La en¨¦sima ola
La pandemia no va a durar para siempre¡ o s¨ª. Esto depender¨¢ de nosotros y de la forma que administremos nuestra atenci¨®n dentro del ecosistema del espect¨¢culo en el que estamos inmersos
La buena gesti¨®n durante la primera ola del coronavirus convirti¨® a Alemania en la referencia del mundo occidental, presentando unos ¨ªndices de mortalidad muy inferiores a la mayor parte de sus vecinos europeos. Alemania ten¨ªa los mejores indicadores de gesti¨®n sanitaria y sus expertos en virolog¨ªa, las principales cabezas visibles de su gesti¨®n, se convirtieron r¨¢pidamente en figuras de relevancia p¨²blica. En verano, se pod¨ªan ver reportajes y entrevistas en todos los medios, conferencias televisadas y hasta conciertos para homenajearlos con fans que vest¨ªan camisetas customizadas con sus caras. Unas semanas despu¨¦s, Alemania sucumbi¨® a la segunda ola demostrando lo que realmente es una pandemia: vivir siempre en la incertidumbre ante la nueva ola que vendr¨¢.
La buena gesti¨®n alemana durante la primera ola elev¨® a cient¨ªficos, gestores sanitarios y expertos a los altares de la atenci¨®n medi¨¢tica. De la noche a la ma?ana, ellos concentraban toda nuestra atenci¨®n con el objetivo de mantenernos informados y concienciados como sociedad. Pero, ?realmente se puede concienciar a alguien repitiendo un mismo discurso una y otra vez? (Spoiler: ?No!). Esta tensi¨®n entre capturar la atenci¨®n de los ciudadanos para concienciarnos y, a la vez, reclamar continuamente nuestra atenci¨®n, ha puesto a todo el conjunto de la sociedad (y la comunidad cient¨ªfica en particular) en una tesitura muy delicada. M¨¢s a¨²n cuando la pandemia converge con ciertos movimientos y tendencias propias de las sociedades actuales.
La primera ola de la pandemia estuvo dominada por el bombardeo continuado de noticias contradictorias por parte de los medios de comunicaci¨®n, lo que nos llev¨® a una situaci¨®n de confusi¨®n generalizada. Los ciudadanos se convirtieron en simples rehenes indefensos ante las constantes incoherencias y los sentimientos encontrados que todas estas incoherencias generaban en sus vidas. De alguna forma, la primera ola estuvo marcada por la metamodernidad que ya ven¨ªa permeando nuestra realidad desde hac¨ªa unos a?os. Seg¨²n esta teor¨ªa, vivimos una ¨¦poca de fuertes oscilaciones en la que nuestra existencia no deja de balancearse continuamente entre situaciones extremas. Lo que en el mundo real viene a decir que lo que hoy es verdad, ma?ana ya no lo es. O lo que, en un contexto de un nuevo virus de origen desconocido, hoy s¨®lo es una gripe, pero ma?ana es un virus letal que acabar¨¢ con la civilizaci¨®n humana. O viceversa.
Pero el paradigma de la pandemia ha cambiado a partir de la primera ola. Las olas sucesivas han pasado a estar dominadas por la hipermodernidad. John David Ebert detalla las claves de este movimiento, dentro del que emerge toda una sociedad de hiperindividuos muy activos digitalmente, aunque totalmente exentos de conexi¨®n real con la historia, con su comunidad o con cualquier objetivo colectivo. Es la sociedad de internet, las redes sociales y la atenci¨®n continuada centrada en individuos. En un contexto de pandemia como la actual, y ante un problema para el que no existen soluciones m¨¢gicas a corto plazo, todo el mundo reclama atenci¨®n. De alguna forma, cada individuo pretende erigirse como h¨¦roe, y esto aunque no haya nada nuevo que decir o lo que se afirme sea algo incoherente o simplemente contraproducente. Si en la primera ola el experto prometi¨® que pod¨ªa resolver el problema, cuando llega la segunda, la ¨²nica opci¨®n que queda es presentar predicciones pesimistas y dibujar escenarios m¨¢s sombr¨ªos de lo que podr¨ªamos imaginar.
