Tres d¨ªas de marzo de 2004: del 11-M al 14-M
Quienes jalearon la teor¨ªa de la conspiraci¨®n sobre los atentados yihadistas en Madrid no parecen todav¨ªa dispuestos a dar explicaciones ni a reconocer responsabilidad alguna por lo que ocurri¨®
El 11 de marzo de 2004, apenas pasadas las siete y media de la ma?ana, pudo o¨ªrse una cadena de explosiones en varios vagones en las estaciones de Atocha, Santa Eugenia y el Pozo, en Madrid, cuando cientos de viajeros se dirig¨ªan a sus trabajos y quehaceres cotidianos. El desconcierto y el p¨¢nico se adue?aron de la ciudad en cuesti¨®n de minutos. Tard¨® en saberse que hab¨ªa 192 muertos y m¨¢s de 1.000 heridos. Polic¨ªas y bomberos, sanitarios, forenses, vecinos y muchos ciudadanos de a pie fueron testigos directos del horror. Familiares y amigos de las v¨ªctimas deambularon por los hospitales y por el tanatorio improvisado en el recinto ferial Ifema, en busca de los heridos y, en el peor de los casos, de sus muertos. Madrid se paraliz¨®. Las radios y las televisiones olvidaron sus programaciones, mientras los peri¨®dicos preparaban ediciones especiales. Los l¨ªderes de los partidos pol¨ªticos anunciaron la suspensi¨®n de la campa?a para las elecciones generales convocadas para tres d¨ªas m¨¢s tarde.
En un pa¨ªs desgraciadamente acostumbrado al terrorismo de ETA, se hab¨ªa producido el mayor atentado de su historia. Espa?a se convirti¨® en noticia en la prensa internacional aquel 11 de marzo y al d¨ªa siguiente, cuando millones de ciudadanos salieron a las calles en todas las grandes ciudades para mostrar su repulsa por lo ocurrido. En aquellas manifestaciones de duelo, convocadas por el Gobierno, pero apoyadas por todos los partidos y con asistencia de l¨ªderes mundiales, rein¨® el mayor de los silencios hasta que se dejaron o¨ªr las primeras voces que preguntaban: ¡°?Qui¨¦n ha sido?¡±.
El entonces presidente del Gobierno, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, y el ministro del Interior, ?ngel Acebes, dijeron que hab¨ªa sido ETA. Lo dijeron tambi¨¦n durante el d¨ªa 11 los l¨ªderes de todas las fuerzas pol¨ªticas, salvo Arnaldo Otegi. Pero seg¨²n pasaban las horas y llegaban noticias de fuera, mientras la polic¨ªa investigaba y los expertos en terrorismo ataban cabos, surgieron las dudas. Llegaron los primeros indicios: una furgoneta en la que hab¨ªa una cinta con rezos cor¨¢nicos, una bolsa de deporte con un artefacto que se pudo desactivar, y las primeras detenciones de tres marroqu¨ªes y dos espa?oles de origen hind¨². Las anunci¨® Acebes el s¨¢bado 13 a las ocho de la tarde, el d¨ªa de reflexi¨®n, aunque sigui¨® afirmando que la l¨ªnea ¡°prioritaria¡± de investigaci¨®n continuaba siendo ETA. Cuando habl¨® el ministro, peque?os grupos de personas se concentraban ante la sede del PP en Madrid, coreando gritos como ¡°Aznar no se entera. Ha sido Al Qaeda¡±. Las televisiones retransmit¨ªan en directo lo que ocurr¨ªa, y cada vez llegaba m¨¢s gente, con las radios pegadas al o¨ªdo y sus tel¨¦fonos recibiendo SMS con aquel ¡°p¨¢salo¡±, que se hizo famoso. Internet y los m¨®viles hab¨ªan irrumpido en escena, rompiendo el control informativo de los medios tradicionales, especialmente de la televisi¨®n p¨²blica. Los ciudadanos se merec¨ªan un Gobierno que no les mintiera, dijo desde la sede del PSOE Alfredo P¨¦rez Rubalcaba, despu¨¦s de que Mariano Rajoy saliera al balc¨®n de la calle de G¨¦nova para acusar a ¡°dirigentes de partidos pol¨ªticos¡±, que prefer¨ªa no mencionar, de alentar las concentraciones.
