?Hab¨ªa demasiado turismo?
El reto est¨¢ en concebir estrategias que limiten el exceso de visitantes y no sean antidemocr¨¢ticas
Hasta que la covid restringi¨® los viajes, el turismo ha sido uno de los sectores econ¨®micos con un crecimiento m¨¢s r¨¢pido en el mundo, reemplazando las f¨¢bricas como generador de empleo para trabajadores poco cualificados. Ofrece un nicho en el que puede encajar casi cualquier ciudad o pa¨ªs y es la mayor fuente de ingresos para muchas naciones en desarrollo. Permite mantener infraestructuras culturales como museos, teatros, grandes auditorios y parques, que no podr¨ªan sobrevivir solo con el apoyo local. Los ingresos del alquiler de una habitaci¨®n o de la casa de vacaciones ofrecen a muchos cierto margen de holgura, y los peque?os negocios en zonas menos c¨¦ntricas de las ciudades reciben clientes que antes solo visitaban las zonas tur¨ªsticas. Y el dinero que se gasta en caf¨¦s y tiendas de barrio tiene m¨¢s probabilidades de quedarse en la ciudad que el que va a parar a hoteles y restaurantes de grandes cadenas.
Pero los residentes de las ciudades m¨¢s visitadas de Europa y EE UU se han quejado de la turistificaci¨®n desbocada que resulta en gentrificaci¨®n, falta de viviendas para los vecinos y deterioro medioambiental. Se quejaban de que los lugares emblem¨¢ticos estaban tan llenos que perd¨ªan su atractivo, y los servicios de alquiler para estancias cortas destru¨ªan la personalidad y la tranquilidad de los barrios.
Estas reacciones negativas no son nuevas, existen desde el siglo XIX, cuando Thomas Cook mont¨® los viajes en grupo, aprovechando la innovaci¨®n tecnol¨®gica de los trenes de pasajeros. Luego, con los vuelos, una clase media mundial cada vez m¨¢s numerosa en busca de nuevas experiencias, las campa?as comerciales de las ciudades y las im¨¢genes seductoras en los medios, la demanda de viajes ha seguido creciendo. Y en las ¨²ltimas d¨¦cadas, los efectos negativos del turismo se han agravado por la aparici¨®n de los vuelos de bajo coste, que transportan a j¨®venes con ganas de beber, consumir drogas, ligar y pas¨¢rselo lo mejor posible gastando poco dinero. Por si fuera poco, a las aglomeraciones de turistas se sumaron los cruceros gigantescos que escup¨ªan miles de personas que inundaban de golpe las calles y volv¨ªan a dormir al barco, por lo que no dejaban apenas beneficios.
Ahora el reto que deben asumir los responsables pol¨ªticos es concebir estrategias que impidan el exceso de turistas y beneficien a residentes y a visitantes. La idea de restringir las visitas y permitir que solo acuda gente acomodada puede efectivamente causar menos destrozo y ser m¨¢s rentable. Pero este tipo de pol¨ªticas son antidemocr¨¢ticas y privan a la gente normal de la oportunidad de ver mundo. Seguro que muchos de los que se quejan porque sus barrios est¨¢n invadidos de turistas buscan ellos mismos gangas para viajar y visitar mundo.
Cobrar entrada para acceder a determinados sitios o incluso a ciudades enteras ¡ªcomo Venecia¡ª e imponer una tasa a los que se alojan en hoteles han sido estrategias habituales para obtener beneficios del turismo. Y ha habido muchas ciudades que han aplicado tambi¨¦n esas tasas a los alquileres de corta duraci¨®n. Pero aunque es justo que se obligue a los visitantes a cubrir los costes que crean, imponer una tasa elevada que excluya a las personas con recursos modestos es algo problem¨¢tico.
Simplemente, limitarse a regular y restringir el n¨²mero de visitantes es factible en lugares claramente delimitados. But¨¢n concede un n¨²mero cerrado de visados, y en otros sitios las playas y los parques pueden reducir el n¨²mero de plazas de aparcamiento o reservarlas para los residentes. Si se reparte a los turistas por zonas menos conocidas de la ciudad, esto disminuye las aglomeraciones en los sitios m¨¢s ic¨®nicos. Pero tambi¨¦n tiene el inconveniente de que puede derivar turistas a barrios que no quieran visitas o cuyos residentes de razas o etnias diferentes no est¨¦n dispuestos a servir de atractivo tur¨ªstico. Resulta ir¨®nico que las instalaciones construidas para turistas, como los parques tem¨¢ticos y los casinos, tambi¨¦n han sido criticados porque son artificiales y no pegan con su entorno, pero han servido para preservar y proteger zonas m¨¢s amenazadas al derivar a muchos visitantes fuera de los circuitos hist¨®ricos.
Cuando viajar era una cosa de ricos que hac¨ªan el Grand Tour, no hab¨ªa dilemas de este tipo, aunque las peregrinaciones religiosas siempre plantearon problemas log¨ªsticos. Ahora, manejar el turismo en el futuro har¨¢ necesaria la planificaci¨®n y gesti¨®n de los Gobiernos a todos los niveles. En el ¨¢mbito nacional se puede optar por reducir el n¨²mero de visados; y todas las Administraciones deben evaluar el impacto ecol¨®gico del turismo de masas y buscar c¨®mo mitigar sus efectos. Los Gobiernos locales pueden usar impuestos y regulaciones para aumentar los beneficios y limitar las cargas. Pero sigue siendo importante no perder de vista el placer que obtiene la gente al poder romper su rutina y la apertura mental que ofrece el visitar lugares y conocer gentes diferentes. Tradicionalmente, la poblaci¨®n local expresa siempre cierto grado de desd¨¦n por los forasteros, pero los valores democr¨¢ticos de la inclusi¨®n y de acogida nos obligan a atemperar esa aversi¨®n con empat¨ªa.
Susan S. Fainstein es investigadora s¨¦nior en la Escuela de Posgrado de Dise?o de Harvard. Autora de The Just City y directora de Cities and Visitors.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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