Raro
Vivimos tiempos tan extra?os que, durante la ¨²ltima semana, la atenci¨®n informativa sobre las elecciones catalanas ha estado m¨¢s centrada en los presuntos perdedores que en los previsibles ganadores
Nunca he vivido en Catalu?a, pero tengo muchos, muy queridos amigos catalanes. Por eso no he querido escribir esta columna antes de hoy. No s¨¦ si cuando ustedes la lean sabremos, o no, qu¨¦ ha pasado. La edici¨®n m¨¢s incierta, m¨¢s complicada, de las elecciones auton¨®micas m¨¢s complejas de Espa?a, podr¨ªa comportar un retraso en la publicaci¨®n de los resultados, pero, hasta sin eso, es casi seguro que la constituci¨®n del Govern no estar¨¢ hoy m¨¢s clara que ayer. Vivimos tiempos tan raros que, durante la ¨²ltima semana, la atenci¨®n informativa ha estado m¨¢s centrada en los presuntos perdedores que en los previsibles ganadores. La profundizaci¨®n que una derrota grave, con sorpasso de Vox incluido, pueda abrir en la direcci¨®n de un PP tocado por las declaraciones de B¨¢rcenas y las contradicciones de Casado respecto al 1-O ha interesado m¨¢s que la formaci¨®n del futuro Gobierno catal¨¢n. Lo mismo ha ocurrido con las quinielas que predicen la debacle de Ciudadanos, y no me extra?a. Es mucho m¨¢s f¨¢cil opinar sobre eso que aventurar qu¨¦ puede pasar con las formaciones que hoy se hayan declarado vencedoras. El efecto del ¡°todos contra Illa¡± puede movilizar al electorado socialista, o no. Lo mismo ocurre con el documento de las cinco formaciones independentistas que han puesto por escrito ese mismo eslogan, aunque resulta llamativo que Aragon¨¨s, presidente en funciones de la Generalitat, haya delegado la firma en otro diputado de ERC. La desconfianza que inspiran los republicanos en los candidatos de partidos que, en la pr¨¢ctica, integran tripartitos que gobiernan en Madrid o Andaluc¨ªa es tal, que no dejan de esgrimir esa palabra como si fuera un nombre de Satan¨¢s. A m¨ª me suena muy bien, pero yo tampoco estoy segura de nada.
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