Teletrabajo, ¡®zoom¡¯ y depresi¨®n: el fil¨®sofo Byung-Chul Han dice que nos autoexplotamos m¨¢s que nunca
El coronavirus acelera algunos males de nuestro tiempo. Las videoconferencias no aportan la felicidad del contacto directo, desaparecen rituales y espacios comunes. El pensador surcoreano escribe para ¡®Ideas¡¯ un ensayo donde invita a aprovechar la crisis para una revisi¨®n radical de nuestro modo de vida
El virus SARS-CoV-2 es un espejo que refleja las crisis de nuestra sociedad. Hace que resalten aun con m¨¢s fuerza los s¨ªntomas de las enfermedades que nuestra sociedad padec¨ªa ya antes de la pandemia. Uno de estos s¨ªntomas es el cansancio. De un modo u otro, todos nos sentimos hoy muy fatigados y extenuados. Se trata de un cansancio fundamental, que permanentemente y en todas partes acompa?a nuestra vida como si fuera nuestra propia sombra. Durante la pandemia nos sentimos incluso m¨¢s agotados que de costumbre. Hasta la inactividad a la que fuerza el confinamiento nos fatiga. No es la ociosidad, sino el cansancio, lo que impera en tiempos de pandemia.
En mi ensayo La sociedad del cansancio, publicado por primera vez hace 10 a?os, describ¨ª la fatiga como una enfermedad de la sociedad neoliberal del rendimiento. Nos explotamos voluntaria y apasionadamente creyendo que nos estamos realizando. Lo que nos agota no es una coerci¨®n externa, sino el imperativo interior de tener que rendir cada vez m¨¢s. Nos matamos a realizarnos y a optimizarnos, nos machacamos a base de rendir bien y de dar buena imagen.
En la sociedad neoliberal del rendimiento se lleva a cabo una explotaci¨®n sin autoridad. El sujeto forzado a rendir, a explotarse a s¨ª mismo, es a la vez amo y esclavo. Por as¨ª decirlo, cada uno lleva consigo su propio campo de trabajos forzados. Lo peculiar de este campo de trabajos forzados es que uno es al mismo tiempo prisionero y vigilante, v¨ªctima y criminal. En eso se diferencia del sujeto obediente de la sociedad disciplinaria, que Foucault describe en su libro Vigilar y castigar. Pero Foucault no se dio cuenta del surgimiento de la sociedad neoliberal del rendimiento, en la que nos explotamos voluntariamente.
Lo que caracteriza al sujeto de esta sociedad, que al verse forzado a rendir se explota a s¨ª mismo, es la sensaci¨®n de libertad. Explotarse a s¨ª mismo es m¨¢s eficaz que ser explotado por otros, porque conlleva la sensaci¨®n de libertad. Ya Kafka expres¨® muy certeramente esta parad¨®jica libertad del siervo que se cree amo. Uno de sus aforismos dice: ¡°El animal le arrebata el l¨¢tigo al amo y se azota a s¨ª mismo para ser amo, sin saber que eso no es m¨¢s que una fantas¨ªa que se genera cuando en la correa del l¨¢tigo del amo se ha formado un nuevo nudo¡±. Este animal que se azota a s¨ª mismo encarna aquel sujeto obligado a rendir que, explot¨¢ndose a s¨ª mismo, se figura que es libre.
Lo siniestro del SARS-CoV-2 es que los contagiados padecen de agotamiento y de abatimiento extremos. Adem¨¢s, cada vez se oyen m¨¢s casos de enfermos que incluso despu¨¦s de haber sanado siguen padeciendo graves secuelas. Una de ellas es el s¨ªndrome de fatiga, que se puede describir muy bien con la frase cuando la bater¨ªa ya no se recarga. Los afectados ya no son capaces de rendir ni de trabajar. Les cuesta incluso llenar un vaso de agua. Ya solo al caminar tienen que detenerse constantemente porque se sofocan. Se sienten cad¨¢veres vivientes. Una paciente explica: ¡°Es como cuando al m¨®vil le queda solo el 4% de bater¨ªa y con ese 4% tienes que aguantar todo el d¨ªa, sin poder recargarlo¡±.
