Enemigos complementarios
Llegados a este punto de cerraz¨®n, de maximalismo y radicalidad generalizada tal vez sea m¨¢s necesaria que nunca la insumisi¨®n
![Tribuna Soler 30/6](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/2FBFIGTDANDPBIEYH4IN3GZYS4.jpg?auth=6148e4dcba3633578975b72500bc17e4ef0ff352ad256262f49e29278135f4d3&width=414)
Zarandeada por la historia, como corresponde a lo que Hannah Arendt llam¨® las tres generaciones perdidas ¡ªlos nacidos entre 1.890 y 1.925¡ª, la prestigiosa etn¨®loga Germaine Tillion tuvo un papel destacado en la resistencia francesa y en la guerra de Argel. En la resistencia perteneci¨® primero al grupo que se cre¨® en torno al coronel Paul Hauet y despu¨¦s a la red de inteligencia Gloria. El resultado: algo m¨¢s de un a?o en una c¨¢rcel francesa y dos en el campo de concentraci¨®n para mujeres de Ravenbr¨¹ck.
Acabada la guerra, a Tillion se le concedi¨® el premio Pulitzer en reconocimiento a su oposici¨®n a los nazis. Pero el paso por la clandestinidad y el campo de concentraci¨®n depar¨® algo m¨¢s importante. En Ravenbr¨¹ck trab¨® amistad con otra reclusa, Margarete Buber-Neumann, una periodista alemana que hab¨ªa trabajado en la Guerra Civil espa?ola a favor del comunismo junto a su marido. El marido, v¨ªctima de las purgas de Stalin, fue ejecutado y ella acab¨® en Siberia por ser la ¡°esposa de un enemigo del pueblo¡±. Germaine Tillion tom¨® nota de qu¨¦ estaba ocurriendo en el Este. Los extremos se parec¨ªan demasiado. Y, por supuesto, reflexion¨® sobre las relaciones que se establec¨ªan entre las fuerzas de ocupaci¨®n y los ocupados, entre los carceleros y los presos. Entre las personas que encarnaban esos roles. Intent¨® saber qui¨¦nes eran los otros, descubrir semejanzas all¨ª donde parec¨ªa que solo exist¨ªan diferencias.
El colonialismo franc¨¦s en Argelia complet¨® su esquema. Conoc¨ªa bien el pa¨ªs por los trabajos de campo que hab¨ªa hecho en los a?os treinta. Cuando, despu¨¦s del llamado D¨ªa Rojo de Todos los Santos, estall¨® la guerra, Tillion fue enviada all¨ª como observadora. Entendi¨® r¨¢pidamente la din¨¢mica del conflicto. De ese conflicto y de muchos otros. Represi¨®n brutal contra los insurrectos e insurrectos respondiendo con terrorismo indiscriminado. Retroalimentaci¨®n indefinida. ¡°Los enemigos complementarios¡±. Este fue el t¨¦rmino con el que Tillion defini¨® esa especie de simetr¨ªa, esa espiral que tiende a expandirse si no surge alguien entre las partes capaz de invertir el sentido centr¨ªfugo de los c¨ªrculos.
Tillion hab¨ªa intentado colaborar en esa tarea al concluir la Segunda Guerra Mundial. No solo desde el plano te¨®rico. Cuando supo que dos carceleras de Ravenbr¨¹ck hab¨ªan sido acusadas de decapitar a varias mujeres, convenci¨® a una antigua reclusa para que declarase junto a ella que esos cr¨ªmenes no hab¨ªan existido. La distorsi¨®n de los hechos solo pod¨ªa contribuir al alimento de los enemigos complementarios. La b¨²squeda de la verdad, como deja meridianamente claro Tzvetan Todorov en el cap¨ªtulo que dedica a Germaine Tillion en su libro Insumisos, era un valor clave en la construcci¨®n de su pensamiento.
Tambi¨¦n en el conflicto de Argel insisti¨® en declarar como testigo en el juicio contra el l¨ªder del FLN, Yacef Saadi con el que, en nombre del gobierno franc¨¦s, hab¨ªa negociado el cese del terrorismo a cambio del fin de las ejecuciones sumarias. Su alegato en defensa de Saadi recibi¨® una dura contestaci¨®n por parte de Simone de Beauvoir y del general Massu, m¨¢ximo responsable de la represi¨®n. Tambi¨¦n le vali¨® el apellido de Traidora. Un proceso que reforzaba su concepto de los enemigos complementarios. Quien no echa paletadas de carb¨®n a la locomotora del resentimiento, est¨¢ en contra de quienes viajan en ese tren. Se convierte autom¨¢ticamente en un sospechoso, luego en un saboteador. En un traidor.
