Ansias de patriotismo
Quiz¨¢ convenga que los espa?oles compartan s¨ªmbolos y establezcan nuevos lazos con Espa?a, pero es preciso alg¨²n arreglo pol¨ªtico viable aceptado por la inmensa mayor¨ªa, incluido el grueso de los catalanes
El malogrado proc¨¦s independentista ha producido, en los ¨²ltimos a?os, un vigoroso resurgimiento del espa?olismo. Nada sorprendente, por cuanto abundan los ejemplos hist¨®ricos de reacciones adversas a las demandas de autogobierno en Catalu?a. Pero la aventura soberanista ha ido esta vez demasiado lejos y, adem¨¢s de esterilizar el Gobierno de la Generalitat y de partir por la mitad a la sociedad catalana, ha propulsado la versi¨®n espa?ola del nacional-populismo europeo. Vox puede definirse como una extrema derecha identitaria que se levanta contra el sistema auton¨®mico y en defensa de la unidad nacional frente a sus enemigos, a los que quiere ilegalizar. Para asentarse acude a la xenofobia y a la descalificaci¨®n de los pactos con los nacionalistas catalanes. Y tambi¨¦n a unas se?as hist¨®ricas muy reconocibles, como la reivindicaci¨®n del antiguo imperio espa?ol: la reciente denuncia de la Leyenda Negra, alimentada por sus medios. Que el Partido Popular se aproxime a sus posiciones, y que ambas fuerzas amenacen con fagocitar el proyecto liberal de Ciudadanos ¡ªenvuelto asimismo en la bandera rojigualda frente a la estelada¡ª dan idea de esta deriva.
El espa?ol, como otros nacionalismos de Estado, suele negar su condici¨®n nacionalista, que deja para los movimientos subestatales. Sus portavoces prefieren en cambio presentarse como patriotas. As¨ª lo hicieron los populares en el pasado y as¨ª lo repiten los dirigentes de Vox, que contrastan su propio patriotismo con las tendencias globalizadoras, lo mismo que sus aliados en el Europarlamento. Sin embargo, las reivindicaciones patri¨®ticas no s¨®lo provienen ya de las derechas, sino que se multiplican en c¨ªrculos m¨¢s templados y hasta en las izquierdas que superan la vieja equivalencia entre espa?olismo y dictadura. Frente a los vaivenes socialistas, Podemos avanz¨® en la identificaci¨®n de patria y pueblo, aunque no pudo explicar conceptos tan confusos como el de patria plurinacional. En M¨¢s Madrid/M¨¢s Pa¨ªs, heredero de su transversalidad de ra¨ªz latinoamericana, han jugado la baza del patriotismo y la han relacionado con la calidad de los servicios p¨²blicos. No faltan izquierdistas que se arrepientan, como Santiago Alba Rico, de no haber le¨ªdo antes el Quijote.
Algunos autores de ¨¦xito reclaman hoy f¨®rmulas patri¨®ticas para sacar a Espa?a del atasco identitario y del embrollo territorial. Mencionar¨¦ tan s¨®lo a dos colaboradores de este diario. V¨ªctor Lapuente afirma que la religi¨®n y la patria son dos metas transcendentes que nos hacen mejores ciudadanos y cuyos dispositivos morales conviene recuperar para alejarnos del ego¨ªsmo narcisista que nos corroe, con especial ferocidad a los espa?oles. Asegura tambi¨¦n que la izquierda ha abandonado su gran ideal, la patria, sin tener en cuenta que el internacionalismo marc¨® a socialdem¨®cratas, comunistas y anarquistas, de tradiciones ideol¨®gicas nada desde?ables. Sergio del Molino, por su parte, receta el patriotismo constitucional, un mero sistema para organizar la convivencia, como remedio a los males del pa¨ªs. Hay, por as¨ª decirlo, ansias de patriotismo.
Casi todos los adalides del patriotismo, sea cual sea su ubicaci¨®n en el mapa pol¨ªtico, insisten en separarlo del nacionalismo. Tal es el desprestigio de este ¨²ltimo, asociado a horrores y estupideces. Lo habitual es atribuir a cada uno de ellos rasgos contrapuestos, pues, como contest¨® el presidente franc¨¦s Emmanuel Macron a Donald Trump, uno y otro son no s¨®lo distintos sino tambi¨¦n contrarios. El patriota doctor Jekyll utiliza m¨¦todos racionales, promueve la participaci¨®n ciudadana y el respeto a las leyes, es incluyente y pac¨ªfico. En cambio, el m¨ªster Hyde nacionalista se ve dominado por sus emociones, es excluyente y agresivo, decididamente antidemocr¨¢tico. El bien y el mal, la luz frente a la oscuridad. Una dicotom¨ªa que cuenta con ilustres antecedentes. George Orwell, por ejemplo, subray¨® la naturaleza defensiva del patriotismo, lejano a los deseos de poder de su rival. Desde la teor¨ªa pol¨ªtica, Maurizio Viroli distingui¨® entre el amor patri¨®tico a la comunidad pol¨ªtica, en el marco de la libertad; y la exaltaci¨®n de la homogeneidad cultural, ling¨¹¨ªstica y ¨¦tnica, que fomenta la tiran¨ªa y la violencia. La virtud individual frente al vicio colectivo.