Pero entre tanto el virus no agota ¨²nicamente a los contagiados, sino tambi¨¦n a los sanos. En su ensayo Pandemia: la covid-19 estremece al mundo, Slavoj ?i?ek dedica todo un cap¨ªtulo a la pregunta ¡°?Por qu¨¦ estamos siempre cansados?¡±. En ese cap¨ªtulo, ?i?ek analiza en detalle mi ensayo La sociedad del cansancio, que muy aduladoramente califica de ¡°obra maestra¡±, y objeta que la explotaci¨®n a cargo de otros no es que haya dado paso a la autoexplotaci¨®n, sino que se ha externalizado a los pa¨ªses del Tercer Mundo. Estoy de acuerdo con ?i?ek. Es eso lo que sucede. La sociedad del cansancio describe la sociedad neoliberal de Occidente y no a los trabajadores de las f¨¢bricas chinas. A estos yo no les diagnosticar¨ªa autoexplotaci¨®n. Pero, por otro lado, lo que yo llamar¨ªa mentalidad neoliberal se propaga tambi¨¦n en el Tercer Mundo a trav¨¦s de los medios sociales. Tambi¨¦n ah¨ª los hombres se a¨ªslan y se vuelven narcisistas. Como todos los dem¨¢s, asimilan el mantra neoliberal: quien fracasa lo hace por su culpa. Se acusan a s¨ª mismos y no a la sociedad. En mayor o menor medida, los medios sociales convierten a cada uno de nosotros en productor, en empresario de s¨ª mismo. Globalizan el estilo de vida neoliberal.
?i?ek no analiza ese cansancio fundamental, que ya no afecta solo a la sociedad occidental, sino que parece representar un fen¨®meno global. Desde luego no solo fatiga la presi¨®n interior, sino tambi¨¦n la presi¨®n externa; no solo agota la autoexplotaci¨®n, sino tambi¨¦n la explotaci¨®n a cargo de otros. Las condiciones globales de producci¨®n, la propia presi¨®n por crecer y por producir nos exten¨²a a todos. Hay sin embargo un pasaje en el que ?i?ek parece entusiasmarse con mi tesis de la autoexplotaci¨®n, cuando escribe: ¡°[Las personas que teletrabajan] parecen sacar a¨²n m¨¢s tiempo para ¡®explotarse a s¨ª mismas¡±. As¨ª pues, en ¨¦poca de pandemia el campo neoliberal de trabajos forzados se llama teletrabajo.
Tambi¨¦n el teletrabajo cansa, incluso m¨¢s que el trabajo en la oficina. Causa tanta fatiga, sobre todo, porque carece de rituales y de estructuras temporales fijas. Es agotador el teletrabajo en solitario, pasarse el d¨ªa sentado en pijama delante de la pantalla del ordenador. Tambi¨¦n nos agota la falta de contactos sociales, la falta de abrazos y de contacto corporal con los dem¨¢s. Mi libro La desaparici¨®n de los rituales sali¨® publicado en Alemania antes de la pandemia (en Espa?a se public¨® durante la pandemia, en mayo de 2020). En ¨¦l describo nuestro presente partiendo de la tesis de la desaparici¨®n de los rituales. Hoy estamos perdiendo las estructuras temporales fijas, incluso las arquitecturas temporales, que dan estabilidad a la vida. Adem¨¢s, los rituales generan una comunidad sin comunicaci¨®n, mientras que lo que hoy predomina es una comunicaci¨®n sin comunidad. Los medios sociales y la permanente escenificaci¨®n del ego nos agotan porque destruyen el tejido social y la comunidad. Tambi¨¦n aqu¨ª se confirma de nuevo la tesis de que el virus es el espejo de la sociedad y agudiza sus crisis. El virus acelera la desaparici¨®n de los rituales y la erosi¨®n de la comunidad. Se eliminan incluso esos rituales que a¨²n quedaban, como ir al f¨²tbol o a un concierto, ir a comer a un restaurante, ir al teatro o al cine. La distancia social destruye lo social. El otro se ha convertido en un potencial portador del virus con el que tengo que mantener la distancia. El virus radicaliza esa expulsi¨®n de lo distinto que ya antes de la pandemia diagnostiqu¨¦ muchas veces. En verdad, el virus act¨²a como un amplificador de las crisis de nuestra sociedad. Todas las crisis sociales que yo ya hab¨ªa detectado se han visto ahora agravadas.
