Un mundo sin p¨¢rpados
Las esferas p¨²blica y privada, antes delimitadas, llevan tiempo erosion¨¢ndose en internet. La frontera hoy est¨¢ en un bot¨®n que activa o desactiva una c¨¢mara capaz de convertir nuestro dormitorio en un auditorio
Nada m¨¢s cercano a la ceguera que un mundo saturado de imagen. Nuestro mundo-pantalla en cierta forma vuelve m¨¢s dif¨ªcil cerrar los p¨¢rpados, y ante la saturaci¨®n y disponibilidad que incita a ver todo el tiempo complica observar lo mirado, detener la imagen y profundizar en ella, abordar el espesor m¨¢s all¨¢ de lo epid¨¦rmico. La dificultad de mirar sin p¨¢rpados conlleva el riesgo de inmunizarnos frente a las im¨¢genes que en otro tiempo nos hubieran agitado: ese ni?o tiritando en la frontera, esas muertes masivas.
Porque la luz tiene fama de alentadora, pero ?han advertido c¨®mo muchas de las cosas que importan suelen protegerse de ella y necesitan oscuridad o p¨¢rpados? Sin ellos, ?c¨®mo entornar los ojos para enfocar lo que importa?, ?c¨®mo descansar en el sue?o o ensimismarnos en el pensamiento interior?
Como si por defecto las compuertas de los dispositivos tecnol¨®gicos estuvieran abiertas todo el tiempo, y con ellas tambi¨¦n los ojos, no siempre hay transici¨®n entre las pantallas. A menudo, incluso esas pantallas vienen con c¨¢maras y, por tanto, con la posibilidad de ser vistos en lo que antes fue nuestra intimidad y madriguera, peque?as viviendas, pisos y habitaciones mayoritariamente en el contexto urbano. Algunos que pueden se mudan a casas m¨¢s grandes o a pueblos.
Aqu¨ª o all¨ª las habitaciones donde vivimos son, cada vez m¨¢s, salas donde multitud de solos conectados tambi¨¦n trabajamos. Las esferas p¨²blica y privada, antes delimitadas, llevan tiempo erosion¨¢ndose en internet y la frontera entre ellas est¨¢ en un bot¨®n que activa o desactiva una c¨¢mara y que es capaz de convertir, a golpe de dedo, nuestro dormitorio en un auditorio.
En este escenario vital-laboral que se normaliza, el trabajo inmaterial se est¨¢ transformando en una pr¨¢ctica de pr¨¢cticas indefinidas que trascienden aquella actividad central que buscaba disciplinarnos y describirnos socialmente. En su lugar el trabajo se derrama y nos desborda, haci¨¦ndose de una lluvia de tareas mediadas por tecnolog¨ªa y tejidas con comunicaci¨®n y n¨²meros; actividades dispersas que van cambiando, relacionadas con la visibilidad y la auto-promoci¨®n. Siendo ambiguas en su definici¨®n y pago, estas tareas son, sin embargo, claras en tener al sujeto como protagonista en el escaparate digital.
Bajo el escrutinio p¨²blico online se puede tener una vida y trabajo modestos, pero experimentar una ansiedad de famoso. Como respuesta, las estrategias de supervivencia a las que empuja el medio estimulan la impostura y, m¨¢s all¨¢, donde empieza la carne, se naturalizan los ansiol¨ªticos.
En cierta forma, es como si el p¨¢rpado estuviera atascado o el interruptor que nos apaga la luz para dormir, profundizar o distanciarnos de la tecnolog¨ªa no funcionara. Hay entonces algo excesivo que fatiga, no solo en la apropiaci¨®n del tiempo, sino en la hipervisibilidad que ofrece la vida conectada, en tanto ha normalizado h¨¢bitat laboral y vital. Desde ella me pregunto, ?d¨®nde residen las sombras cuando el sentido del hacer descansa en ser visto y para ello precisa estar iluminado?
Que los sujetos (con sus nombres y biograf¨ªas) vayan adjuntos a una opini¨®n o trabajo expuestos implica que la cr¨ªtica, tambi¨¦n expuesta, se cierne implacable como causa posible de da?o donde se dificulta el tiempo reflexivo. Que su nombre iluminado (aunque solo lo sea para usted) protagonice sus redes le hace sentir que no debe bajar la guardia, le dificulta esconderse. A la p¨¦rdida de sombra ¡ªque es aqu¨ª una clara p¨¦rdida de intimidad¡ª se suma que los tiempos de trabajo est¨¢n entrelazados con la exposici¨®n p¨²blica.
