Con Nelson Mandela
Lograr un entendimiento salvador es la ¨²nica v¨ªa que ofrece una convivencia digna y pac¨ªfica a las futuras generaciones
La ONU ha tenido la brillante idea de declarar, el 18 de julio, D¨ªa Internacional de Nelson Mandela. Es traer a la memoria la esencial contribuci¨®n del gran pol¨ªtico sudafricano que apost¨® por la paz, por la democracia y las v¨ªas dialogadas de resoluci¨®n de los conflictos, el respeto a los derechos humanos y la dignidad de las personas, en particular, la no discriminaci¨®n por raz¨®n de g¨¦nero, los derechos de los colectivos de presos e inmigrantes huyendo de la miseria y la opresi¨®n, y su lucha tenaz contra el racismo.
La huella de Nelson Mandela es inabarcable, por universal, pues la excepcionalidad de su persona y lo que representa superan los motivos de su propio homenaje. El rostro del mundo contra el que luch¨® permanece, desgraciadamente. La condici¨®n de millones personas no deja de ser manifiestamente infrahumana, tanto en t¨¦rminos de violencia o de opresi¨®n social, como los que sufren identidades denegadas, memorias olvidadas, al fin y al cabo, una suerte de negaci¨®n silenciosamente admitida de la esperanza para una gran parte de los seres humanos.
La iniciativa de la ONU es particularmente simb¨®lica porque, m¨¢s all¨¢ de los resultados, que no son pocos, de la propia batalla del l¨ªder africano, busca evidenciar un punto clave de nuestra pertenencia com¨²n al sentido de la humanidad. A?ade un rasgo singular a la identidad universal que se est¨¢ forjando en medio y a pesar de las luchas del mundo, un gesto vital civilizador, que convierte el di¨¢logo entre enemigos, por encima de las contiendas leg¨ªtimas e ileg¨ªtimas, en principal y ¨²nica herramienta v¨¢lida y de efectos permanentes.
?Parece ut¨®pico ese objetivo? No. Mandela ha demostrado, con De Klerk, que los blancos y negros, aunque levantados violentamente unos contra otros por la dominaci¨®n y la rebeld¨ªa, fueron capaces de superar el conflicto con la inteligencia de la raz¨®n y la perseverancia de la voluntad al servicio del bien com¨²n. Esta filosof¨ªa, esta grandeza de visi¨®n, deber¨ªa ser, hoy en d¨ªa, el principal m¨¦todo de resoluci¨®n de los graves desencuentros en nuestro mundo, tan afligido por los sufrimientos y el odio.
Y, en este contexto, es el de Israel y los Palestinos el que prescinde m¨¢s de este principio mandeliano como hilo conductor de una mediaci¨®n concertada y pac¨ªfica, que promueve la capacidad de hombres y mujeres para dominar sus instintos, sus pasiones, sus memorias heridas y sus muertos, con el superior objetivo de lograr un entendimiento salvador; es la ¨²nica v¨ªa que ofrece una convivencia digna y pac¨ªfica a las futuras generaciones. La ¨²ltima guerra entre los dos pueblos no ha sido solo el resultado de la manipulaci¨®n c¨ªnica de individuos que no merecen figurar en el pante¨®n de la humanidad civilizada, sino tambi¨¦n la consecuencia de un estado previo, latente, de desesperanza y de violencia identitaria acumuladas a lo largo de estas d¨¦cadas. Para salir de esa par¨¢lisis, el ejemplo del gran Nelson Mandela debe pervivir.
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