Opinar y castigar
Ante la denuncia de maltrato de g¨¦nero de Roc¨ªo Carrasco, todos parecen llamados a tomar posici¨®n
Nos relacionamos desde hace tiempo seg¨²n el paradigma del sin¨®ptico tomado de la terminolog¨ªa de Zygmunt Bauman, una estrategia social en la que el di¨¢logo que establecemos con la verdad queda circunscrito a una peculiar relaci¨®n en la que la opini¨®n ha tomado la vara de mando. El sin¨®ptico se caracteriza por la exposici¨®n de unos pocos y la observaci¨®n del resto. El paradigma fue, claro, el Gran Hermano, pero en esta sociedad del espect¨¢culo en la que vivimos, donde lo representado parece m¨¢s real que la experiencia vivida, se suceden interminablemente actores para ocupar ese lugar del ser visto.
El sin¨®ptico lo es por una constante exposici¨®n p¨²blica de lo privado, incluso de lo ¨ªntimo, para la visualizaci¨®n de los otros, de modo que el que all¨ª se expone, el que desvela sus intimidades, realiza algo as¨ª como una performance. De esta manera, se producen discursos y modas, los que all¨ª hablan se constituyen en modelo de realidad y, lo que es m¨¢s problem¨¢tico, quedan erigidos como ejemplos morales, que acaban produciendo normas de comportamiento y c¨¢nones sociales. Si bien la mayor¨ªa de las experiencias privadas que aparecen en este sin¨®ptico son de ¨¦xito, de placer, no son menos llamativas las de sufrimiento.
Es este el caso reciente, el de una mujer ¡ªRoc¨ªo Carrasco¡ª que se declara v¨ªctima de maltrato de g¨¦nero. No sabemos si su confesi¨®n ayuda a sacar m¨¢s a la luz la verdadera peste que es el maltrato a las mujeres, o si, por el contrario, el modo de espectacularizaci¨®n en el que ha sucedido su confesi¨®n empa?a y resta potencia a todas aquellas otras voces, modestas, denunciantes tantas veces. Por otro lado, que la interviniente cobre una considerable suma por su exposici¨®n no es en absoluto anecd¨®tico, sino que fomenta precisamente este aspecto de espect¨¢culo. Pecunia non olet, el dinero no huele, como dijera Vespasiano. En este caso, como viene siendo habitual, se suman una escalada de nuevas transacciones econ¨®micas: denuncias, entrevistas, exclusivas, despido laboral, etc¨¦tera, que hacen que lo que Roc¨ªo Carrasco declara en su documental no pueda considerarse un testimonio puro. El resto, los que asistimos a esa puesta en escena, nos hemos convertido, adem¨¢s de en espectadores, en actuantes.
Las secuencias continuadas de estas narraciones performativas hacen, de quienes las siguen, opinadores compulsivos. E incluso, y ah¨ª est¨¢ el juego perverso de la exposici¨®n ¨ªntima, jueces maledicentes y castigadores, capaces de llevar a unos medios, casi siempre hiperactivos, a ensalzar, y a la vez a bajar al barro, a los implicados. Adem¨¢s, esto genera nichos para cuestionables figuras televisivas, pr¨ªncipes de la opini¨®n, e incluso mujeres que se dicen expertas, cuyo feminismo consiste en agredir al otro, ignorando que el feminismo solo puede ser inclusivo.
Tras la emisi¨®n de los primeros cap¨ªtulos del documental en el que Roc¨ªo Carrasco relata su vida ¡ªtoda, al parecer, y no solo el maltrato padecido¡ª se est¨¢n sucediendo columnas de opini¨®n y programas especiales, e incluso se ha contagiado inquietantemente al decir pol¨ªtico (en este caso, importantes l¨ªderes han opinado en sus redes), cuando de sobra sabemos que opini¨®n y voz pol¨ªtica no deber¨ªan ir de la mano. En cualquier caso, se ha generado una nueva y poderosa subjetividad, a la que hay que prestar atenci¨®n: la de un sujeto sujetado a la actividad de la opini¨®n. Opinar es f¨¢cil. Lo dif¨ªcil, lo valioso, es atreverse a pensar, libres de ruidos. Y aqu¨ª Kant nos sale al rescate con su siempre bienvenido sapere aude: atr¨¦vete a pensar cr¨ªticamente, recordando las bondades de la palabra meditada, de la econom¨ªa del decir frente a la charlataner¨ªa.
La cosa no es f¨¢cil, claro. Sin duda, la relaci¨®n con la verdad es problem¨¢tica. No hay m¨¢s que mirar a la historia de la filosof¨ªa para darnos cuenta de lo vertebral del asunto y, a la vez, lo dif¨ªcil del mismo. Dejando de lado las disputas acad¨¦micas, toda la filosof¨ªa parece estar de acuerdo en algo: la verdad debe huir de la opini¨®n. Parm¨¦nides, por ejemplo, nos lo dice en boca de una diosa: pod¨¦is, mortales, guiaros en el conocimiento por dos v¨ªas, siendo una de ellas la doxa, la opini¨®n. Elegida esa, olv¨ªdense de alcanzar la verdad. Todos los fil¨®sofos, si en ellos queremos ver el modelo del bien pensar, se alejaron de la doxa. Y, sin embargo, nosotros hemos parecido olvidar la consigna de la diosa griega.
?Qui¨¦n es Roc¨ªo Carrasco? Me preguntaba al hilo de esta pol¨¦mica una de las mejores cabezas de la actualidad espa?ola. Lo de menos es si se la conoce o no. Basta la pregunta para reconocer que se nos est¨¢ ofreciendo la posibilidad de una l¨®gica diferente, la de sustraernos al sin¨®ptico. Ante la avalancha de opiniones, bienvenidos sean Bartleby y su f¨®rmula: gracias, preferir¨ªa no hacerlo.
Aurora Freijo Corbeira es escritora y profesora de Filosof¨ªa. Acaba de publicar La ternera (Anagrama).
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