Tambi¨¦n nos agotan las permanentes videoconferencias, que nos convierten en videozombis. Sobre todo nos obligan a mirarnos todo el tiempo en el espejo. Cansa contemplar el propio rostro en la pantalla, estamos todo el rato frente a nuestro propio rostro. No deja de ser una iron¨ªa que el virus haya aparecido justamente en la ¨¦poca de los selfis, que se explican sobre todo por ese narcisismo que se va propagando por nuestra sociedad. El virus potencia el narcisismo. Durante la pandemia todo el mundo se confronta sobre todo con su propio rostro. Ante la pantalla nos hacemos una especie de selfi permanente.
El videonarcisismo tiene unos efectos secundarios absurdos: ha provocado un auge de las operaciones est¨¦ticas. Ver en la pantalla una imagen distorsionada o borrosa hace que las personas empiecen a dudar de su propio aspecto. Cuando la pantalla tiene buena definici¨®n percibimos de pronto arrugas, ca¨ªda progresiva del cabello, manchas cut¨¢neas, bolsas lagrimales u otras alteraciones cut¨¢neas poco est¨¦ticas. Durante la pandemia se multiplicaron en Google las b¨²squedas relacionadas con operaciones est¨¦ticas. En ¨¦poca de confinamiento los cirujanos pl¨¢sticos se ven desbordados por la demanda de intervenciones para eliminar las muestras de fatiga. Entre tanto, se habla ya de videodismorfia. El espejo digital hace que la gente caiga en una dismorfia, es decir, que preste una atenci¨®n exagerada a posibles defectos en su aspecto corporal. El virus radicaliza el delirio de optimizaci¨®n, que ya antes de la pandemia nos pon¨ªa fren¨¦ticos. Tambi¨¦n en esto el virus es el espejo de nuestra sociedad, y en el caso de la videodismorfia no solo en sentido metaf¨®rico, sino en el sentido m¨¢s literal: un espejo que hace que nos desesperemos a¨²n m¨¢s por el propio aspecto. Tambi¨¦n la videodismorfia nos fatiga mucho. Es un fen¨®meno derivado de la distop¨ªa digital.
El Gobierno alem¨¢n ha recalcado reiteradamente que la pandemia le ha dado por fin a la digitalizaci¨®n el impulso necesario, que ha librado al pa¨ªs de su vergonzoso retraso digital. En lo que respecta a digitalizaci¨®n, Alemania es de hecho un pa¨ªs l¨ªder del Tercer Mundo, lo cual, personalmente, no me molesta. Me encantar¨ªa vivir en una zona sin cobertura y dedicarme a la jardiner¨ªa. Para m¨ª ser¨ªa una maravilla. En mi libro Loa a la tierra. Un viaje al jard¨ªn cuento lo feliz que me siento pasando el tiempo en el jard¨ªn, ajeno al paroxismo de la comunicaci¨®n digital. Ahora, gracias a la pandemia, Alemania est¨¢ entrando finalmente en el primer mundo. Cualquiera dir¨ªa que la digitalizaci¨®n es hoy un fin en s¨ª mismo. Despu¨¦s de todo, ya sabemos que a los pol¨ªticos no les gusta pensar. Tampoco les interesa saber qu¨¦ es una buena vida. Al parecer, su m¨¢xima suprema es el crecimiento. En realidad deber¨ªa preocuparles mucho que la digitalizaci¨®n socave las bases de la democracia con las noticias falsas, los bots en redes sociales o los ej¨¦rcitos de troles.
