La lotocracia y el fracaso de la pol¨ªtica
Hay que rechazar toda violencia, verbal y f¨ªsica, incluida la del Estado. Pero no basta. Tambi¨¦n debemos denunciar el cortoplacismo y la falta de criterio de los l¨ªderes pol¨ªticos espa?oles
Est¨¢ previsto que el Parlamento espa?ol celebre ma?ana un acto conmemorativo del fracaso del golpe de Estado del 23-F para ¡°mostrar la fortaleza de las instituciones democr¨¢ticas¡±, seg¨²n ha dicho la presidenta del Congreso. Semejante prop¨®sito mal se compadece con el hecho de que la ceremonia no se celebre en el hemiciclo, sino en el sal¨®n que recibe el metaf¨®rico nombre de los Pasos Perdidos. Adem¨¢s no acudir¨¢n los diputados independentistas catalanes y vascos, aunque la ausencia m¨¢s relevante ser¨¢ la del verdadero triunfador de aquella noche, el hoy rey em¨¦rito, cuya directa intervenci¨®n desarticul¨® el golpe. Quiz¨¢ sea esta una m¨¢s de las diversas anomal¨ªas democr¨¢ticas que afectan al sistema, y que el vicepresidente Iglesias ha denunciado con fundadas razones pero muy poco tino a la hora de concretarlas. Una anomal¨ªa es, seg¨²n el diccionario de la RAE, un defecto de funcionamiento. Cosas as¨ª suceden en todas las democracias del mundo por plenas que sean, pues no son ni aspiran a convertirse en un universo perfecto, sino solo en un m¨¦todo: el que sirve para elegir a nuestros gobernantes, controlar su ejercicio y despedirlos cuando proceda, que es con frecuencia.
El festejo, al que me sumar¨¦ virtualmente como millones de espa?oles, aunque critique su protocolo, tiene lugar en medio de un guirigay agitado por graves disturbios callejeros en aparente reclamo de la libertad de expresi¨®n, que han avivado adem¨¢s el debate sobre la violencia. La discusi¨®n p¨²blica al respecto, entablada tanto en sede parlamentaria como en los medios, es expresi¨®n de la pobreza intelectual imperante. A las serias dudas que esas cuestiones plantean los principales responsables pol¨ªticos han contestado con esl¨®ganes y estribillos, ignorantes quiz¨¢ de que toda democracia aut¨¦ntica, como la nuestra, se basa fundamentalmente en la interrogaci¨®n, y no est¨¢ construida sobre ninguna otra certeza que no sea la del respeto a la ley. El Estado de derecho es la ¨²nica garant¨ªa de supervivencia de un r¨¦gimen siempre amenazado por naturaleza, cuya solidez reside en el reconocimiento de sus debilidades y en su voluntad de corregirlas.
El mar de declaraciones recientes sobre el uso y desuso de la violencia en la confrontaci¨®n pol¨ªtica solo ha puesto de relieve el cortoplacismo y la falta de criterio que animan muchas de las decisiones del poder establecido. El papel de la violencia en la historia ha sido exhaustivamente analizado por fil¨®sofos, soci¨®logos y polit¨®logos. Despu¨¦s de que Max Weber definiera su ¡°monopolio leg¨ªtimo¡± como uno de los rasgos definitorios de la existencia del Estado, Hannah Arendt lleg¨® sin embargo a la conclusi¨®n de que la violencia nunca es leg¨ªtima, pero s¨ª justificable. De este modo cuando se protesta por la violencia policial en las democracias no se reniega del derecho al uso exclusivo de la fuerza por parte de los poderes p¨²blicos, pero se reclama que se lleve a cabo en el marco de sus competencias legales y en cumplimiento de las ¨®rdenes jer¨¢rquicas. Quienes imparten esas ¨®rdenes y tienen obligaci¨®n de garantizar la ley son los Gobiernos, singularmente los ministros del Interior. Las declaraciones iniciales del consejero catal¨¢n del departamento sobre la actuaci¨®n de los Mossos d¡¯Esquadra fueron por lo mismo de una desverg¨¹enza absoluta. ?l es el responsable de las operaciones que se llevaron a cabo, responsable tambi¨¦n de guardar el orden, la seguridad ciudadana y la de los agentes a su mando. Si alguno de ellos se extralimit¨®, ¨¢brase la investigaci¨®n correspondiente. Pero el primero a ser investigado ha de ser el propio consejero, militante del partido del inhabilitado Torra, que anim¨® a la acci¨®n violenta de sus correligionarios. Por cierto, lo mismo han hecho con los suyos Pablo Iglesias, Echenique, o el propio Trump.
