L¨¢grimas
Qu¨¦ lejos quedan aquellos gritos del recreo y las claras acequias donde se ba?aba desnudo entre los naranjos
Cada ma?ana su madre le lavaba la cara con jab¨®n de sosa, lo peinaba y mientras le abrochaba con amor todos los botones, le dec¨ªa: Hijo, p¨®rtate bien con el maestro. Qu¨¦ lejos queda aquel ni?o que iba a la escuela con los l¨¢pices de colores sonando en el estuche de la cartera. Primero el Cara al sol brazo en alto, luego el dictado, la ortograf¨ªa y Viriato, el mapa de Espa?a y la cantinela de la tabla de multiplicar que sal¨ªa por los ventanales. Qu¨¦ lejos quedan aquellos gritos del recreo y las claras acequias donde se ba?aba desnudo entre los naranjos y las meriendas de pan con chocolate y los nidos secretos de petirrojos, verderones y jilgueros, y el olor a linotipia que desped¨ªan los cromos y el de las hojas de morera de la caja de los gusanos. Introibo ad altare Dei, repet¨ªa el cura en misa cuando el ni?o era monaguillo. Qu¨¦ lejos queda aquel chaval que estren¨® los primeros pantalones bombachos. Entre los radios de su bicicleta petardeaba el as de oros, la mejor carta de la baraja. A esa edad so?aba con islas misteriosas de Julio Verne y de Salgari y con aquella ni?a pelirroja por la que sinti¨® por primera vez una pulsi¨®n extra?a que siempre llev¨® asociada el aroma del espliego de la primera excursi¨®n por la monta?a. Qu¨¦ lejos queda el joven orteguiano que cre¨ªa pertenecer a la minor¨ªa selecta y que luego en la universidad luch¨® contra la dictadura frente a los guardias, se alist¨® en el partido comunista, pas¨® por la c¨¢rcel y durante algunos a?os a¨²n mantuvo la fe en que el mundo pod¨ªa cambiar a la medida de sus sue?os. Hoy es un viejo que no sabr¨ªa explicar por qu¨¦ una c¨®lera larvada lo ha convertido en un sujeto tan reaccionario. Solo que en medio de su confusi¨®n pol¨ªtica e ideol¨®gica a veces recuerda a aquel ni?o que iba a la escuela con la cara bien lavada, tan limpio, tan puro, tan lejano, y se le saltan las l¨¢grimas.
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