Netflix, o la educaci¨®n sentimental
El relato de masas del presente, las series televisivas, se sirve del viejo invento del h¨¦roe para transfundirnos las emociones y conductas que debemos observar
Tal vez el invento m¨¢s influyente de nuestra civilizaci¨®n sea el del h¨¦roe. Al menos desde la Il¨ªada los relatos de masas se han servido de esta maravilla t¨¦cnica y de ese mecanismo tan arraigado en la psique humana que es la m¨ªmesis, para educar emocional y moralmente a la poblaci¨®n, que no es poca cosa.
Las peripecias del relato m¨ªtico no ten¨ªan otro prop¨®sito que el de persuadir al oyente de que hab¨ªa que obedecer a los dioses y dejar que nos impusieran el estado de ¨¢nimo que fuera conveniente, por m¨¢s que nos escociese. Para muestra, un bot¨®n: cuando a Aquiles le entra la famosa c¨®lera, porque su correligionario Agamen¨®n le ha robado a Briseida, su esclava sexual, y nuestro h¨¦roe se dispone a romperle la crisma al ladr¨®n, que es lo que le pide el cuerpo, se refrena por la intervenci¨®n de Atenea. No consigue, no obstante, Aquiles, contener del todo su mosqueo monumental y se niega a ir a la batalla. Pero, tras unos cuantos vaivenes, acabar¨¢ obedeciendo el mandato de la diosa, y de la ninfa Tetis, su madre, se reconciliar¨¢ con Agamen¨®n y aceptar¨¢ lo que los griegos entend¨ªan como destino del h¨¦roe, es decir: el sacrificio en aras de la tribu y la dedicaci¨®n a la batalla. Cumplir¨¢ as¨ª con el consejo que se daba a s¨ª mismo, y a los que escuchaban el relato, en el inicio de la disputa: ¡°Es en verdad preciso/ guardar vuestro mandato/ ?oh diosa!, el de entrambas,/ aunque mucho en el alma/ se est¨¦ encolerizado;/ pues es as¨ª mejor. El que a los dioses/ hace caso, mucho le escuchan ellos¡±.
La invenci¨®n del h¨¦roe result¨® tan efectiva para controlar las emociones y los actos de las masas, que ha sido continuamente reciclada y perfeccionada. El cristianismo, sin ir m¨¢s lejos, hizo buen uso de ella: simplific¨® el olimpo a un solo dios e invent¨® las nociones de bien y mal, construyendo as¨ª una sentimentalidad y una moralidad sustentadas sobre un nuevo relato del hero¨ªsmo que magistralmente dise?¨® Agust¨ªn de Hipona. El h¨¦roe agustiniano renuncia, esta vez, a todo posible llamado terrenal para sacrificarse, ya no por sus semejantes, sino por la venida futura del reino de los cielos. Relato que, como sabemos, apuntal¨® la estructura sociopol¨ªtica de la Edad Media.
Esta pr¨¢ctica de la ¡°transfusi¨®n de valores v¨ªa narrativa¡± tuvo, desde los tiempos de S¨®crates, una contrapartida: la tradici¨®n racionalista de la filosof¨ªa. No es de extra?ar que Plat¨®n expulsara a los bardos de su sociedad ideal. As¨ª lo expresaba en La Rep¨²blica: ¡°Nada es m¨¢s capaz de corromper el esp¨ªritu de los que lo escuchan que este g¨¦nero de poes¨ªa, cuando aquellos no est¨¢n provistos del ant¨ªdoto conveniente, que consiste en saber apreciar este g¨¦nero tal cual es¡±. La ambici¨®n del fil¨®sofo era que los poetas dejaran de contarle cuentos a la gente, para que pudiese aflorar nuestro verdadero ser, la raz¨®n, y nos sirvi¨¦ramos de ella para construir una sociedad justa.
La pretensi¨®n de los fil¨®sofos de construir una moral reflexiva, que pervive hasta nuestros d¨ªas ¡ªy tuvo, tal vez su punto culminante en Kant, el m¨¢s radical de los pensadores radicales, que lleg¨® a creer que era posible fundamentar una ¨¦tica puramente racional¡ª, ha sufrido un fracaso estrepitoso.
Hace poco me dec¨ªa una alumna de Valores ?ticos, al hilo del an¨¢lisis de un dilema moral: ¡°Ya profe, en clase qu¨¦ bien lo hacemos todos, pero en el momento de la verdad no piensas, act¨²as seg¨²n te sientes¡±.
Y es que el relato como base de la educaci¨®n sentimental y moral est¨¢ m¨¢s arraigado de lo quiz¨¢ llegamos a percibir. As¨ª lo afirm¨® el psic¨®logo cognitivista Jerome Bruner, tras una vida dedicada a la comprensi¨®n del aprendizaje: ¡°La m¨ªmesis entre el arte y la vida es muy profunda, la vida imita la narrativa (¡). La vida es el mismo tipo de construcci¨®n imaginativa que la propia narrativa¡±.
El relato de masas del presente, las series televisivas, se sirve del viejo invento del h¨¦roe para transfundirnos las emociones y conductas que debemos observar. Aunque bien disimulada, en distintos y muy logrados envoltorios, pr¨¢cticamente todas repiten la misma estructura narrativa. El h¨¦roe o hero¨ªna, lo mismo me da que sea la protagonista de Gambito de dama que la de Star Trek: Discovery, que los aguerridos muchachos de The Stand, lo sacrificar¨¢n todo, no se detendr¨¢n ante el dolor, f¨ªsico ni ps¨ªquico, ni ante ning¨²n sentimiento que pueda poner en riesgo su capacidad de competir, o como dicen los americanos de ¡°get the job done¡±, porque de esa manera, al parecer, salvar¨¢n el mundo, que es de lo que se trata.
Ya no hace falta que el bardo pase por la ciudad, estos nuevos h¨¦roes y hero¨ªnas se han colado en nuestra casa, para recordarnos a diario que tenemos que ser positivos y superar nuestra posible ira, desaliento o lo que sea que podamos, tontamente, sentir, porque nuestro deber es seguir compitiendo, o sea, produciendo, y hacer que siga girando la rueda.
No le des m¨¢s vueltas, hace ya bastante tiempo que Netflix siente y toma las decisiones por ti y parece que seguimos sin ant¨ªdoto.
Pilar Fraile es escritora. Su ¨²ltima novela es D¨ªas de euforia (Alianza Editorial), con la que ha ganado el Premio de la Cr¨ªtica de Castilla y Le¨®n.
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