Entre la caja y la confianza
Quienes proponen la reforma tributaria no conocen o no quieren conocer esa otra Colombia donde m¨¢s de la mitad de las personas vive en la informalidad
Escribo esta columna desde Bogot¨¢, donde debatimos si es el momento de una reforma tributaria. Desde donde se discute, que no es en los territorios de la pobreza y las necesidades b¨¢sicas insatisfechas, hablamos de no perder el grado de inversi¨®n; los yuppies del mundo financiero justifican la urgencia de un recaudo de 23 billones de pesos (m¨¢s de 6.000 millones de d¨®lares) para la distribuci¨®n del ingreso solidario para los m¨¢s necesitados y para cubrir el d¨¦ficit de las finanzas colombianas en ¨¦poca de pandemia.
Esos que llaman los m¨¢s necesitados, para quienes dicen que es fundamental la reforma tributaria, que prefieren llamar ley de sostenibilidad, son los campesinos a quienes esta reforma castiga por garantizar la seguridad alimentaria. Porque quienes la proponen no conocen o no quieren reconocer esa otra Colombia donde el 60% en las ciudades y el 86% el campo, vive en la informalidad. Reforma tributaria s¨ª, pero no como la que est¨¢ en discusi¨®n en el Congreso, porque precisamente no es sostenible.
Sacan del r¨¦gimen de exentos del pago de IVA (impuesto de valor agregado) a los alimentos y pasan a cobrarles IVA a sus insumos encareciendo sus costos de producci¨®n. El campesino que siembra, que cr¨ªa marranos y otros animales, tendr¨¢ adem¨¢s que pagar impuestos por la comida que tiene que darles a las gallinas. Luego el que compre el pollo, si es que le alcanza el ingreso para comer pollo una vez a la semana, le saldr¨¢ obviamente m¨¢s costoso. Los costales en los que exportamos nuestro caf¨¦ o cacao tambi¨¦n deber¨¢n pagar IVA, y as¨ª sucesivamente a los tractores y hasta las guada?adoras. Como bien lo ha planteado el presidente de la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC), Jorge Enrique Bedoya, la estabilidad social de la ruralidad y agente de cambio para la sustituci¨®n de cultivos il¨ªcitos, es castigada.
No es sorprendente. Es la incoherencia del gobierno a la que ya deber¨ªamos estar acostumbrados. 12 millones de personas que viven en el campo, de las cuales la mitad son mujeres, son transparentes para este proyecto. Y no digo que la reforma no sea necesaria. Es que debe ser razonable, concertada, recogiendo el trabajo de la comisi¨®n de expertos internacionales que pusieron a proponer salidas estructurales, escuchando las propuestas serias de Fedesarrollo. De lo contrario terminar¨¢ por afectar la generaci¨®n de empleo cuando la tasa de desocupaci¨®n alcanza el 17%.
Los impuestos al sector de la construcci¨®n, que pr¨¢cticamente salv¨® del descalabro a la econom¨ªa colombiana en el ¨²ltimo a?o es otra de las incoherencias, o el intento de grabar la energ¨ªa solar cuando pedimos caminar hacia un mundo de renovables. No es viable cambiar el esquema de tributos sin una reforma laboral que compense las imposiciones.
Y adem¨¢s olvidan que le dijeron al escaso 40% de empleados formales de Colombia, gran parte de la clase media, que su ahorro para vivienda estaba exento, que pagar la salud cuando m¨¢s enfermos y vulnerables somos es un gasto no suntuoso. Pero es que no tienen pudor en contradecirse. Les falta calle y vida a estos ministros que desde la teor¨ªa piensan que todo es recaudo sin controlar la evasi¨®n en las aduanas corruptas y los ¡°sanandrecitos¡± que complacen el mal gusto de los nuevos ricos.
La reforma que tiene enfrentados a los partidos pol¨ªticos e incluso amenaza con cortar el hilo fr¨¢gil del gobierno y su partido en ¨¦poca electoral, ha dejado ver algo que expresa con sabidur¨ªa la fil¨®sofa Norma Jimeno: ¡°Imagino un pa¨ªs donde la relaci¨®n con los tributos fuera f¨¢cil, basada en la confianza. Nuestro problema tributario, m¨¢s all¨¢ del d¨¦ficit, es la falta de confianza en las instituciones que la planean, en las que luego administran el recaudo¡¡±
Le sobra raz¨®n, c¨®mo podemos confiar cuando estamos viendo d¨ªa a d¨ªa c¨®mo fue que llegaron a gobernar, c¨®mo nos devolvieron a la guerra, como han incrementado la polarizaci¨®n que ofrecieron acabar, c¨®mo invierten en aviones de combate. Qu¨¦ confianza puede tener un ciudadano que lee la reforma y ve c¨®mo proponen grabar los servicios funerarios en momentos en que mueren 420 colombianos cada d¨ªa por la covid. Eso es indolencia.
Necesitamos una reforma que simplifique el IVA, lo haga m¨¢s peque?o y abarque m¨¢s productos sin tocar los alimentos y los servicios p¨²blicos, una reforma acompa?ada de ahorro real en burocracia, transparente en la inversi¨®n, sin excepciones para amigos religiosos que votan de rodillas en las elecciones, pero sobre todo que escuche a los economistas que conocen el pa¨ªs y sus necesidades.
El pulso por hundirla o salvarla pasa por concertarla, mejorarla, pero, sobre todo, por respetarnos, por ganarse la confianza de los ciudadanos a quienes le est¨¢n fallando cada d¨ªa. A los emprendedores que hoy se preguntan si su econom¨ªa naranja es para cobrarles el esfuerzo cuando apenas empiezan a hacer empresa. Tenemos problema de caja, sin duda, pero el problema mayor es que quienes manejan la caja no merecen nuestra confianza.
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