Las encuestas hab¨ªan augurado una victoria del PP, pero gan¨® el PSOE. Aquella victoria, que el PP no encaj¨®, hizo imposible mantener una actitud pol¨ªtica un¨¢nime frente a lo ocurrido. La derrota electoral del PP convirti¨® la primera legislatura de Rodr¨ªguez Zapatero en la legislatura de la ¡°crispaci¨®n¡±. La nueva ley de educaci¨®n, el Estatuto de autonom¨ªa de Catalu?a o el matrimonio homosexual fueron ocasi¨®n de agrios debates. Tambi¨¦n lo fue, por primera vez, la pol¨ªtica antiterrorista, pese al pacto que hab¨ªan firmado los dos grandes partidos en 2001 para sacar el terrorismo del debate pol¨ªtico. Lo hab¨ªa cumplido el PSOE en la legislatura anterior, pero no lo cumpli¨® el PP en la siguiente. Rajoy acus¨® a Zapatero en el Congreso de ¡°romper Espa?a¡±, de ¡°traicionar a los muertos¡± y de ¡°revigorizar¡± a una ETA moribunda. El PP sac¨® la confrontaci¨®n a la calle. Recogi¨® firmas contra el Estatuto catal¨¢n por toda Espa?a, y apoy¨® la convocatoria de manifestaciones multitudinarias en las que se tildaba a Zapatero de ¡°embustero¡± y se ped¨ªa su dimisi¨®n.
Hubo una comisi¨®n de investigaci¨®n en el Congreso, la primera sobre un atentado terrorista. Las comparecencias y los documentos recabados por los comisionados mostraron la distancia entre lo que la investigaci¨®n policial fue descubriendo y lo que el Gobierno de Aznar comunic¨®. Tambi¨¦n la descoordinaci¨®n entre los distintos cuerpos de las fuerzas del orden y la descompensaci¨®n de recursos a favor de la lucha contra ETA frente a otras amenazas terroristas, como aquella, de la que, sin embargo, se ten¨ªa conocimiento previo. Las sesiones fueron broncas. En su comparecencia, Aznar dijo que no iba a pedir perd¨®n nunca, que los ¡°autores intelectuales¡± no andaban en ¡°desiertos remotos ni monta?as lejanas¡±, y que lo que hab¨ªan buscado los partidos de la oposici¨®n y determinados medios de comunicaci¨®n con su ¡°delirante obsesi¨®n¡± contra el PP era ¡°volcar las elecciones¡±, mediante la fabricaci¨®n de una ¡°gran mentira¡±. Cuando las asociaciones de v¨ªctimas del terrorismo cerraron las sesiones, Pilar Manj¨®n, madre de una de las v¨ªctimas del atentado, mirando a los miembros de la comisi¨®n dijo: ¡°Venimos a reprocharles, como representantes del pueblo que son, sus actitudes de aclamaci¨®n, jaleos y v¨ªtores durante el desarrollo de algunas comparecencias¡ ?De qu¨¦ se re¨ªan, se?or¨ªas? ?Qu¨¦ jaleaban? ?Qu¨¦ vitoreaban en esta comisi¨®n?¡±.
Los l¨ªderes populares negaron haber restado legitimidad a la victoria socialista, pero no cejaron en se?alar las circunstancias excepcionales en que se hab¨ªan celebrado los comicios, en deslizar interrogantes sobre la actuaci¨®n de los partidos de la oposici¨®n y de ciertos medios de comunicaci¨®n, y en atribuir responsabilidades a quienes no las ten¨ªan. Porque quien gobernaba entonces era el PP. De ah¨ª a afirmar que todo apuntaba a una conspiraci¨®n en la que aparec¨ªan revueltos los terroristas de ETA junto a los yihadistas, y los socialistas con ciertos polic¨ªas para expulsar al PP del Gobierno, solo hab¨ªa un paso.
La ¡°teor¨ªa de la conspiraci¨®n¡±, alimentada por algunos tertulianos y medios de comunicaci¨®n, no cej¨® siquiera cuando el juicio en 2007 confirm¨® la incuestionable autor¨ªa yihadista, sin traza alguna de etarras. La victoria electoral socialista de 2004 abri¨® la caja de los truenos, y solo la nueva derrota electoral del PP en 2008 llev¨® a Mariano Rajoy a prescindir de quienes se hab¨ªan destacado en la bronca durante aquellos a?os. Las asociaciones de v¨ªctimas del terrorismo, rotas por la confrontaci¨®n, tardaron 10 a?os en sentarse juntas para recordar la tragedia. En la misa solemne que se celebr¨® entonces en la catedral de la Almudena de Madrid, el cardenal Rouco Varela, a punto de abandonar la presidencia de la Conferencia Episcopal, dijo que a¨²n se estaba a la ¡°b¨²squeda de la verdad y de la justicia¡±. Todav¨ªa hoy, quienes jalearon la teor¨ªa de la conspiraci¨®n no parecen dispuestos a dar explicaciones ni reconocer responsabilidad alguna por lo que ocurri¨® durante aquellos tres d¨ªas de marzo.
Mercedes Cabrera es catedr¨¢tica de la Universidad Complutense de Madrid y autora de 11 de marzo 2004. El d¨ªa del mayor atentado de la historia de Espa?a (Taurus).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.