UE: acertada ambici¨®n verde
El plan de la Comisi¨®n Europea para reducir emisiones es una base de negociaci¨®n muy positiva
La Comisi¨®n Europea lanz¨® este mi¨¦rcoles su gran apuesta legislativa contra el cambio clim¨¢tico. Bruselas aspira a transformar la econom¨ªa comunitaria durante esta d¨¦cada para lograr un modelo libre de combustibles f¨®siles y de las emisiones que sobrecalientan el planeta. Las normas presentadas deben servir para que la Uni¨®n Europea cumpla con sus compromisos: reducir los gases de efecto invernadero en 2030 un 55% respecto a los niveles de 1990. En 2050, se tendr¨¢ que llegar a las emisiones netas cero, lo que supone el fin de los combustibles f¨®siles que han alimentado la econom¨ªa desde la Revoluci¨®n Industrial. Para ello, la Comisi¨®n fija que en 2030, el 40% de la energ¨ªa que se consuma en la UE deber¨¢ ser de origen renovable (el doble que ahora). En su conjunto, se trata de una propuesta ambiciosa y bienvenida, que consolida el liderazgo global del bloque europeo en esta materia. Es un buen punto de partida para unas dif¨ªciles negociaciones entre instituciones y pa¨ªses que no deber¨ªan diluir la ambici¨®n.
Cuando se terminen de aprobar, las nuevas normas ser¨¢n de obligado cumplimiento en la UE. Pero sus efectos ir¨¢n mucho m¨¢s all¨¢ de las fronteras de los Veintisiete. Uno de los ejemplos m¨¢s evidentes es el del veto a las ventas de coches nuevos con motores de combusti¨®n a partir de 2035 que propone la Comisi¨®n. Esto forzar¨¢ a los fabricantes de autom¨®viles europeos a transformar su modelo hacia los veh¨ªculos el¨¦ctricos. Pero con esa prohibici¨®n en 2035 tambi¨¦n se lanza un mensaje a los fabricantes de fuera: si quieren acceder al poderoso mercado comunitario, deben alejarse de los combustibles f¨®siles. Lo mismo ocurrir¨¢ con determinadas importaciones, que ser¨¢n gravadas con un arancel clim¨¢tico europeo en funci¨®n de su huella de di¨®xido de carbono seg¨²n el plan de Bruselas. Hace m¨¢s de tres lustros que Europa puso en marcha un sistema de comercio de emisiones que obliga a cerca de 10.000 f¨¢bricas e industrias del continente a pagar por el CO? que emiten. Bruselas plantea ahora ampliar esa obligaci¨®n a otros sectores, como la edificaci¨®n y el transporte. Pero, cansada de esperar a que el resto de pa¨ªses le pongan tambi¨¦n un precio al carbono, la Comisi¨®n ha decidido implementar ese arancel clim¨¢tico. Todo este apartado es un pilar central del amplio plan.
Las medidas que pone sobre la mesa Bruselas llevar¨¢n a un encarecimiento de las formas m¨¢s sucias de generar energ¨ªa o de moverse para forzar la transici¨®n hacia las alternativas m¨¢s limpias, como las energ¨ªas renovables o la movilidad el¨¦ctrica.
Es, en su conjunto, un cambio justo. Pero que sea justo no significa que no pueda generar problemas como los que viven ya Espa?a y otros pa¨ªses europeos por el alza de los precios de una electricidad que todav¨ªa no es suficientemente limpia. Est¨¢ por ver si el fondo social de 72.000 millones de euros que propone ahora la Comisi¨®n sirve para compensar el posible encarecimiento de la energ¨ªa y evitar los impactos sociales. Unos costes elevados sin medidas de compensaci¨®n para los sectores m¨¢s vulnerables de la sociedad pueden suponer munici¨®n para populistas y frenar la imprescindible y urgente lucha contra la crisis clim¨¢tica. La negociaci¨®n para la definitiva aprobaci¨®n del plan ser¨¢ dura; las resistencias, fuertes. Pero est¨¢ en el inter¨¦s de la UE avanzar a buen ritmo, por motivos medioambientales, y tambi¨¦n porque el liderazgo en este sector ofrecer¨¢ dividendos estrat¨¦gicos.
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