?Qui¨¦n puede resistirse a estas definiciones y no alinearse con los buenos, los patriotas, contra los malos, los nacionalistas? El problema es que semejante diferenciaci¨®n no resiste un an¨¢lisis emp¨ªrico, donde las cosas resultan m¨¢s complejas. La idea de patria remite al republicanismo cl¨¢sico, que enfatizaba la necesidad de la virtud ciudadana pero tambi¨¦n la entrega a la guerra, as¨ª como la unanimidad en la b¨²squeda del bien com¨²n, reacia al pluralismo pol¨ªtico. Otra de sus derivaciones m¨¢s empleadas se halla en el patriotismo constitucional difundido por J¨¹rgen Habermas, que propugnaba la lealtad a los valores democr¨¢ticos plasmados en la Constituci¨®n. Algo tal vez demasiado fr¨ªo, pero valioso para sociedades traumatizadas por las barbaries cometidas en nombre de naciones y razas. Pero, como sostiene el antrop¨®logo Andreas Wimmer, en el mundo contempor¨¢neo el patriotismo no es m¨¢s que una variante del nacionalismo, porque sus v¨ªnculos se establecen siempre con una naci¨®n concreta, en el caso habermasiano con Alemania. Es decir, con un colectivo provisto de derechos pol¨ªticos, que o bien est¨¢ dotado de soberan¨ªa o bien aspira a conseguirla.
En realidad, el patriotismo se confunde con el llamado nacionalismo pol¨ªtico o c¨ªvico, que concibe a su naci¨®n como un conjunto de ciudadanos que comparten los principios encarnados en las leyes, sin entrar en sus caracter¨ªsticas culturales, las predilectas de su alter ego, el nacionalismo ¨¦tnico. El modelo occidental, franc¨¦s o norteamericano, versus el modelo oriental, de inspiraci¨®n alemana. Pero, una vez m¨¢s, los claroscuros del fen¨®meno se empe?an en llevar la contraria a los taxonomistas, pues no se conocen naciones que no presuman de peculiaridades culturales como la lengua, la religi¨®n o los legados hist¨®ricos. Francia habla franc¨¦s, Estados Unidos ingl¨¦s. Con lo cual, seg¨²n el soci¨®logo Rogers Brubaker, esta clasificaci¨®n deriva en un mito maniqueo y es m¨¢s provechoso hablar de nacionalismos con Estado y sin ¨¦l. Puestos a elegir, parece desde luego preferible un marco democr¨¢tico e integrador frente a otro autoritario y etnicista, pero el doctor Jekyll y m¨ªster Hyde, como en la novela de Robert Louis Stevenson, son la misma persona.
Quiz¨¢ convenga que los espa?oles, si quieren seguir juntos, compartan s¨ªmbolos y establezcan nuevos lazos con Espa?a, aparte de la selecci¨®n de f¨²tbol; aunque cabr¨ªa desear el arraigo de otros compromisos m¨¢s cercanos, con ciudades y vecinos, e incluso el de un europe¨ªsmo mejor articulado. Y, por qu¨¦ no, la apertura de un horizonte cosmopolita. En todo caso, nuestros patriotismos ¡ªo nuestros nacionalismos¡ª deber¨¢n acomodarse a alg¨²n arreglo pol¨ªtico viable, a un ordenamiento constitucional leg¨ªtimo y aceptado por la inmensa mayor¨ªa, incluido el grueso de los catalanes. Un objetivo que en la actualidad se antoja dif¨ªcil de alcanzar. Porque, como supo ver Juan J. Linz hace casi medio siglo, en nuestra cultura pol¨ªtica sobrevive un z¨®calo que se resiste a encajar en simplificaciones maniqueas o a avenirse a voluntarismos bienintencionados: Espa?a es ¡°un Estado para todos los espa?oles, un Estado-naci¨®n para una gran parte de la poblaci¨®n y s¨®lo un Estado pero no una naci¨®n para minor¨ªas importantes¡±.
Javier Moreno Luz¨®n es catedr¨¢tico de Historia en la Universidad Complutense de Madrid. Acaba de publicar Centenarioman¨ªa. Conmemoraciones hisp¨¢nicas y nacionalismo espa?ol (Marcial Pons).
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