En el delirio del crecimiento se olvida siempre que los efectos secundarios de la digitalizaci¨®n que la pandemia pone de relieve son, precisamente, los negativos. La comunicaci¨®n digital es una comunicaci¨®n bastante unilateral, que no se transmite con el cuerpo ni a trav¨¦s de miradas y que, por tanto, es bastante reducida. La pandemia provoca que se establezca como est¨¢ndar este tipo de comunicaci¨®n, que en s¨ª misma resulta tan inhumana. La comunicaci¨®n digital nos exten¨²a much¨ªsimo. Es una comunicaci¨®n sin resonancia, una comunicaci¨®n que no nos da la felicidad. En una videoconferencia, por motivos puramente t¨¦cnicos, no podemos mirarnos a los ojos. Clavamos la vista en la pantalla. Nos resulta agotador que falte la mirada del otro. Ojal¨¢ la pandemia nos haga darnos cuenta de que ya la mera presencia corporal del otro tiene algo que nos hace sentir felices, de que el lenguaje implica una experiencia corporal, de que un di¨¢logo logrado presupone un cuerpo, de que somos seres corp¨®reos. En La desaparici¨®n de los rituales se?al¨¦ sobre todo la dimensi¨®n corporal de los rituales:
¡°Los rituales son procesos de incorporaci¨®n y escenificaciones corp¨®reas. Los ¨®rdenes y los valores vigentes en una comunidad se experimentan y se consolidan corporalmente. Quedan consignados en el cuerpo, se incorporan, es decir, se asimilan corporalmente. De este modo, los rituales generan un saber corporizado y una memoria corp¨®rea, una identidad corporizada, una compenetraci¨®n corporal. La comunidad ritual es una corporaci¨®n. A la comunidad en cuanto tal le es inherente una dimensi¨®n corporal. La digitalizaci¨®n debilita el v¨ªnculo comunitario por cuanto que tiene un efecto descorporizante. La comunicaci¨®n digital es una comunicaci¨®n descorporizada¡±.
Ya antes de la pandemia se propagaba la histeria por la salud. Lo que m¨¢s nos preocupa hoy es sobrevivir, como si nos hall¨¢ramos en permanente estado de guerra. En la lucha por la supervivencia no se plantea la cuesti¨®n de la calidad de vida. Todas las fuerzas vitales se aplican para prolongar la vida a cualquier precio. En el libro La sociedad paliativa, que saldr¨¢ publicado en Espa?a el 20 de abril (Herder Editorial), describo nuestra sociedad actual como una sociedad de la supervivencia. En vista de la pandemia, la enconada lucha por sobrevivir experimenta una radicalizaci¨®n viral. La guerra contra el virus hace que se recrudezca la lucha por sobrevivir. El virus convierte el mundo en una cuarentena en la que la vida se anquilosa por completo, convertida en supervivencia. La salud es elevada a objetivo supremo de la humanidad.
La sociedad de la supervivencia pierde por completo la capacidad de valorar la calidad de vida. Incluso el disfrute es sacrificado en el altar de una salud entronizada como objetivo en s¨ª mismo, a la que ya Nietzsche llamaba la ¡°nueva diosa¡±. Tambi¨¦n la rigurosa prohibici¨®n de fumar remite a la histeria por sobrevivir. La supervivencia debe sustituir al disfrute. No puede disfrutar quien ¨²nicamente se preocupa de sobrevivir. La prolongaci¨®n de la vida se acaba convirtiendo en el valor supremo. De buen grado sacrificamos a la supervivencia todo lo que hace que la vida sea digna de ser vivida. En vista de la pandemia tambi¨¦n se acata sin discusi¨®n la radical restricci¨®n de derechos fundamentales. Aceptamos sin rechistar el estado de excepci¨®n, que reduce la vida a pura supervivencia. Bajo el estado de excepci¨®n viral nos confinamos voluntariamente y nos ponemos en cuarentena.
