Yo tambi¨¦n
Tratando de huir de la trampa del machismo yo tambi¨¦n ca¨ª de lleno en ella. Si eres mujer, es casi imposible librarse. El trabajo no remunerado de los cuidados asciende a 130 millones de horas diarias en Espa?a
Mi madre trabaj¨® sin descanso toda su vida. Desde los cinco a?os lo hizo en la panader¨ªa de mis abuelos, y con poco m¨¢s de ocho repart¨ªa el pan por la dehesa salmantina en un carro, acompa?ada de un hermano menor y de un mast¨ªn. Despu¨¦s de casarse gest¨® y pari¨® hijos, lav¨®, tendi¨®, planch¨® y dobl¨® toneladas de ropa, hizo cientos de miles de comidas, sin un solo ingrediente que saliera de un bote y consigui¨® que todos estuvi¨¦ramos sanos f¨ªsica y mentalmente. Fuimos, gracias a su amor, algo que, con el paso del tiempo, he descubierto que es ins¨®lito: una familia feliz.
Durante los m¨¢s de cuarenta a?os que cuid¨® de nosotros tuvo mi madre un trabajo adicional: procurar que yo no fuera como ella. Me protegi¨® con el cuerpo y con la mente, del trabajo dom¨¦stico y de toda idea preconcebida acerca de mi sexo. Me tom¨® la lecci¨®n cada d¨ªa de colegio cuando, estoy segura, m¨¢s de la mitad de las cosas que le contaba le sonaban a chino.
Al entrar en la adolescencia advert¨ª que las madres de mis amigas se preocupaban por sus vestidos, por su maquillaje, cosa que la m¨ªa jam¨¢s hab¨ªa hecho, as¨ª que un d¨ªa le pregunt¨¦: ¡°?Estoy guapa, mam¨¢?¡±. Me mir¨® y dijo: ¡°Eso no tiene importancia, hija¡± y, se?al¨¢ndose la frente, a?adi¨®: ¡°las personas se miden por lo que tienen aqu¨ª¡±. As¨ª de feroz era su empe?o.
Crec¨ª convencida de que, con esa fuerza de la naturaleza sosteni¨¦ndome, no caer¨ªa en las m¨²ltiples trampas que la vida tiende a las mujeres, y que les arrebatan su libertad de acci¨®n y de conciencia, a menudo, su integridad, a veces, e incluso la vida en el peor de los casos.
Y he de decir que las cosas me fueron m¨¢s o menos bien: consegu¨ª la independencia econ¨®mica, estudi¨¦ y fui forjando mi carrera de escritora. Sorte¨¦ a los hombres que quer¨ªan hacerme de menos, y tuve la inmensa fortuna de encontrar un compa?ero que es mi igual.
Pero la vida est¨¢ llena de iron¨ªa. Hace 12 a?os mi madre enferm¨® de alzh¨¦imer, ella que hab¨ªa sido toda memoria y raz¨®n. Mi padre, que es un hombre bueno, y yo, decidimos cuidarla en casa y all¨ª estuvo hasta el final. Hacer otra cosa, para nosotros, habr¨ªa sido intolerable.
El primero en pasar por el psic¨®logo fue ¨¦l. A los cinco a?os de que empezara la situaci¨®n perdi¨® el apetito. Le diagnosticaron depresi¨®n. Afortunadamente en un a?o sali¨® y entramos en una nueva fase. Yo me dec¨ªa que no lo estaba llevando mal, hasta que hace cosa de un a?o y medio empec¨¦ a tener graves problemas digestivos y ca¨ª en las garras del insomnio.
Lo primero que me pregunt¨® mi terapeuta fue: ¡°?Qu¨¦ quieres conseguir con las sesiones?¡±, ¡°Estar tranquila¡±, ¡ªmi ansiedad era desorbitada¡ª ¡°por mis padres y por mi marido, tengo que estar bien¡±. ¡°?Y por ti?¡±. Fue como un mazazo: ¡°?Por m¨ª?¡±. En las siguientes semanas fui comprendiendo: llevaba una d¨¦cada sin respirar, yendo del trabajo a la escritura sin dejar de procurar diariamente el bienestar de mi padre y mi madre y de intentar tener una aceptable vida de pareja. Las gestiones para acceder a las ¡ªm¨ªseras¡ª ayudas a la dependencia, y el resto de log¨ªstica: coordinar a las cuidadoras, las citas m¨¦dicas, unido al dolor y la preocupaci¨®n constante, me consum¨ªan. Hab¨ªa intentado que mis padres no se hundieran y mi vida tampoco, pero ese equilibrio me hab¨ªa costado un esfuerzo tan monumental que casi acaba conmigo.
Otras mujeres en mi situaci¨®n dejan su profesi¨®n o piden permisos sin sueldo. Pierden as¨ª todos los derechos derivados del empleo reglado y se condenan a la dureza psicol¨®gica de un trabajo invisible. Eso era lo ¨²ltimo que mi madre hubiera querido. Si algo lament¨® ella a lo largo de su vida no fueron las incontables horas de trabajo, sino no haber sido libre, que para ella significaba que esas horas estuvieran reconocidas con una n¨®mina, una seguridad social y el derecho a una jubilaci¨®n.
Tratando de huir de la trampa del machismo, yo tambi¨¦n, hab¨ªa acabado por caer de lleno en ella. Lo que he aprendido por el camino es que, si eres mujer, es casi imposible librarse. Seg¨²n la OIT, en Espa?a el trabajo no remunerado de los cuidados asciende a 130 millones de horas diarias, cifra que corresponde a 16 millones de personas trabajando ocho horas al d¨ªa, el equivalente al 14,9% del PIB espa?ol. El 70% de este esfuerzo recae en las mujeres. A nivel mundial desempe?an, al menos, 2,5 veces m¨¢s trabajo dom¨¦stico y de cuidado no remunerado que los hombres. Ese trabajo femenino corresponde, seg¨²n un reciente informe de Intermon Oxfam, a 12.500 millones de horas diarias, lo que supone unos 10,8 billones de d¨®lares anuales, una cifra que triplica el tama?o de la industria mundial de la tecnolog¨ªa.
As¨ª que s¨ª, yo tambi¨¦n, t¨² tambi¨¦n, nosotras tambi¨¦n.
Pilar Fraile es escritora. Con su ¨²ltima novela, D¨ªas de euforia (Alianza Editorial), ha ganado el Premio de la Cr¨ªtica de Castilla y Le¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.