El dictadorzuelo
El Salvador acaba de parir una subespecie de los reg¨ªmenes personalistas que disfruta de la legitimidad de las urnas para luchar contra la corrupci¨®n y las pandillas, aunque tenga que socavar el Estado de derecho
Am¨¦rica Latina es tierra fecunda en la gestaci¨®n de caudillos, dictadores y charlatanes que encandilan con catecismos autoritarios y son aclamados por mayor¨ªas confiadas y creyentes. Per¨®n, Getulio Vargas o Fidel Castro, en el siglo XX, y Hugo Ch¨¢vez, en el XXI, fueron hombres-Estado que prometieron emancipaci¨®n y justicia a cambio de adhesi¨®n y obediencia. La captura de los contrapesos institucionales fue el primer objetivo de esos l¨ªderes temerarios y carism¨¢ticos, elevados a la categor¨ªa de padres de la patria por sus id¨®latras.
El Salvador acaba de parir una subespecie de los reg¨ªmenes personalistas que disfruta de la legitimidad de las urnas para luchar contra la corrupci¨®n y las pandillas, aunque tenga que socavar el Estado de derecho, envilecido por los cacicazgos de la derechista ARENA y el izquierdista Frente Farabundo Mart¨ª. La esposa del presidente Nayib Bukele se extas¨ªa con la danza cl¨¢sica y El Cascanueces de Tchaikovsky, mientras el dictadorzuelo centroamericano patea la divisi¨®n de poderes. El pueblo y el funcionariado consienten sus alcaldadas y el maltrato de las garant¨ªas constitucionales: otra desgraciada regresi¨®n cultural en una regi¨®n abonada a los cesarismos, la banalizaci¨®n de los derechos y el desfallecimiento de la democracia.
La complacencia social con el presidente tuitero no parece residir en la jovialidad de su visera al rev¨¦s, ni en planteamientos pol¨ªticos y econ¨®micos, sino en los resultados de las denunciadas componendas con las maras para reducir las estad¨ªsticas de asesinatos, extorsiones y secuestros. A la ciudadan¨ªa raqu¨ªtica en cultura democr¨¢tica le traen al pairo los decretazos y el avasallamiento de la Corte Suprema y la Fiscal¨ªa General si sirven para colgar del palo mayor a los delincuentes.
Una naci¨®n de seis millones y medio de habitantes despedazada por seis decenios de violencia insurreccional y guerra civil est¨¢ condenada a la decadencia de los valores ciudadanos y al afianzamiento del despotismo si no logra atenuar la marginaci¨®n y la pobreza ni integra a los 40.000 pandilleros desplegados en la mayor¨ªa de los municipios, con cientos de miles de c¨®mplices entre colaboradores y parientes. Las bandas est¨¢n determinando el futuro nacional al haberse constituido, desde hace a?os, en una suerte de bloque electoral que ejerce coerci¨®n sobre candidatos y votantes y recibe fondos para distribuirlos en sus barriadas.
El delito organizado se impuso como interlocutor encubierto del Estado cuando no pudo ser derrotado; ocurri¨® en Colombia, M¨¦xico y otros pa¨ªses. La incapacidad del Estado salvadore?o para solucionar la inseguridad, la corrupci¨®n y las causas de la masiva emigraci¨®n condujeron a la profanaci¨®n militar del Congreso, los centros de detenci¨®n ilegales, las camarillas olig¨¢rquicas, el acoso a la prensa y el desconocimiento de los Acuerdos de Paz. Y lo m¨¢s grave: el silencio de la mayor¨ªa ante las burlas del alev¨ªn de s¨¢trapa a la rendici¨®n cuentas, preceptiva en los Estados de derecho.
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