Los coreanos denominan corona blues al estado depresivo que se ha ido propagando durante la pandemia. Durante la cuarentena, sin contacto social, se agudiza la depresi¨®n, que es la aut¨¦ntica pandemia del presente. La sociedad del cansancio comienza con el siguiente diagn¨®stico:
¡°Toda ¨¦poca tiene sus enfermedades emblem¨¢ticas. As¨ª, existe una ¨¦poca bacterial que, sin embargo, toca a su fin con el descubrimiento de los antibi¨®ticos. A pesar del manifiesto miedo a la pandemia gripal, actualmente no vivimos en la ¨¦poca viral. La hemos dejado atr¨¢s gracias a la t¨¦cnica inmunol¨®gica. El comienzo del siglo XXI, desde un punto de vista patol¨®gico, no ser¨ªa ni bacterial ni viral, sino neuronal. Las enfermedades neuronales como la depresi¨®n, el trastorno por d¨¦ficit de atenci¨®n con hiperactividad (TDAH), el trastorno l¨ªmite de la personalidad (TLP) o el s¨ªndrome de desgaste profesional (SDP) definen el panorama patol¨®gico de comienzos de este siglo¡±.
Pronto tendremos vacunas suficientes contra el virus. Pero no habr¨¢ vacunas contra la pandemia global de la depresi¨®n. En Corea del Sur se suicidan todos los a?os muchos miles de personas. La causa principal es la depresi¨®n. En 2018 se trataron de suicidar unos 700 escolares. Los medios hablan entre tanto de una ¡°masacre silenciosa¡±. Por el contrario, en Corea del Sur han muerto hasta ahora de covid unas 1.700 personas. La pandemia agrava tambi¨¦n el problema del suicidio. Desde que estall¨® la pandemia, el ¨ªndice de suicidios ha aumentado en Corea vertiginosamente. Parece ser que el virus es un catalizador de la depresi¨®n. Sin embargo, a nivel global a¨²n se sigue prestando demasiada poca atenci¨®n a las consecuencias ps¨ªquicas de la pandemia.
La depresi¨®n es un s¨ªntoma de la sociedad del cansancio. El sujeto forzado a rendir sufre de s¨ªndrome del desgaste profesional (en ingl¨¦s, burnout) desde el momento en que siente que ya no puede m¨¢s. Fracasa por culpa de las exigencias de rendimiento que se impone a s¨ª mismo. La posibilidad de no poder m¨¢s le lleva a hacerse autorreproches destructivos y a autoagredirse. El sujeto forzado a rendir pelea contra s¨ª mismo y sucumbe por ello. En esta guerra librada contra s¨ª mismo, la victoria se la lleva el desgaste laboral.
El virus SARS-CoV-2 sobrecarga nuestra sociedad del cansancio radicalizando sus distorsiones patol¨®gicas. Nos sume en un agotamiento colectivo y, por eso, se podr¨ªa llamar tambi¨¦n el virus del cansancio. Pero el virus es asimismo una crisis en el sentido etimol¨®gico de krisis, que significa ¡°punto de inflexi¨®n¡±: al hacernos un apremiante llamamiento a cambiar nuestra forma de vida, tambi¨¦n podr¨ªa causar la reversi¨®n de esta precariedad. Solo podremos conseguirlo, eso s¨ª, si sometemos nuestra sociedad a una revisi¨®n radical, si logramos hallar una nueva forma de vida que nos haga inmunes al virus del cansancio.
Byung-Chul Han, fil¨®sofo y ensayista surcoreano, imparte clases en la Universidad de las Artes de Berl¨ªn. Es autor, entre otros libros, de ¡®La sociedad del cansancio¡¯ y ¡®Caras de la muerte¡¯ (Herder, 2020).
Traducci¨®n de Alberto Ciria.
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