Pero la atenci¨®n es un recurso limitado en s¨ª. La incertidumbre ante el dramatismo de la situaci¨®n llev¨® a que de repente obvi¨¢ramos todo lo que no era covid-19. En Europa, ya poco importa el acuerdo final del Brexit, las elecciones en Catalu?a, o el cambio clim¨¢tico. En un mundo pre-pandemia, Greta Thunberg y Elon Musk se hab¨ªan convertido en dos de los grandes iconos de la sociedad de nuestro tiempo. Lo eran por los grandes desaf¨ªos que enfrentaban, pero tambi¨¦n por la propia idiosincrasia de sus personajes. De alguna forma, ellos eran la ola dominante. Pero lo fueron solo hasta el momento en que vino una ola m¨¢s grande en forma de pandemia. Como si de simple aritm¨¦tica se tratase, la atenci¨®n que reciben los expertos en covid-19 ahora es justo la atenci¨®n que deja de recibir Greta y Elon. Y esto a pesar de los esfuerzos de cada uno de ellos por recuperar una parte de la atenci¨®n a trav¨¦s de numerosas interacciones y campa?as que, a pesar de su urgencia, hab¨ªan perdido totalmente el inter¨¦s para una parte muy importante de la sociedad.
La pandemia ha devaluado la atenci¨®n que dedicamos a las viejas estrellas. En el mundo pre-pandemia, influencers, chefs, celebrities y deportistas de alto nivel acaparaban nuestra atenci¨®n. Formaban parte de un ecosistema sostenible de acuerdo a la sociedad de su momento, que se manten¨ªa vivo a costa de nuestra atenci¨®n. Pero un mundo que trabaja remotamente desde casa, y que apenas sale a la calle, no puede capitalizar de ninguna manera su estatus social. Miles de reuniones virtuales en las que dif¨ªcilmente se mantiene la jerarqu¨ªa laboral, medios que publican fotos de famosos en los que tienen que aclarar qui¨¦n es la celebrity en cuesti¨®n porque apenas se distingue su cara con la mascarilla, conciertos en Youtube que no interesan a pr¨¢cticamente nadie, o eventos en streaming como la Semana de la Moda de Par¨ªs, los Globos de Oro o el Foro de Davos, entre otros, han pasado por nosotros sin pena ni gloria. Lo que llevado a realidades m¨¢s pr¨®ximas, son restaurantes de alta cocina que echan el cierre y cuyos chefs tienen que reinventarse como simples cocineros de otro tiempo preparando men¨²s a precios populares, influencers que no dejan de hacer o decir cosas descalabradas, o un gran elenco de famosos o exdeportistas que no dejan de abrirse perfiles en OnlyFans, entre otros ejemplos.
La pandemia no va a durar para siempre¡ o s¨ª. Esto depender¨¢ de nosotros y de la forma que administremos nuestra atenci¨®n dentro del ecosistema del espect¨¢culo en el que estamos inmersos. Los medios de comunicaci¨®n siempre encontrar¨¢n nuevos casos de reinfectados, nuevas cepas, mutaciones del virus o efectos adversos de la vacuna en alg¨²n lugar. Por supuesto, se plantear¨¢n extensos debates sobre ciertos efectos secundarios derivados de las vacunas convirtiendo a algunos vir¨®logos en ac¨¦rrimos antivacunas. Y lo mismo suceder¨¢ con la aparici¨®n de nuevos virus mucho m¨¢s letales en alg¨²n lugar remoto del planeta. Cuando los captadores de atenci¨®n vean que el fil¨®n se acaba, simplemente se inventar¨¢n una nueva narrativa, cada vez m¨¢s desgarradora, que permita alargar su ola y extender su condici¨®n de h¨¦roe. As¨ª, una vez que se anclan a un espect¨¢culo concreto, simplemente no lo pueden dejar ir. Lo que, en consecuencia, demuestra que estamos inmersos en una batalla por la perpetuaci¨®n del problema.
Pero hay algo que subyace m¨¢s all¨¢ de toda esta heroicidad colectiva. Y es que detr¨¢s de cada h¨¦roe siempre debe haber una amenaza y un villano a¨²n m¨¢s terrible. O lo que es lo mismo, a estas alturas de la pandemia, todos los h¨¦roes son Cassandras a las que solo queda anunciar la en¨¦sima ola, por ser ese su ¨²nico ticket a la fama en un nuevo mundo dominado por el terror.
Manuel Cebri¨¢n es jefe de investigaci¨®n en el Max Planck Institute for Human Development en Berl¨ªn y Jos¨¦ Balsa-Barreiro es investigador posdoctoral del MIT Media Lab (EE UU).
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