El viaje a los Infiernos de Pedro S¨¢nchez
El presidente del Gobierno con su nuevo equipo tiene por delante una tarea ingente y poco tiempo para cumplirla. Lo deseable es que trate de fortalecer las instituciones m¨¢s que intentar confiscar el poder
Mientras que su socio de gobierno desistiera hace ya tiempo de asaltar los cielos, el presidente S¨¢nchez ha decidido bajarse a los Infiernos. All¨ª dos almas atormentadas, Maquiavelo y Montesquieu, celebraron un famoso di¨¢logo que Maurice Joly registr¨® para la posteridad con m¨¢s precisi¨®n y entendimiento que el mism¨ªsimo Villarejo. Este texto cl¨¢sico (Di¨¢logo en el Infierno entre Maquiavelo y Montesquieu), escrito hace m¨¢s de siglo y medio, resume mejor que ning¨²n otro an¨¢lisis el debate acerca del poder y sus l¨ªmites, la pugna entre la fuerza y el derecho, o las fronteras morales de la pol¨ªtica, cuestiones nucleares sobre las que no parece pasar el tiempo ni distinguir la geograf¨ªa. Y que afectan de lleno al comportamiento de nuestro actual Gobierno.
Habida cuenta a su rechazo de las ¡°elucubraciones doctrinales¡±, y a la no muy abundante n¨®mina de intelectuales en sus filas, no s¨¦ cu¨¢ntos de los actuales ministros habr¨¢n le¨ªdo el famoso libelo de Joly. En cualquier caso, les convendr¨ªa hacerlo al menos como manual de uso para entender donde alinearse en la formaci¨®n. Reconozco que, por un momento, tras la resoluci¨®n de la reciente crisis, llegu¨¦ a pensar que la pol¨ªtica bipolar de S¨¢nchez, cuyo gobierno m¨¢s que a Frankenstein recuerda al doctor Jekyll, se dispon¨ªa a liquidar las pr¨¢cticas maquiav¨¦licas a las que nos tiene acostumbrados, en un intento de recuperar el favor de los electores y enderezar por fin su desviado rumbo. La incorporaci¨®n de sangre joven al equipo y la defenestraci¨®n de sus escuderos m¨¢s visibles permit¨ªan suponer felizmente que todav¨ªa quedaba y queda algo en la socialdemocracia espa?ola que no sea fruto del oportunismo y los comportamientos clientelares. Maquiavelo fiaba la gobernaci¨®n del pr¨ªncipe al manejo enga?oso de las palabras y al uso inmisericorde de la fuerza. Exactamente las especialidades respectivas de Redondo y ?balos. Estos dos hombres fuertes, capaces hasta de oscurecer la arrogancia feminista, fueron defenestrados por su amado c¨¦sar sin apenas agradecerles los servicios prestados. ?Ser¨¢ ¡ªme pregunt¨¦¡ª que finalmente S¨¢nchez ha escuchado a Montesquieu y decidido fortalecer las instituciones en vez de confiscar el poder? El ensue?o dur¨® lo justo, aunque prefiero darle todav¨ªa una oportunidad al futuro.
Los signos preocupantes surgieron en el propio anuncio presidencial y en las tomas de posesi¨®n y relevos de carteras. La falta de transparencia y ausencia de explicaciones en la alocuci¨®n inicial de S¨¢nchez fue el primer aviso. Su permanente empe?o por negar la realidad de los hechos (¡°hemos vencido al virus¡±, ¡°salimos m¨¢s fuertes¡± ¡°este es el Gobierno de la recuperaci¨®n¡±) mucho tiene que ver con la maquiav¨¦lica suposici¨®n de que al pueblo solo le mueve el pan y toros. Despu¨¦s, por referirme ¨²nicamente a un caso, merece atenci¨®n el discurso del nuevo ministro de la Presidencia, al que las cr¨®nicas describen como estrella ascendente del nuevo firmamento. Resumi¨® su ideario pol¨ªtico con una frase lapidaria, con la que probablemente pretend¨ªa apedrear a alguien. ¡°Estos nombramientos ni se piden ni se rechazan¡±, dijo en un alarde de sumisi¨®n al jefe, m¨¢s propio de una secta que de un partido pol¨ªtico. Fue una perfecta descripci¨®n de la obtenci¨®n del poder como premio a la obediencia. Pese a ello, el tiempo nos ha de aclarar si la inclusi¨®n en el gabinete de representantes de tendencias del PSOE m¨ªnimamente cr¨ªticas con las decisiones de Moncloa responde a un t¨ªmido impulso pluralista y de rectificaci¨®n de la actual deriva. De momento, los indicios avisan de que se trata de potenciar al mando y sofocar cualquier atisbo de democracia interna. Las reacciones gubernamentales tras la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estado de Alarma, o su resistencia un¨¢nime a condenar la dictadura cubana, as¨ª lo ponen de relieve. Es previsible que por este camino la unidad del partido se refuerce internamente, una vez conseguida la inmunidad de reba?o, aunque lo haga a costa de su distanciamiento de la sociedad.