El problema inmediato que se plantea es saber si declaraciones que incitan a la violencia deben ser perseguidas penalmente o quienes las profieren est¨¢n protegidos por el derecho constitucional a la libre expresi¨®n. Este derecho, como cualquier otro, no es absoluto. Implica una limitaci¨®n efectiva a la libertad de cada cual, que no puede invadir la de otros. De modo que existen delitos de opini¨®n, como la calumnia o la injuria, que tienen que ser sancionados, a mi ver no con penas de privaci¨®n de libertad en ning¨²n caso. La cuesti¨®n sin embargo es saber qu¨¦ haremos con los modernos delitos de odio, a fin de dilucidar d¨®nde acaba la expresi¨®n de una idea para dar paso a la incitaci¨®n a cometer un acto. ?Decir, como hizo en su d¨ªa Pablo Has¨¦l, que una bomba debe estallar bajo el coche de un pol¨ªtico o que es preciso clavar un piolet en la cabeza de otro, es comunicar un pensamiento o instigar el terrorismo? ?El antisemitismo o la islamofobia est¨¢n protegidos por la libre expresi¨®n? ?Y el negacionismo? ?Habr¨ªa, entonces, que liberar a los yihadistas que purgan c¨¢rcel por su adoctrinamiento radical a la hora de buscar nuevos integrantes de sus redes terroristas?
Mientras el vicepresidente del Gobierno llama desde la tribuna parlamentaria a establecer controles sobre la prensa, el Ministerio de Justicia anuncia un relajamiento de los que se ejercen sobre las letras del rap. Debe ser que los comentarios de los tertulianos son un peligro para la democracia mayor que los ripios de cualquier psic¨®pata egoc¨¦ntrico. Y hasta en eso puedo estar de acuerdo. Pero legislar sobre derechos fundamentales exige m¨¢s reflexi¨®n y menos cainismo ideol¨®gico que el que viene mostrando el banco azul. Los problemas que en torno al ejercicio de la libertad de expresi¨®n se debaten hoy tienen m¨¢s que ver con la actividad de las redes sociales y las plataformas tecnol¨®gicas que con los medios tradicionales. Me pregunto si quienes han aplaudido y justifican la expulsi¨®n de Trump de Twitter o Facebook jalear¨ªan id¨¦ntica medida aplicada a Echenique, Otegi, Abascal, Rufi¨¢n, o cualquier otro. De modo que salvo que el Gobierno pretenda proteger la libertad de expresi¨®n solo para quienes piensen como ¨¦l, cualquier modificaci¨®n legal que afecte a derechos constitucionales debe ser debatida, asumida por amplia mayor¨ªa del arco parlamentario y cotejada con la legislaci¨®n internacional y la opini¨®n de intelectuales y expertos.
Por lo dem¨¢s es verdad que estamos en un momento de absoluta anomal¨ªa democr¨¢tica: suspendidos con limitado control parlamentario los derechos constitucionales de libre circulaci¨®n y reuni¨®n; gobern¨¢ndose el pa¨ªs a toques de queda, cierres de actividad y estrecha vigilancia sobre el ocio de sus ciudadanos y hasta sobre su convivencia familiar; legislando a base de expender decretos leyes casi a granel; e injuri¨¢ndose a deg¨¹ello los representantes pol¨ªticos que ahora deciden festejar la fortaleza de las instituciones. La mayor amenaza contra ellas son sus desencuentros.
Hay que rechazar todas las violencias, verbales y f¨ªsicas. Tambi¨¦n las del Estado. Pero no basta. Hay que denunciar sobre todo el fracaso de la pol¨ªtica, personalizado en los dos mayores responsables del mismo. Por una parte est¨¢ el pasmo del presidente, incapaz durante m¨¢s de tres d¨ªas de expresar su opini¨®n sobre los des¨®rdenes p¨²blicos, parapetado como sigue en La Moncloa frente al desconcierto y la angustia vecinal. El empacho de esl¨®ganes en su discurso, su obsesi¨®n por que el relato sustituya al proyecto, su ausencia de liderazgo en momentos tan graves para el pa¨ªs, disfrutan no obstante de la indulgencia popular cuando se los compara con el err¨¢tico comportamiento del jefe de la oposici¨®n. Sin sombra de autocr¨ªtica, sus edecanes y portavoces vociferan cuando no insultan, en in¨²til competici¨®n con los ar¨²spices de la extrema derecha. Lo del Sal¨®n de los Pasos Perdidos parece un homenaje a su andadura.
Visto lo visto, no parece tan ex¨®tica la proposici¨®n de la lotocracia que respetados intelectuales como Kojin Karatani han hecho. Se tratar¨ªa seg¨²n ¨¦l de combinar las elecciones democr¨¢ticas con una loter¨ªa a la hora de decidir qui¨¦n nos gobierna. Desde luego no podr¨ªamos empeorar mucho, y quiz¨¢ evitar¨ªamos que lo que no consigui¨® Tejero lo logre ahora cualquier rapero aspirante al estrellato.
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