Nada hace sentir m¨¢s vulnerable a un trabajador creativo que exponerse en su obra y hacerlo, como hoy, en escaparates tecnol¨®gicos sin horarios ni p¨¢rpados, donde es habitual sentir que est¨¢n ocupados todo el d¨ªa en el bucle de un hacer digitalizado. Si fueran ricos o valientes hace tiempo que muchos habr¨ªan abandonado las redes o las gestionar¨ªan de otras maneras, pero ser visibles es hoy exigencia para que ellos mismos difundan sus trabajos y participen de la cadena que retroalimenta el circuito productivo. La competici¨®n es por lograr m¨¢s ojos en tanto canjeables como nueva forma de valor.
En la visibilidad contempor¨¢nea se funden las esferas cl¨¢sicas que hasta hace poco permit¨ªan diferenciar la vida abiertamente accesible a los dem¨¢s como vida p¨²blica, la que conformamos con las personas que vivimos como vida privada, y la que solo nos pertenece a cada uno como vida ¨ªntima. Hay quien sit¨²a la crisis del sujeto contempor¨¢neo en la disoluci¨®n de las esferas p¨²blica e ¨ªntima y en su fusi¨®n en el mar p¨²blico-privado que conformamos en nuestras habitaciones conectadas.
Pienso en las culturas pasadas y diversas que conozco y en todas ellas un rasgo com¨²n ha sido la protecci¨®n de la esfera privada. Ahora no solo no se protege, sino que muchas personas buscan visibilizarla en la red, como si eso fuera parte reclamada para su expectativa laboral y de socializaci¨®n, convirtiendo sus vivencias en capital. Pero matizo, tras ese ¡°buscan¡± creo que muchos ¡°se sienten obligados a estar¡± para ser vistos, y a ser vistos para seguir trabajando.
Hace tiempo que el modelo de negocio digital brinda gratuitamente sus servicios de uso a cambio de apropiarse de datos y de tiempo, incentivando la conversi¨®n del sujeto en producto. El prop¨®sito es que los usuarios pasen m¨¢s tiempo en las aplicaciones y plataformas. Aunque ni ustedes ni yo interesamos expresamente, interesa que participemos del circuito de control global: que al compartir lo que hacemos, la rueda gire, dejemos rastros, y esto exija a otros pronunciarse, portar el poder de dejar huellas y datos para pronosticarnos, siendo parte activa de los modos de control y de productividad.
Primero se orienta a exponerlo todo, se archiva silenciosamente, despu¨¦s se genera la ilusi¨®n de olvido bajo el recordatorio de contingencia y exceso, y pasado el tiempo se recupera, pudiendo juzgar lo guardado indefinidamente, cuando probablemente los sujetos ya sean otros. He aqu¨ª una cuesti¨®n cardinal para la ansiedad que marca nuestras vidas (no solo trabajo), que ante la puesta en riesgo de la intimidad en un mundo abierto, claramente, no es igual dirigir estas fuerzas de exposici¨®n desde dentro de uno mismo, por voluntad y decisi¨®n propia, que incentivadas desde el exterior. Esto es clave en la exteriorizaci¨®n de la vida ¨ªntima. Porque hay grados de transparencia y hay persianas, pero ?qui¨¦n tiene el control? De hecho, todo apunta a que la externalizaci¨®n de la intimidad es un motor rentabilizado por el poder econ¨®mico, azuzado por el mercado que en ella encuentra la materia prima para gestionar y predecir a las personas desde la tecnolog¨ªa.
Qu¨¦ alivio entonces poder controlar los p¨¢rpados. Qu¨¦ alivio contar con la oscuridad que permite detenernos y extra?arnos ante las cosas, recuperar la atenci¨®n perdida, entornar los ojos e interpelar lo mirado manteniendo activa nuestra curiosidad. Qu¨¦ alivio frenar en el ver productivo de quien acumula sin integrar ni componer lo que recolecta sinti¨¦ndose solo frente a su pantalla.
La sumisi¨®n de un mundo sin p¨¢rpados es posible porque se debilitan las formas ¨¦ticas de solidaridad y ciudadan¨ªa, pero tambi¨¦n el pensamiento propio que requiere sujetos con p¨¢rpados y vida ¨ªntima. De c¨®mo una ¨¦poca gestiona, promueve o dificulta la intimidad para unos y otros se derivan diferentes mundos de vida y de ciudadan¨ªa. Dir¨ªa que distintos grados y espejismos de libertad.
Remedios Zafra es investigadora en el Instituto de Filosof¨ªa del CSIC y autora de Fr¨¢giles. Cartas sobre la ansiedad y la esperanza en la nueva cultura (Anagrama).
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