Nazis, guerra de Argel, el colonialismo. ?Y ahora? Ahora el esquema sigue completamente vigente. No solo eso, se encuentra revitalizado y en pleno crecimiento. Agudizado gracias a los populismos y a una llamada permanente en favor de la pureza ideol¨®gica, es decir, de toda clase de radicalismos. Existe una especie de reclutamiento doctrinario y excluyente en innumerables focos del planeta. Y, naturalmente, en Espa?a, donde la brecha que separa a los partidos pol¨ªticos de un signo y de otro no deja de crecer y donde los extremos no dejan de alimentarse, convirtiendo en un terreno bald¨ªo el campo que los separa. Un campo que hace cuatro d¨¦cadas y media sirvi¨® para colocar los cimientos de nuestra democracia. Donde se predicaba proximidad ahora se insiste en destacar los elementos que nos diferencian.
Se ha establecido un di¨¢logo de sordos en el que los adversarios no es que no sean escuchados sino que cada cual habla con el convencimiento previo de que no ser¨¢ escuchado m¨¢s que por aquellos que de antemano le son fieles. No se trata de un di¨¢logo entre contrarios sino de un reforzamiento permanente de las posiciones propias al tiempo que se hace caricatura del adversario. Y de que la ciudadan¨ªa, l¨¢nguida observadora de ese juego de pimp¨®n, acabe por adherirse a la causa. O que al menos vote. Claro, que si los votantes acaban convertidos en hooligans y contribuyen a incendiar las redes con tuits, memes o subproductos ideol¨®gicos, mucho mejor. Al m¨¢s puro estilo Jos¨¦ Luis ?balos, quien hace poco recordaba a las ovejas descarriadas de su partido que quien se crea por encima de las siglas est¨¢ equivocado. Fe ciega.
De modo que ah¨ª tenemos a la ultraderecha y a una parte ¨Ccada vez mayor- de la derecha etiquetando al Gobierno como socialcomunista, frentepopulista o socio de los terroristas. Y a la izquierda radical y a una parte ¡ªcada vez mayor¡ª de la izquierda supuestamente moderada llamando fascistas a quienes se apartan un ¨¢pice de la partitura o colocando campanillas de apestados a quienes osan disentir desde el seno de su partido. Se habla alegremente de bandas, de mafiosos, de fachas. Tal vez piensen, descabelladamente, que el tremendismo oratorio resulta gratuito. O lo dan por bueno a cambio de una supuesta rentabilidad inmediata. Pero, en realidad, las acusaciones de complicidad con golpistas o directamente de urdir un golpe de Estado, de filoterrorismo, las apelaciones a la Guerra Civil, las referencias a la Transici¨®n como ¡°r¨¦gimen¡± o la interpretaci¨®n torticera e interesada de la Ley de Memoria Hist¨®rica no son otra cosa que piezas del puzzle para la construcci¨®n del enemigo complementario.
El conflicto catal¨¢n es otro retrato robot del mismo mecanismo. Los independentistas han hecho un trabajo tenaz ¡ªy brillante desde el punto de vista publicitario¡ª para crear el fantasma espa?olista y subrayar las diferencias que existen entre un catal¨¢n y un manchego o un aragon¨¦s. Han conseguido fragmentar y radicalizar a la sociedad catalana y a la espa?ola. Posturas cada vez m¨¢s alejadas y la exigencia de una fidelidad sin matices. Obediencia opaca a la causa. Recu¨¦rdense las 155 monedas de plata de Gabriel Rufi¨¢n dedicadas al botifler Puigdemont y su rep¨²blica de cincuenta segundos. Conmigo o contra m¨ª. El centro y los puentes evaporados. Los indultos han sido una revitalizaci¨®n de posturas encontradas. Pronto comprobaremos si la mesa de di¨¢logo es puente, trampa o solo eso, un mueble para hacer le?a.
Todorov calific¨® a Germaine Tillion como insumisa. Una insumisa frente a los bloques absolutistas. Tillion, se nos olvid¨® mencionarlo antes, recibi¨® el apoyo de Albert Camus cuando m¨¢s duramente fue atacada por su actitud durante la guerra de Argel. Otro sospechoso. Otro insumiso. Llegados a este punto de cerraz¨®n, de maximalismo y radicalidad generalizada tal vez sea m¨¢s necesaria que nunca la insumisi¨®n para romper el juego de los enemigos complementarios.
Antonio Soler es escritor.
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