Apostemos por la uni¨®n fiscal europea
La condonaci¨®n de la deuda p¨²blica de los Estados de la zona euro en manos del BCE no es ahora una propuesta id¨®nea en la agenda de la izquierda. No ofrece un sistema convincente de control democr¨¢tico
El pasado d¨ªa 5, un grupo de colegas, compa?eros y amigos publicaban el art¨ªculo Anular la deuda p¨²blica en manos del BCE en este diario apostando por la condonaci¨®n de la deuda p¨²blica de los Estados de la zona euro en manos del BCE. Esa quita estar¨ªa condicionada a destinar los recursos ¡°amnistiados¡± a la inversi¨®n p¨²blica para la ¡°reconstrucci¨®n ecol¨®gica y social¡± de los distintos pa¨ªses de la eurozona. Esta propuesta da continuidad a las declaraciones a t¨ªtulo individual del presidente del Parlamento Europeo, David Sassoli, en una entrevista en La Repubblica. As¨ª las cosas, cabe preguntarse sobre la idoneidad de introducir tal propuesta en este momento en la agenda program¨¢tica de la izquierda europea, y mi respuesta es no.
En primer lugar, no deseo justificar mi rechazo sobre las l¨®gicas estrictamente jur¨ªdicas. Como dicen los firmantes, ¡°Europa no puede permitirse el lujo de verse sistem¨¢ticamente bloqueada por sus propias normas¡±, de modo que los tratados deben estar sujetos a posibles reinterpretaciones o revisiones. La pr¨®xima Conferencia sobre el Futuro de Europa es una oportunidad clave para tal misi¨®n. En todo caso, no parece la v¨ªa m¨¢s oportuna para justificar tal propuesta deslizar que el BCE de Mario Draghi ya ha actuado fuera de los actuales tratados, guiado exclusivamente por una voluntad pol¨ªtica. Esa interpretaci¨®n ya ha sido rechazada por el Tribunal de Justicia de la UE, con notable disgusto para los halcones, y ser¨ªa bueno no insistir en ello.
En segundo lugar, tampoco quiero asentar mi razonamiento en argumentos excesivamente economicistas. Es cierto que vivimos momentos turbulentos donde las fronteras entre la pol¨ªtica fiscal y monetaria se han permeado, y donde incluso la ausencia de tensiones inflacionistas podr¨ªa alumbrar caminos inh¨®spitos previos. En todo caso, ni la ¡°nueva econom¨ªa¡± de los 90 acab¨® con los ciclos, ni las deudas externas pasaron a ser irrelevantes en el boom financiero de la primera d¨¦cada del siglo. Ser¨ªa bueno, pues, empezar a aterrizar y ordenar el debate p¨²blico, y no introducir m¨¢s entrop¨ªa, porque ya sabemos que esta vez tampoco ser¨¢ diferente.
En tercer lugar, no insistir¨¦ en los problemas de oportunidad pol¨ªtica. La Decisi¨®n de Recursos Propios, condici¨®n necesaria para validar el presupuesto comunitario y el NextGeneration EU, sigue pendiente de la ratificaci¨®n de los Parlamentos de los Estados miembros. Los planes nacionales de recuperaci¨®n y resiliencia deben presentarse pr¨®ximamente ante la Comisi¨®n. Adem¨¢s, no debemos descartar la necesidad de una ampliaci¨®n del programa de compra de deuda p¨²blica del BCE, y podr¨ªamos observar una resistencia creciente en sus ¨®rganos de gobierno si se comienza a descontar, no ya una quita de un 25% de la deuda p¨²blica de los Estados, como proponen los autores, sino mucho m¨¢s. Todo ello aconsejar¨ªa una elevada prudencia.
Ahora bien, y con independencia de estas sombras, el principal problema de esta propuesta es que ahonda en un modelo de cooperaci¨®n entre Estados alejado del m¨¦todo comunitario, con una indefinida legitimidad democr¨¢tica. El acuerdo entre los Estados de la eurozona y el BCE para amortizar deuda p¨²blica a cambio de una mayor inversi¨®n nacional no ofrece un sistema convincente de control democr¨¢tico. No creo que los autores del art¨ªculo defiendan la vuelta del BCE a una troika que supervise la condicionalidad del acuerdo. El Parlamento Europeo tampoco podr¨ªan revisar el grado de cumplimiento de los Estados. Sin duda, los Parlamentos nacionales podr¨ªan monitorizar el comportamiento de sus respectivos Ejecutivos, pero en ning¨²n caso podr¨ªan realizarlo sobre terceros pa¨ªses. Esto obligar¨ªa a la firma de un nuevo tratado intergubernamental, donde los Gobiernos se dieran garant¨ªas rec¨ªprocas y multilaterales, difuminando la trazabilidad democr¨¢tica de toda la operaci¨®n. Ejemplos similares, como el Mecanismo Europeo de Estabilidad, los tenemos muy presentes.
