Integridad contra desesperaci¨®n
La independencia es un estado profesional y no una etiqueta desgastada por el mal uso
La semana pasada en Madrid se hizo entrega de un galard¨®n p¨®stumo a la jueza del Supremo norteamericano Ruth Bader Ginsburg en reconocimiento a su carrera intachable. Ella ejemplifica una de las cumbres del sistema democr¨¢tico, esa que dicta que un juez postulado por un partido pol¨ªtico para ocupar un cargo en tribunales superiores de vigilancia no est¨¢ forzado a convertirse en alguien predecible, sectario y esclavo de aquel partido en todas sus decisiones. En una palabra, la independencia es un estado profesional y no una etiqueta desgastada por el mal uso. Me temo que si la juez Ginsburg hubiera podido echar un vistazo a nuestra judicatura a la madrile?a habr¨ªa echado a correr desalentada. Lo primero que se habr¨ªa preguntado es si bloquear la renovaci¨®n del Consejo General del Poder Judicial durante casi tres a?os significa lo que parece. El intento desmadrado por parte de un partido de dominar los resortes del contrapoder judicial en su favor. Este bloqueo que despoja de su bandera de constitucionalista a los que tanto presumen de ella, ha sido la gota que colma el vaso de una partitocracia capaz de quebrar los pactos democr¨¢ticos para blindarse frente a causas judiciales que los afecten. Si la pol¨ªtica se ha judicializado, nada mejor que politizar la justicia. ?O sucedi¨® al rev¨¦s?
La mec¨¢nica de nuestras instituciones est¨¢ tocada. Lo acabamos de ver esta semana con la digna posici¨®n que hab¨ªa ganado Telemadrid, ahora revertida con un descaro apabullante. Si a ello unimos las apropiaciones de la Fiscal¨ªa o la alineaci¨®n partidista que compone el Tribunal de Cuentas, entender¨¢n la crisis de credibilidad de una democracia que sacrifica los intereses generales en funci¨®n de los intereses de los partidos hegem¨®nicos. El bloqueo del CGPJ es una anomal¨ªa de la que ya estamos advertidos por las autoridades europeas, pero si ampliaran su base de estudio concluir¨ªan con que padecemos una peligrosa contaminaci¨®n en nuestras instituciones. Que los periodistas nunca hayan sido capaces de unirse s¨®lidamente para reclamar que los medios de propiedad p¨²blica cumplan con rigor democr¨¢tico su misi¨®n imprescindible ha causado un enorme perjuicio a la percepci¨®n social de esta profesi¨®n. A d¨ªa de hoy est¨¢n hundidos en las encuestas de valoraci¨®n y eso posibilita el ascenso de caraduras populistas que aspiran a saltarse el escrutinio fundamental de la prensa cr¨ªtica.
La judicatura va camino de ocupar un lugar tan poco decoroso en esas mismas valoraciones sociales si no ejerce la autocr¨ªtica. Bast¨® ver c¨®mo durante el traslado de los restos de Franco del Valle de los Ca¨ªdos nos topamos con jueces que intentaron torcer el proceso con obst¨¢culos que obedec¨ªan a conductas de reyezuelos de taifa. Y algo parecido hemos vuelto a ver en las medidas de control en pandemia, con un criterio jur¨ªdico muchas veces esclavo del af¨¢n por favorecer al poder auton¨®mico de turno o perjudicarlo. Ruth Bader Ginsburg practic¨® la reflexi¨®n jur¨ªdica frente a compa?eros de opuesta sensibilidad con los que discrep¨® pero nunca descart¨®. Aceptar vetos y bloqueos rebaja a la profesi¨®n en su conjunto. La resistencia profesional es lo ¨²nico que dignifica un oficio. Recuerdo a un personaje de Philip Roth que, arrinconado por una realidad profundamente deprimente, conclu¨ªa que solo cabe apostar por la integridad frente a la desesperaci¨®n. Sin esa apuesta compartida, vamos al desastre.
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