Las palabras y los hechos de Boris Johnson
El Ejecutivo brit¨¢nico ha generado desconfianza en sus socios
La cumbre del G-7 que se celebra este fin de semana en la regi¨®n costera de Cornualles era el escaparate anhelado por Boris Johnson para presentar al mundo de modo oficial su visi¨®n de un Reino Unido global para la era pos-Brexit. De entrada, hay elementos favorables para Londres. El encuentro bilateral previo a la cumbre con el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha fluido positivamente para Johnson, con una enf¨¢tica revisi¨®n de la Carta Atl¨¢ntica que une a ambos pa¨ªses y sin agitaci¨®n p¨²blica de la cuesti¨®n norirlandesa; el G-7, a su vez, inicia con viento de popa, gracias al acuerdo previo en materia de impuestos a sociedades y cierta prometedora sinton¨ªa en otras ¨¢reas.
Pero esto es solo una parte del escenario. Aunque no lo haya expresado abiertamente en la bilateral, Biden y su Administraci¨®n presionan en privado a Londres para que evite acciones inflamatorias en la crisis de Irlanda del Norte, en la que el Gobierno de Johnson ha mantenido actitudes cuestionables. Los l¨ªderes europeos invitados al G-7, de hecho, llegan a la cita en Cornualles profundamente irritados por las maniobras desplegadas por el Ejecutivo brit¨¢nico para incumplir un tratado internacional, el Protocolo de Irlanda, que cost¨® a?os de sudor y l¨¢grimas construir para alcanzar un acuerdo en torno al Brexit.
Irlanda del Norte no es el ¨²nico problema. Las fricciones con los europeos tienen vertientes comerciales, pesqueras o migratorias, uno de los varios asuntos en los que se detecta una triste distancia entre la ret¨®rica del nuevo Reino Unido y la realidad. Las proclamas en defensa de una ¡°sociedad abierta¡± chirr¨ªan con el hacinamiento de inmigrantes irregulares en barracas, que el propio Tribunal Supremo del Reino Unido ha declarado contrario a la ley. De la misma manera, la llamada a la solidaridad que es parte del esp¨ªritu de la cumbre choca con la decisi¨®n de suprimir el Departamento de Ayuda al Desarrollo y reducir del 0,7% al 0,5% esta partida presupuestaria. Un movimiento que ha suscitado el sorprendente rechazo un¨¢nime de cinco ex primeros ministros, laboristas y conservadores.
La actitud amable de Biden, con toda probabilidad, no significa que haya olvidado los flirteos de Johnson con Trump. De la misma manera, los europeos no olvidan todas las veces que le han tenido que recordar que pacta sunt servanda. Johnson persigue el dif¨ªcil equilibrio de contentar a la base electoral interna que apoy¨® su Brexit y presentarse a la vez ante el mundo como el palad¨ªn de un nuevo orden seguro y estable. Deber¨¢ superar con m¨¢s hechos que palabras la desconfianza que ha provocado hasta ahora en sus socios internacionales.
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