Este sesgo de aproximaci¨®n al debate, inclinado sobre lo que Europa puede hacer por los Estados y no sobre lo que podemos hacer todos juntos a trav¨¦s de la Uni¨®n impide atinar con la ¨²nica respuesta europe¨ªsta para intensificar la pol¨ªtica fiscal, si fuera necesario, que no es otra que el fortalecimiento del NextGenerationEU.
Desde la izquierda europea podemos, as¨ª, reclamar una mayor ambici¨®n inversora a la Comisi¨®n, con nuevas emisiones de deuda comunitaria, haciendo este instrumento permanente, para financiar programas europeos que impulsen la demanda sin agrietar con respuestas nacionales la consolidaci¨®n del mercado ¨²nico. Y debemos exigir, para ello, una extensi¨®n de la cesta de impuestos europeos acordada por las instituciones en los ¨²ltimos meses. En la izquierda europea debemos insistir en la aprobaci¨®n de un tipo m¨ªnimo en el impuesto de sociedades, adem¨¢s de la armonizaci¨®n de su base, apostar por la fijaci¨®n de un impuesto europeo sobre las sucesiones o defender la europeizaci¨®n de los beneficios del BCE, m¨¢s all¨¢ de europeizar tambi¨¦n la tributaci¨®n de la econom¨ªa digital, adem¨¢s de dotar a la Uni¨®n de poderes ejecutivos para el combate del fraude fiscal y el lavado de dinero. Todo lo cual no requiere cambiar los Tratados. Esta agenda es la aut¨¦nticamente transformadora.
A su vez, deber¨ªamos abordar el debate sobre las futuras reglas fiscales tambi¨¦n con una perspectiva comunitaria. Con el NextGenerationEU, las pol¨ªticas fiscales antic¨ªclicas disponen ya de dos herramientas para su implementaci¨®n, los presupuestos nacionales y el europeo. Ampliemos, pues, ese debate en b¨²squeda de un equilibrio entre el margen de flexibilidad de las pol¨ªticas fiscales nacionales y el mantenimiento estructural del NextGenerationEU. Y acordemos, tambi¨¦n, nuestra posici¨®n en cooperaci¨®n con nuestros compa?eros de partido m¨¢s septentrionales, y no enfrentados a ellos, analizando su reflexi¨®n sobre el marco regulatorio de la deuda p¨²blica en los balances bancarios, unido a su vez a la emersi¨®n de un activo libre de riesgo europeo, la deuda comunitaria. Por cierto, resulta dif¨ªcil compartir la visi¨®n de Keynes sobre del Tratado de Versalles y presentar el Acuerdo de Londres como la respuesta magn¨¢nima y unilateral de los acreedores de Alemania.
Este camino conduce, de manera natural, a la revisi¨®n del sistema de toma de decisiones de los asuntos tributarios. En estos momentos, los contribuyentes europeos no son los ciudadanos, sino los Estados, cuyas contribuciones representan nueve de cada diez euros. Eso justifica la tramitaci¨®n del presupuesto europeo en dos procesos paralelos. Por una parte, las partidas de gasto exigen la aprobaci¨®n del Parlamento, en representaci¨®n de los perceptores de los recursos comunitarios, los ciudadanos. Por otra, las partidas de ingresos se deciden en exclusiva por el Consejo, en representaci¨®n de los contribuyentes reales, los Estados. Sin embargo, el fortalecimiento de una cesta de recursos propios supone cambiar la naturaleza del contribuyente comunitario, amplificando la relevancia de las personas f¨ªsicas y jur¨ªdicas. Esa v¨ªa conduce de manera inexorable a que el representante de esos nuevos contribuyentes, el Parlamento, asuma competencias tributarias y, por ende, el Consejo deje de trabajar por unanimidad. La letan¨ªa del fin de la unanimidad sin un argumento constitucional, de trazabilidad democr¨¢tica, no conduce a ning¨²n sitio. Y, por cierto, pendiente estamos tambi¨¦n de una posici¨®n de la izquierda europea sobre la revisi¨®n del marco estrat¨¦gico del BCE, que necesita de una redefinici¨®n de su mandato.
Volvamos a poner el destino en nuestras manos, en las manos europeas. Si finalmente hay alguna quita no ser¨¢ en un escenario muy positivo. Busquemos el espacio fiscal necesario en la Uni¨®n, y construyamos el edificio comunitario desde s¨®lidas bases democr¨¢ticas.
Jon¨¢s Fern¨¢ndez ?lvarez, economista y diputado al Parlamento Europeo, es portavoz del Grupo Socialista en el Comit¨¦ de Asuntos Econ¨®micos y Monetarios.
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