G¨¦nova, 13
Pablo Casado se erige en el primer jefe relevante del partido que reconoce la gravedad de las sospechas sobre los papeles de B¨¢rcenas y que toma alguna medida para granjearse el perd¨®n de sus votantes con conciencia
Se han hecho todas las bromas del mundo a costa de la decisi¨®n de Pablo Casado de mudar de sede central a su partido. Pasadas las risas, quiz¨¢ sea de justicia dedicarle alg¨²n elogio por ello. Efectivamente, no es la decisi¨®n m¨¢s eficiente ni definitiva, pero es un primer paso de proporciones considerables. Y m¨¢s teniendo en cuenta las actitudes que desencadenaron en la jefatura del partido las revelaciones de los llamados papeles de B¨¢rcenas. Aquellas anotaciones incriminatorias, negadas en un primer intento por acallar la indignaci¨®n p¨²blica, son hoy reconocidas por todos y pesan sobre el pasado del partido como una l¨¢pida de m¨¢rmol. Entre otras cosas porque delatan el funcionamiento de l¨ªneas paralelas de financiaci¨®n y pago, extendidas a lo largo de d¨¦cadas y diversos mandatos y en todo punto asociadas a la extracci¨®n de dinero p¨²blico por v¨ªas de ama?o de concursos y licitaci¨®n de obra. Pablo Casado se erige en el primer jefe relevante del partido que reconoce la gravedad de las sospechas y que toma alguna medida para granjearse el perd¨®n de sus votantes con conciencia.
Todos los partidos dividen a sus votantes entre zombis de la fidelidad a las siglas y aquellos otros que manejan valores cr¨ªticos pese a la afinidad ideol¨®gica. A estos ¨²ltimos se les puede considerar infieles, pero a la larga resultan la base sustancial de cualquier triunfo. El PP, como le ha sucedido tambi¨¦n a Ciudadanos, paga con espoleta de retardo el da?o causado por sus anteriores dirigentes, ejemplificado en esa deserci¨®n de los votantes m¨¢s exigentes. Son esos que castigan a un partido porque pierden la confianza en su rumbo, en su funcionamiento, en sus liderazgos. Tardan en hacerlo, pero si consuman la deserci¨®n cuesta horrores recuperarlos. Si Pablo Casado se deslinda de los comportamientos anteriores, si opta por algo diferente a la obstrucci¨®n de pruebas y la negaci¨®n mendaz, quiz¨¢ el d¨ªa de ma?ana sea una opci¨®n seria de gobierno. Mientras no lo haga, la coalici¨®n que actualmente preside el pa¨ªs podr¨¢ seguir permiti¨¦ndose el juego asombroso de erigirse en Gobierno y oposici¨®n al mismo tiempo, un calculado ejercicio de funambulismo que acabar¨¢ por sangrar al PSOE de sus votantes m¨¢s cr¨ªticos, cuando se fatiguen del vaiv¨¦n de rivalidades internas y ataques a las instituciones desde las propias instituciones.
Irse de G¨¦nova 13, la sede hist¨®rica del PP, equivale a marcar una l¨ªnea de arranque hacia la nueva pol¨ªtica. En ella no pueden tener cabida la estirpe de impunes trapaceros, algunos de los cuales en otro giro de cinismo tremendo se marcharon a fundar una alternativa m¨¢s radical y asombrosamente te?ida de pureza virginal. El siguiente paso puede apuntar a la renovaci¨®n de las instituciones b¨¢sicas en el funcionamiento del pa¨ªs, desde el CGPJ hasta la presidencia de RTVE pasando por el Defensor del Pueblo, para lo que es necesario, y ojal¨¢ por mucho tiempo, el acuerdo de tres quintas partes del Parlamento. El PP deber¨ªa dejar la trinchera y presentarse como lo que es, la alternativa de gobierno cuando oscile el p¨¦ndulo electoral. Para ese fin, quiz¨¢ ser¨ªa bueno estudiar la confluencia con Ciudadanos. A la derecha nada le da m¨¢s votos que ser candidata seria a hacerse con el poder. Sus votantes dejan de ser vol¨¢tiles, abandonan las aventuras descabelladas y reconocen el pragmatismo inapelable de ganar.
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