Inteligencia artificial y democracia
Debemos seguir intentando inventar procedimientos e instituciones que funcionen en la nueva constelaci¨®n digital, al igual que lo han hecho nuestros antepasados en otros momentos de la historia

Los efectos de la inteligencia artificial sobre los diversos aspectos de nuestra vida han suscitado toda clase de expectativas y preocupaciones. Han impulsado un esfuerzo regulatorio que, en la Uni¨®n Europea se ha traducido en c¨®digos ¨¦ticos, una regulaci¨®n para proteger la privacidad y una propuesta reciente acerca de las precauciones que hemos de tener con los sistemas autom¨¢ticos de decisi¨®n. Las perspectivas desde las que se ha enfocado la cuesti¨®n son fundamentalmente el derecho privado, la reforma administrativa, la ciberseguridad y las recomendaciones ¨¦ticas, pero apenas la hemos pensado desde el punto de vista de la democracia, salvo algunos ensayos de corte catastrofista o, en el otro extremo, planteando unas promesas de democratizaci¨®n completamente ilusorias. La digitalizaci¨®n tiene una gran relevancia pol¨ªtica que no solo tiene que ver con el hecho de que de sea objeto de la pol¨ªtica (que haya unas pol¨ªticas de lo digital), sino que la digitalizaci¨®n misma ha de ser entendida como un proceso pol¨ªtico. En los debates acerca de la inteligencia artificial se habla mucho de su dimensi¨®n ¨¦tica, jur¨ªdica, econ¨®mica, pero muy poco de su dimensi¨®n pol¨ªtica.
Es necesario pensar qu¨¦ quiere decir autogobierno democr¨¢tico y qu¨¦ sentido tiene la libre decisi¨®n pol¨ªtica en esta nueva constelaci¨®n. Se tratar¨ªa de desarrollar una teor¨ªa de la decisi¨®n democr¨¢tica en un entorno mediado por la inteligencia artificial, elaborar una teor¨ªa cr¨ªtica de la raz¨®n autom¨¢tica. Necesitamos una filosof¨ªa pol¨ªtica de la inteligencia artificial, una aproximaci¨®n que no puede ser cubierta ni por la reflexi¨®n tecnol¨®gica ni por los c¨®digos ¨¦ticos.
Tenemos que prestar una mayor atenci¨®n a las disrupciones que esta nueva constelaci¨®n (sistemas cada vez m¨¢s inteligentes, una tecnolog¨ªa m¨¢s integrada y una sociedad m¨¢s cuantificada) va a producir en nuestra forma de organizaci¨®n democr¨¢tica. Ciertas decisiones ya no son adoptadas ¨²nicamente por los seres humanos sino confiadas en todo o en parte a sistemas que procesan datos y dan lugar a un resultado que no era plenamente pronosticable. ?Qu¨¦ pasa con la libre decisi¨®n ¡ªque es el n¨²cleo normativo de la democracia¡ª en entornos automatizados? ?Qui¨¦n decide cuando decide un algoritmo? El nuevo entorno digital nos va a obligar a pensar nuevamente algunas de las categor¨ªas b¨¢sicas de la pol¨ªtica y a gobernar este mundo con otros instrumentos. Estamos hablando de tecnolog¨ªas especialmente sofisticadas y complejas, en las que sirven de muy poco gen¨¦ricos llamamientos a su ¡°humanizaci¨®n¡± o ciertos c¨®digos ¨¦ticos que parecen desconocer su naturaleza. M¨¢quinas que aprenden, an¨¢lisis de datos en proporciones gigantescas o la actual proliferaci¨®n de sistemas de decisi¨®n automatizada no son dispositivos que puedan regularse con procedimientos simples de intervenci¨®n, pero eso es una disculpa para no hacer nada sino para que las instituciones regulatorias act¨²en por lo menos con la misma inteligencia que aquello que tienen obligaci¨®n de regular.
