La exportaci¨®n de mercenarios: el ¡®caso Hait¨ª'
Asesinar a un mandatario y sacarle un ojo en su propia cama donde duerme con su esposa y en la misma casa donde est¨¢n los hijos es un drama inenarrable
Todas las informaciones que han salido sobre el asesinato del presidente de Hait¨ª, Jovenel Mo?se, a manos de un comando integrado por exmilitares colombianos parecen sacadas de un culebr¨®n latinoamericano. La truculencia de lo sucedido en Hait¨ª y su desenlace macabro no ha dejado t¨ªtere con cabeza. Para comenzar, las circunstancias en que el presidente fue asesinado no pueden ser m¨¢s ins¨®litas ni rebuscadas. A ¨¦l lo matan con sevicia en su propia residencia, mientras dorm¨ªa y cuando se presum¨ªa que estaba rodeado de su guardia pretoriana.
Al presidente Lincoln, por ejemplo, lo asesinaron en un teatro, a Kennedy en un carro mientras recorr¨ªa Dallas. Eso de asesinar a un mandatario y sacarle un ojo en su propia cama donde duerme con su esposa y en la misma casa donde est¨¢n los hijos es un drama inenarrable que no se le ocurri¨® ni a Mario Puzo, el autor de El Padrino. Tampoco me sorprende la noticia de que sus asesinos sean exmilitares colombianos que habr¨ªan sido contratados por la empresa de seguridad CTU, con sede en Florida de propiedad del venezolano Antonio Intriago.
Hace rato que mi pa¨ªs exporta mercenarios como si se tratara de un producto comercial. La guerra nos dej¨® un ej¨¦rcito inmenso que tuvo operaciones cinematogr¨¢ficas contra su enemigo hist¨®rico, las FARC, pero que se degrad¨® en el camino. En los noventa, muchos soldados profesionales entrenados en los Estados Unidos decidieron salirse de las filas para integrar los grupos paramilitares que terminaron incinerando a inocentes en hornos crematorios y jugando futbol con las cabezas de sus v¨ªctimas. En el 2002, con la llegada de Uribe al poder, la guerra empez¨® a medirse en litros de sangre, y en varias unidades del ej¨¦rcito se incrementaron los asesinatos de civiles para hacerlos aparecer como guerrilleros muertos en combate porque esa era la forma de acceder a permisos y a vacaciones. Un ej¨¦rcito que sirvi¨® de cantera para crear el monstruo del paramilitarismo, y que permiti¨® los ¡°falsos positivos¡±, no es extra?o que se haya convertido en una f¨¢brica de mercenarios.
El hecho de que varios de estos sicarios hayan sido entrenados por los Estados Unidos y por los servicios secretos brit¨¢nicos es otra muestra de que la degradaci¨®n de la guerra se dio en el mundo, no solo en Colombia. Desde que las guerras se privatizaron y se les entregaron a las compa?¨ªas de seguridad como Blackwater, Dyncorp o CTU, estas se est¨¢n librando con ej¨¦rcitos de mercenarios que disparan sus armas, movidos no por la carga ideol¨®gica, sino por la necesidad de engrosar su chequera.
En ese mercado, los mercenarios colombianos son muy apetecidos no solo por su eficacia sino porque son una mano de obra joven y muy barata. Mientras un mercenario norteamericano o surafricano cobra sueldos entre 20.000 y 50.000 d¨®lares mensuales, los mercenarios colombianos que fueron reclutados para la operaci¨®n en Hait¨ª cobraron solo 2.700 d¨®lares mensuales. As¨ª es como hemos venido a saber que en ese mercado de la muerte los mercenarios colombianos no son solo los m¨¢s apetecidos sino tambi¨¦n los m¨¢s vejados.
Hoy seguimos siendo uno de los pa¨ªses que m¨¢s invierte en defensa, que posee el segundo ej¨¦rcito m¨¢s grande de Am¨¦rica Latina despu¨¦s del de Brasil y que tiene una gran cantidad de soldados profesionales ya retirados que solo saben hacer la guerra.
Muchos de los militares que fueron entrenados bajo el Plan Colombia, la estrategia de Washington para ganar la guerra contra las drogas y contra las guerrillas de izquierda, se est¨¢n retirando a la edad de 40 a?os luego de haber prestado 20 a?os de servicio. Eso ha ido creando un mercado de mercenarios de bajo precio que parecen estar dispuestos a todo. Se estima que hay cerca de 6.000 mercenarios colombianos en el Medio Oriente, unos cuantos han montado compa?¨ªas de seguridad y otros han terminado prestando sus servicios para secuestrar y/o asesinar a presidentes. As¨ª de simple.
Lo que s¨ª es un culebr¨®n es la manera como la canciller colombiana Marta Lucia Ram¨ªrez trat¨® de exculpar a estos matones. Ella dijo que los colombianos capturados en Hait¨ª ¡°no son bajo ninguna circunstancia mercenarios¡± y que ¡°son hombres y mujeres correctos que act¨²an siempre dentro de ese valor sublime de la vida¡±.
De ah¨ª a condecorarlos por sus servicios prestados a la patria no hay sino un paso. Estos militares retirados no fueron contratados para recoger caf¨¦, ni para cuidar a un VIP. Fueron a instrumentar un golpe de estado y aunque la idea era primero secuestrar al presidente y tumbarlo, terminaron asesin¨¢ndolo. Eso es un acto de mercenarios, as¨ª la canciller colombiana quiera que los consideremos soldados al servicio de la democracia.
El hecho de que no todos supieran que iban a matar al presidente Mo?se tampoco puede ser una atenuante ni una demostraci¨®n de que son seres ¡°correctos que act¨²an siempre dentro de ese valor sublime de la vida¡±. ?Es que acaso el secuestro de un presidente para forzar un golpe de estado es un acto de gran correcci¨®n ¨¦tica? ?Y c¨®mo se le llama el sujeto que acepta un pago para secuestrar al presidente y forzar un golpe de estado? ?Un hombre de paz, un patriota? Eso tiene solo una palabra: mercenario.
Los que presumen saber de esto dicen que hay una diferencia entre los mercenarios que hacen la vuelta por debajo de la mesa y contratistas de seguridad que prestan sus servicios a empresas privadas y a Estados, como sucedi¨® en Colombia con Dyncorp, la compa?¨ªa a la que se le dio el contrato para implementar el Plan Colombia.
La realidad es que esa l¨ªnea es cada vez m¨¢s dif¨ªcil trazar en la medida en que las guerras se han ido tercerizando. En el caso de Hait¨ª, toda la operaci¨®n que termin¨® con el asesinato del presidente se hizo a trav¨¦s de una compa?¨ªa de seguridad legalmente constituida con sede en Miami. Los financiadores siguen sin salir todos a la luz y los asesinos no fueron ni siquiera haitianos sino unos mercenarios colombianos mal pagos que terminaron neutralizados porque inexplicablemente no les funcion¨® su plan de escape.
No es chiste lo del culebr¨®n.
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