para colmo, el Gobierno de Bolsonaro encontr¨® ¡ªa prop¨®sito¡ª la peor secuencia de nulidades para poner al frente del Ministerio de Educaci¨®n, solo equiparable al actual ministro de Sanidad, el general en activo Eduardo Pazuello.

A la vez, el Gobierno intenta retroceder unos cuantos siglos de avance de la civilizaci¨®n y transformar a la familia en un todo que no necesita a la sociedad, defendiendo tonter¨ªas como la educaci¨®n en casa, porque la familia ya ser¨ªa suficiente. No cualquier familia, por supuesto, sino la ¡°correcta¡±, la de ¡°un hombre y una mujer¡±, preferiblemente el primero vestido de azul y la segunda de rosa. ¡°Todo por la familia, todo hecho en casa, todo protegido. Protegido del mundo, del otro, de la alteridad¡±, comenta Katz.

Y entonces la pandemia dej¨® a los ni?os y adolescentes en casa y, bueno, lo obvio result¨® obvio para (casi) todos: no se puede educar solo ni entre cuatro paredes. Y una obviedad m¨¢s: es muy dif¨ªcil ser profesor. Nunca tantos padres agotados se dieron cuenta de lo poco que cobran los profesores y del poco apoyo que reciben para hacer su trabajo. Debido al peor acontecimiento, algunos pilares de la democracia por fin han quedado claros para (casi) todos: la sanidad y la escuela son esenciales.

La cuesti¨®n es qu¨¦ se hace con lo que se descubre. Una parte importante del debate sobre la escuela no es sobre la escuela, sino sobre d¨®nde los padres dejar¨¢n a sus hijos para poder trabajar o, en algunos casos, para tener paz. Tambi¨¦n es una pregunta v¨¢lida, pero no es la principal. ¡°La escuela no existe para resolver un problema de los adultos, existe para permitir que los ni?os se eduquen en un espacio de diversidad de experiencias, y luego puedan convertirse en personas responsables de su comunidad y capaces de desarrollar su potencial para crear y conservar lo com¨²n¡±, dice Katz.

As¨ª que la cuesti¨®n de abrir o no los edificios, que son solo una parte de lo que debe ser una escuela, es una fracci¨®n de esta conversaci¨®n. Si la escuela es esencial, ya es hora de tratarla realmente como tal. Y aqu¨ª no hablamos solo de los edificios, sino de toda la comunidad escolar, empezando por los profesores y empleados. Si la escuela es esencial, hay que tratarla como tal, y no ¡ªotra vez¡ª reorganizar el desorden. En una pandemia, tratar la escuela como esencial es determinar que es un servicio esencial y, por lo tanto, los profesores y los empleados deben estar al inicio de la cola de vacunaci¨®n. Y sin medidas pr¨¢cticas, cualquier discurso es pura demagogia. O peor, es elegir que los cuerpos de los otros sean los sacrificados. Siempre los de los otros, claro.

Hay que preguntarse de forma m¨¢s profunda, comprometida y honesta de lo que se ha hecho: ?abrir las escuelas para qu¨¦? ?Para que se sigan desmantelando, descuidando, degradando? ?Obligar a los profesores y a los empleados a trabajar en una pandemia, haciendo solo lo m¨ªnimo (o como mucho lo m¨ªnimo) para protegerlos, de la misma manera que los obligan a dar clases sin una estructura para ense?ar? Este momento es terrible, pero tambi¨¦n es un momento de posibilidades. Tanto en lo que se refiere al destino que la sociedad dar¨¢ al descubrimiento de que la sanidad p¨²blica es algo precioso, que necesita ser reforzada urgentemente, como al destino que dar¨¢ al descubrimiento de que la escuela es esencial, mucho m¨¢s de lo que se percib¨ªa antes en la vida cotidiana.

Entre tanto material de calidad producido sobre este tema, reproduzco aqu¨ª un fragmento del Manifiesto Ocupar Escuelas, Proteger Personas, Recrear la Educaci¨®n, firmado por varias organizaciones vinculadas a la educaci¨®n y a la sanidad:

¡°La pandemia ha desunido el sistema educativo y la discusi¨®n sobre su reorganizaci¨®n se mantiene en el dilema de volver o no a las clases presenciales. Un problema complejo, con varios niveles, dimensiones e interfaces, se ha simplificado como si se tratara de una simple elecci¨®n dual: abrir las escuelas o seguir con las actividades suspendidas. Peor a¨²n, la supuesta dicotom¨ªa de escuela p¨²blica o privada, a menudo utilizada para sostener la devaluaci¨®n de lo p¨²blico estatal, es falaz incluso si tocamos exclusivamente el tema de las infraestructuras. Hay que construir caminos para superar el negacionismo y los falsos dilemas en el ¨¢mbito de la Educaci¨®n.