En un mundo asolado por dos crisis sucesivas, una financiera y otra sanitaria, Montesquieu lleva cada vez m¨¢s las de perder en su pelea con Maquiavelo. La reyerta entre esas dos almas enfrentadas, que recuerdan tambi¨¦n las dos escuelas del socialismo hist¨®rico espa?ol, amenaza con destruir las democracias liberales si las pr¨¢cticas del italiano terminan por consolidarse. Jean Fran?ois Revel, en un pr¨®logo memorable al di¨¢logo infernal que comentamos, describi¨® con precisi¨®n el cat¨¢logo de herramientas mediante las que los enemigos de la sociedad abierta tratan de desvirtuar lo sistemas democr¨¢ticos. Entre ellas no pocas evocan los tiempos que vivimos. La conversi¨®n de los partidos pol¨ªticos en sectas ideol¨®gicas; el quitar pr¨¢cticamente al Parlamento la iniciativa de las leyes, reduciendo su papel a la homologaci¨®n pura y simple de los proyectos o decretos gubernamentales; la politizaci¨®n del papel econ¨®mico y financiero del Estado, tan evidente en el manoseo propagand¨ªstico de los fondos de recuperaci¨®n europeos; la utilizaci¨®n de las normas fiscales para promover venganzas partidarias; el cercenamiento de la independencia de la magistratura; el reclutamiento de diputados incondicionales, que ni piden ni rechazan; o las tendencias a instaurar una civilizaci¨®n policial, tan evidentes durante la pandemia frente al ejercicio de la responsabilidad y solidaridad ciudadana, son algunos de los m¨¦todos, maquiav¨¦licos todos ellos, que desquician el funcionamiento del sistema y ensalzan el cesarismo de turno. El mejor ant¨ªdoto contra esas perniciosas enfermedades democr¨¢ticas sigue siendo la libertad de expresi¨®n y el cultivo de una sociedad bien informada. Esto lo entendi¨® bien Rodr¨ªguez Zapatero y puso gran empe?o en dificultarlo, hasta el punto de ser el presidente m¨¢s intervencionista contra la independencia de los medios de cuantos hemos padecido en nuestra democracia. Ojal¨¢ S¨¢nchez no se inspire en sus m¨¦todos.
El partido del Gobierno es principal responsable de dichas desviaciones, pero de ninguna manera el ¨²nico. Nadie en el arco parlamentario se muestra dispuesto a reformar unas leyes electorales que desvirt¨²an en gran medida el sentido del sufragio, depositando en las c¨²pulas partidarias un poder omn¨ªmodo sobre la elaboraci¨®n de las listas; nadie (ni Ayuso ni S¨¢nchez) ha de someterse a una comisi¨®n de investigaci¨®n independiente sobre sus responsabilidades e ineficiencias en la lucha contra la pandemia; tampoco es de esperar que los grandes partidos renuncien a su esperp¨¦ntico derecho de veto en la configuraci¨®n del poder judicial; y todav¨ªa estamos esperando a que un di¨¢logo honesto y plural sobre los conflictos territoriales tenga lugar en el templo de la democracia, que es el Parlamento, y salga de las covachuelas de la conspiraci¨®n; o que alguien nos explique c¨®mo fue posible que una mafia policial ocupara los despachos aleda?os a los m¨¢ximos dirigentes del Ibex 35, a espaldas de los accionistas de las empresas y de los organismos reguladores.
Las tareas del nuevo gabinete son por lo dem¨¢s ingentes, y corto el tiempo que tiene por delante para llevarlas a cabo; en la econom¨ªa, los derechos sociales, la pol¨ªtica internacional y, sobre todo, la configuraci¨®n y consolidaci¨®n del Estado democr¨¢tico frente a la amenaza secesionista. Algunos de los problemas son fruto de las circunstancias o de terremotos con epicentros lejanos. Otros han sido creados por los pol¨ªticos mismos, y no pocos por la facundia del periodismo militante que inunda las televisiones en competencia con las antisociales redes sociales. Por dichas razones en su regreso del Infierno el presidente S¨¢nchez, si no quiere verse arrojado de nuevo a ¨¦l por el futuro de la Historia, deber¨ªa alinearse m¨¢s estrechamente con Montesquieu en la disputa intelectual sobre la moralidad de la pol¨ªtica y el disfrute del poder. Ya dijo el presidente Eisenhower, h¨¦roe mundial de la lucha contra el fascismo, que quienes cometen la imprudencia de renunciar a los principios por defender sus privilegios acaban por perder ambas cosas.
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