El que estemos asistiendo a un cambio brutal en nuestro entorno tecnol¨®gico, de consecuencias en buena parte imprevisibles, explica el hecho de que no sepamos muy bien c¨®mo diagnosticar la situaci¨®n y el escenario se haya llenado de valoraciones extremas, poco matizadas, de entusiasmo desmedido o de tintes apocal¨ªpticos, formuladas tambi¨¦n por intelectuales de los que tenemos derecho a esperar un juicio m¨¢s sereno. Estas valoraciones han ido evolucionando en un plazo de tiempo muy corto. Hace relativamente poco est¨¢bamos celebrando el potencial democratizador de la red en lo que se conoci¨® como las primaveras ¨¢rabes y el acceso universal al espacio p¨²blico mientras que ahora estamos atemorizados con los bots, las injerencias electorales y la desinformaci¨®n. El n¨²mero de septiembre de 2018 de la MIT Technology Review fue dedicado a la cuesti¨®n de si la tecnolog¨ªa estaba amenazando a nuestra democracia y The Economist del 18 de diciembre de 2019 ya hablaba de un ¡°aithoritarianism¡±, de un autoritarismo de la inteligencia artificial que podr¨ªa destruir las instituciones democr¨¢ticas. Esto explica que haya descripciones tan enfrentadas de la situaci¨®n en la que nos encontramos: mientras unos festejan la llegada de una pol¨ªtica sin prejuicios ideol¨®gicos, otros nos advierten sobre el final de la democracia. Hay quien asegura que la nueva tecnolog¨ªa vendr¨ªa a resolver los problemas ante los que ha fracasado la vieja pol¨ªtica; otros hacen responsable al nuevo entorno tecnol¨®gico de la p¨¦rdida de capacidad de gobierno sobre los procesos sociales y la des-democratizaci¨®n de las decisiones pol¨ªticas.
El interrogante fundamental que se nos plantea es qu¨¦ lugar ocupa la decisi¨®n pol¨ªtica en una democracia algor¨ªtmica. La democracia es libre decisi¨®n, voluntad popular, autogobierno. ?Hasta qu¨¦ punto es esto posible y tiene sentido en los entornos hiperautomatizados, algor¨ªtmicos, que anuncia la inteligencia artificial? La democracia representativa es un modo de articular el poder pol¨ªtico que lo atribuye a un ¨®rgano determinado y de acuerdo con una cadena de responsabilidad y legitimidad en la que se verifica el principio de que todo el poder procede del pueblo. Desde esta perspectiva la introducci¨®n de sistemas inteligentes autonomizados aparece como algo problem¨¢tico.
La tendencia general a un pilotaje automatizado de los asuntos humanos no es solo un aumento cuantitativo de los instrumentos que tenemos a nuestra disposici¨®n sino una transformaci¨®n cualitativa de nuestro ser en el mundo, un mundo en cuyo centro ya no nos encontramos. Con la automatizaci¨®n podr¨ªamos estar programando nuestra propia obsolescencia. Marvin Minsky afirmaba que deber¨ªamos considerarnos unos afortunados si en el futuro las m¨¢quinas inteligentes nos tienen como animales de compa?¨ªa. ?C¨®mo conseguir que no se cumpla esta siniestra profec¨ªa y los seres humanos tengamos una cierta soberan¨ªa en estos nuevos entornos tecnol¨®gicos?
Cuando hablamos de una inteligencia artificial centrada en el ser humano y democr¨¢tica hay b¨¢sicamente dos estrategias que permiten pensar en una reapropiaci¨®n de los procesos automatizados de decisi¨®n: el dise?o del ecosistema humanos-m¨¢quinas y la transparencia.
En primer lugar se tratar¨ªa de dise?ar la mejor presencia de los humanos en procesos caracterizados por una enorme complejidad, teniendo en cuenta que se trata de un equilibrio que incluye inevitablemente una cierta tensi¨®n: hemos de pensar ese ecosistema de modo que los humanos no quedemos subordinados (algo incompatible con nuestro ideal de autodeterminaci¨®n) y al mismo tiempo debemos intervenir en las m¨¢quinas sin arruinar su performatividad. Con esto no estoy planteando una soluci¨®n sino llamando la atenci¨®n sobre un problema que a veces pasan por alto algunas soluciones ¨¦ticas y human¨ªsticas que no son m¨¢s que meras exhortaciones.
La otra estrategia de humanizaci¨®n de la tecnolog¨ªa es a trav¨¦s de la transparencia como posibilidad de explicar, entender y exigir responsabilidad a la inteligencia artificial por parte de los humanos. Aqu¨ª tambi¨¦n hay soluciones y exigencias que parecen no tener en cuenta la complejidad de los sistemas o las limitaciones subjetivas de comprensi¨®n. La gran tarea a este respecto gira en torno a nociones que son m¨¢s realistas que la transparencia, como la explicabilidad, la generaci¨®n de confianza o la idea de que entender no es tanto un asunto subjetivo sino colectivo, que tiene que ser facilitado y regulado institucionalmente.
Los seres humanos hemos sido capaces de inventar, con mayor o menor fortuna, procedimientos e instituciones democr¨¢ticas para realidades muy distintas: para las ciudades griegas y para las ciudades-Estado del renacimiento, para los Estados nacionales y para alguna de nuestras instituciones globales como la Uni¨®n Europea. ?Estamos tan seguros de que esto no se puede conseguir en la nueva constelaci¨®n digital? Creo que no tenemos derecho a dejar de intentarlo mientras no se demuestre que es un objetivo imposible
Daniel Innerarity es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa Pol¨ªtica e investigador Ikerbasque en la Universidad del Pa¨ªs Vasco. @daniInnerarity
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.