Pen¨¦lope confinada
Pandemia y teletrabajo han tra¨ªdo un amargo retroceso en el bienestar y los derechos de las mujeres, definiendo los dos ejes de discriminaci¨®n m¨¢s importantes de este joven siglo
El principio es una mujer que espera al h¨¦roe confinada en el hogar. Es Pen¨¦lope, y teje como Ariadna para conjurar el tiempo, demorando la respuesta a los pretendientes mientras que el divino Ulises, el de los muchos senderos, se enfrenta al mundo con audacia y deja su huella. La imagen fundacional de la feminidad es esa mujer que guarda la casa donde se la encierra como a una esencia. Desde su mismo inicio, la existencia femenina aparece delimitada a ese espacio interior del que se la proh¨ªbe salir, como a las hijas de Bernarda Alba. La historia del feminismo es la historia de esa reclusi¨®n, y tambi¨¦n de la divisi¨®n del trabajo que aquella gener¨®: el confinamiento es el precio impuesto por el bienestar del hogar. Los hombres vagan por la tierra ense?oreados en su poderosa identidad guerrera, ocupando el espacio p¨²blico y exigiendo reconocimiento, a condici¨®n de que la mujer cuide su lugar de reposo y renuncie a su identidad p¨²blica para ser solo soporte, apoyo, sustento.
La pandemia ha acercado a todos esa experiencia: la ansiedad de vivir confinados, la merma de nuestra movilidad hasta ese espacio estrecho donde nos afanamos en nuestros proyectos vitales. El malestar, la angustia, el cansancio provocados por el virus tienen que ver con esa reducci¨®n existencial de nuestro espacio f¨ªsico. Se asemeja al malestar ¡°que no tiene nombre¡± del ama de casa, como nos cont¨® Betty Friedan: rodeadas de electrodom¨¦sticos y cargas, al cuidado de los ni?os como ¨²nica aspiraci¨®n m¨ªstica de la plenitud femenina. Se parece tambi¨¦n a la doble jornada descrita por Arlie Russell Hochschild, a las mujeres que sirven, alimentan y mantienen a hijos y esposo, al trabajo informal que sigue a las largas jornadas en empleos infrapagados. Pobreza de tiempo, agotamiento, energ¨ªas escasas como para destinar nada a una vida vivible. Fue Simone de Beauvoir quien se atrevi¨® a gritar que las comodidades, el apoyo emocional brindado en la casa, existen solo a costa de la vida, del abandono de los proyectos de las mujeres.
Pandemia y teletrabajo son los grilletes que hoy nos confinan a todos, pero para nosotras es la reverberaci¨®n de unos l¨ªmites injustos, de una terrible imposici¨®n hist¨®rica. Recluidas de nuevo, se estira y agranda la brecha laboral, la herida de la imposible conciliaci¨®n, y las secuelas que la vulnerabilidad deja en nuestra salud mental. Gilligan hablaba de la empat¨ªa hacia el dolor ajeno, del peso de esa ¨¦tica del cuidado con la que nos socializaron. Pero hemos de seguir renombrando la vida, conversando sobre lo que nos ocurre, reivindicando nuestra voz. Pandemia y teletrabajo han tra¨ªdo un amargo retroceso en el bienestar y los derechos de las mujeres, definiendo los dos ejes de discriminaci¨®n m¨¢s importantes de este joven siglo. ?Por qu¨¦ no estamos hablando sobre ello?
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