Hay que cuestionar desde ya el t¨¦rmino ¡®regreso¡¯. No se puede regresar en la vida, hay que seguir y rehacer, reinventar, recrear. Las experiencias de este periodo pueden dar lugar a aprendizajes, la vida en la pandemia se compone de acontecimientos que deben incorporarse a los curr¨ªculos que se construyen en la escuela, aunque ahora en espacios virtuales. No se trata de cumplir con los planes de estudio ni recuperar ¡®saberes escolares¡¯, sino de convertir el proceso vivido durante la pandemia en una oportunidad para intercambiar saberes y experiencias, momentos de fortalecimiento de v¨ªnculos personales y sociales. Momentos de resistencia creativa y solidaridad con las comunidades escolares.

En este aspecto, se necesitan pol¨ªticas de inclusi¨®n digital espec¨ªficas para los estudiantes que lo necesiten, con la provisi¨®n de equipos y acceso a Internet para las actividades educativas. Reabrir y ocupar los espacios institucionales de la educaci¨®n implica, finalmente, cuestionar si, como sociedad, estamos satisfechos/as con el modelo de escuela que hemos concebido, construido y reproducido, o si, por el contrario, merece la pena luchar por revisar qu¨¦ es la escuela y, por tanto, recrear la educaci¨®n¡±.

Uno de los puntos que plantea el manifiesto me parece crucial para encaminar el debate: realmente no se puede regresar. Si la escuela, que est¨¢ formada por personas vivas y diversas, se reabre en los par¨¢metros de antes de la pandemia, como mero dep¨®sito de los hijos de los m¨¢s pobres, para que los padres puedan realizar sus trabajos precarios y ahora tambi¨¦n se arriesgan contagiarse; o bien como mercanc¨ªa, negocio, instrumento de reproducci¨®n de privilegios, en el caso de las escuelas privadas de ¨¦lite, se perder¨¢ otra oportunidad hist¨®rica.

Ante la tragedia, una vez m¨¢s habremos elegido lo peor como sociedad. Si se invierte en la escuela, con recursos y tiempo de todos los implicados, y se convierte en una prioridad real, abrir¨¢, aunque los edificios est¨¦n cerrados (o vuelvan a cerrar) hasta que los profesionales de la educaci¨®n se vacunen y las autoridades sociosanitarias se convenzan de que es seguro abrirlos.

Una ni?a ense?a un dibujo en Indonesia, en abril de 2020.
Una ni?a ense?a un dibujo en Indonesia, en abril de 2020.WILLY KURNIAWAN (Reuters)

?Qu¨¦ pueden ense?ar los ni?os a los adultos?

El ni?o que abre este texto ha convertido a los peluches en ni?os imaginarios. Cuando se dieron cuenta de su fabulaci¨®n, sus padres buscaron a otros padres del colegio para tener reuniones peri¨®dicas a trav¨¦s de las pantallas del juego Minecraft. Al juntarse, ?qu¨¦ construyeron los ni?os? Una escuela. Le pusieron el mismo nombre que la suya. Un d¨ªa decidieron jugar tambi¨¦n con monstruos. Sin embargo, antes de eso, aseguraron de fortificar la escuela para que pudiera sobrevivir al ataque.

Esta escena no solo expresa amor, sino cuidado. Los ni?os confinados se re¨²nen para cuidar la escuela como pueden. Y, cuidando de la escuela, se cuidan unos a otros, porque est¨¢n juntos, a pesar de su aislamiento f¨ªsico.

Esta hermosa y simb¨®lica historia la cont¨® la psicoanalista Luciana Pires. Especialista en psicoan¨¢lisis con ni?os y adolescentes por la Cl¨ªnica Tavistock de Londres y doctora por el Instituto de Psicolog¨ªa de la Universidad de S?o Paulo, ha reflexionado sobre los juegos de la cuarentena. Instigada por las construcciones que sus pacientes han producido durante el aislamiento (y por lo mucho que ha aprendido de ellos), Luciana Pires y el Departamento de Psicoan¨¢lisis con Ni?os del Instituto Sedes Sapientae han hecho un llamamiento a familias, escuelas y profesionales de la salud para que relaten lo que ella llama ¡°jugario¡±.

Los ni?os han inventado mundos y se han inventado a s¨ª mismos en el mundo en esta pandemia. ¡°En el camino de la fantas¨ªa de movimientos, ya que estamos privados de ellos, un ni?o de cinco a?os se pas¨® d¨ªas hablando y dibujando sobre el movimiento del agua en las tuber¨ªas de su casa y hasta que llega a la calle. Y, jugando a cumplir sus deseos, otro ni?o construy¨® un control remoto de un dron con el que viaja a todos los sitios que desea¡±, dice la psicoanalista. Otro ni?o, de seis a?os, se pas¨® los primeros d¨ªas de cuarentena construyendo y jugando al Arca de No¨¦. So?aba con salvar a todos del ¡°diluvio¡± que se presentaba, ahora llamado covid-19.

Lo m¨¢s revelador es un fen¨®meno que une a ni?os de muy distintas partes del planeta: est¨¢n creando casas dentro de casa. Tiendas y caba?as de todo tipo, con los materiales disponibles, desde s¨¢banas a trozos de tela, desde cajas a restos de madera, debajo de las mesas, en la esquina de los sof¨¢s, en la esquina del pasillo, en lugares posibles y tambi¨¦n imposibles, chicas y chicos nunca han construido tanto como en esta pandemia. Un chico se invent¨® una caba?a en el centro del sal¨®n y, desde all¨ª, hac¨ªa pedidos a domicilio. Pronto sinti¨® la necesidad de ampliar la casa y construy¨® otra habitaci¨®n, ampliando su mundo dentro del mundo.

?Qu¨¦ hacen los ni?os ah¨ª dentro? ¡°Nuestras casas ya no son las mismas y, definitivamente, han adquirido nuevos contornos y sentidos. Entonces, hay que repensar las casas y volver a representarlas a partir de los juegos¡±, dice la psicoanalista. ¡°Estas caba?as tambi¨¦n permiten crear un ¡®fuera de casa¡¯, un campo exterior. Delimitan un espacio desde dentro, dejando el resto fuera. Porque no solo nos hemos encerrado, sino que empezamos a hacer dentro de casa lo que hac¨ªamos fuera: vamos al colegio, trabajamos, tenemos citas m¨¦dicas, etc. Tal vez las caba?as quieran recrear la intimidad de los hogares en medio de la casa invadida. Ahora que la casa se ha convertido en el mundo, el ni?o debe tener una casa en el mundo¡±.

Como en la f¨¢bula del ni?o que se?alaba que el rey estaba desnudo, tambi¨¦n han sido los ni?os quienes, en esta pandemia, han se?alado que lo que los adultos llamaban ¡°normal¡± era muy precario. En un mundo que prioriza al individuo, nunca se ha echado tanto de menos la red. De repente, la precariedad de las relaciones y de la vida cotidiana se revel¨® en todas sus ausencias. Como dice un refr¨¢n africano, para educar a un ni?o se necesita una aldea entera. No basta la familia, se necesita la escuela. No basta la escuela, se necesita la comunidad. Solo se hace gente con gente.

Tambi¨¦n han sido los ni?os los que han se?alado que no ser¨ªa posible reorganizar el mundo dentro de casa como si algo de la dimensi¨®n de un evento pand¨¦mico no requiriera lidiar con las p¨¦rdidas y recrear el mundo. Con sus posibilidades, juntando sobras y retazos que van encontrando, reuniendo mu?ecos, los ni?os fueron los primeros en poner de su parte, inventando un mundo dentro de casa que se convirti¨® en un mundo para poder vivir con un dentro y un fuera. Ahora tenemos que escucharlos, aprender de ellos y crear un mundo en el que puedan vivir. Porque, como dice una adolescente llamada Greta Thunberg, ¡°nuestra casa est¨¢ en llamas¡±. Desde el interior de sus caba?as fortificadas, lo que los ni?os nos preguntan es: y ahora, ?qu¨¦ vais a hacer?

Eliane Brum es escritora, reportera y documentalista. Autora de Brasil, construtor de ru¨ªnas: um olhar sobre o pa¨ªs, de Lula a Bolsonaro.

Web: elianebrum.com. E-mail: elianebrum.coluna@gmail.com. Twitter, Instagram y Facebook: @brumelianebrum.

Traducci¨®n de Meritxell Almarza.

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