?Necesitan las mujeres afganas ser salvadas?
No se trata de generosidad, sino de revertir una pol¨ªtica que incumple las promesas que la comunidad internacional le hizo al pueblo de Afganist¨¢n
Tras la implacable victoria talibana en las ¨²ltimas semanas, la opini¨®n p¨²blica internacional se ha dividido en dos posiciones: por un lado, las voces que, temiendo una vuelta a la represi¨®n talibana, llaman a salvar a las mujeres afganas revirtiendo la retirada de la coalici¨®n de la OTAN y, por otro, aquellas que, considerando estos argumentos una excusa para la pol¨ªtica exterior intervencionista estadounidense, insisten en no caer en las tentaciones del ¡°feminismo imperialista¡±. Un debate que, como era de esperar, fue vernacularizado e intensamente discutido en las redes sociales de nuestro pa¨ªs.
Es necesario tomarse en serio las reservas de las feministas antimperialistas, puesto que la salvaci¨®n de las mujeres ha servido desde finales del siglo XIX como pretexto para intervenciones militares occidentales en el Tercer Mundo a trav¨¦s de presentar a un sujeto que salva (nosotros) frente a otro que tiene que ser salvado (ellos). La fil¨®sofa poscolonial Gayatri Spivak lo describe como ¡°hombres blancos salvando a mujeres de color de hombres de color¡±. En este caso sabemos, adem¨¢s, por notas filtradas por WikiLeaks que la CIA trat¨® de acrecentar el escaso apoyo a la guerra de Afganist¨¢n entre las mujeres europeas mediante la retransmisi¨®n en medios de comunicaci¨®n de testimonios de mujeres afganas. Tambi¨¦n sabemos que este mismo tipo de discurso fue crucial para justificar intervenciones unilaterales como la invasi¨®n de Irak.
No obstante, pese a estas reservas, existen hoy argumentos para considerar que la coalici¨®n de la OTAN deber¨ªa haber revertido su retirada (y posiblemente, considerarlo en el futuro). El m¨¢s importante es el de la responsabilidad que tiene la coalici¨®n hacia el pueblo afgano. Al margen de lo que cada uno opine sobre la intervenci¨®n de 2001 (que cont¨® con el respaldo de las Naciones Unidas), la diferencia crucial respecto a aquel momento es que a d¨ªa de hoy existen casi 20 a?os de interdependencia que no deben ser ignorados.
?C¨®mo podr¨ªamos, por tanto, haber defendido p¨²blicamente el regreso de la OTAN en Afganist¨¢n sin reproducir t¨®picos que puedan justificar intervenciones ileg¨ªtimas? Aqu¨ª el pensamiento de la antrop¨®loga Lila Abu-Lughod deviene interesante: en un c¨¦lebre art¨ªculo acad¨¦mico, que parafraseo en el t¨ªtulo de esta columna, explica que entre el intervencionismo paternalista y la resignaci¨®n existe una tercera v¨ªa: defender estas intervenciones no en t¨¦rminos de salvados y salvadores, sino a partir de debates sobre justicia global.
?Y qu¨¦ nos dir¨ªa la teor¨ªa pol¨ªtica? En este caso, la posici¨®n de cosmopolitas y comunitaristas (las dos corrientes principales y enfrentadas en la teor¨ªa pol¨ªtica internacional) necesariamente ha de coincidir: la cobarde retirada de la coalici¨®n debe considerarse inaceptable, ya sea por la defensa de unos valores universales que compartimos como por las obligaciones morales espec¨ªficas que tiene la coalici¨®n internacional hacia el pueblo afgano. En relaci¨®n a este ¨²ltimo punto, Michael Walzer, padre del comunitarismo y de la teor¨ªa de la guerra justa contempor¨¢nea, ha escrito sobre lo que EE UU le debe a Afganist¨¢n: una presencia militar lo suficientemente fuerte como para vencer a los talibanes y el asilo de todos aquellos que sean susceptibles de ser perseguidos o asesinados tanto por colaborar con EE UU como por participar en la imperfecta democracia afgana (por ejemplo, a trav¨¦s de partidos, sindicatos o ense?ando en colegios para ni?as).
En conclusi¨®n, no se trata de salvar a las mujeres afganas por generosidad, sino de revertir una pol¨ªtica que incumple las promesas que la comunidad internacional le hizo al pueblo afgano. Una pol¨ªtica que ignora las obligaciones que, tras casi 20 a?os de misi¨®n, tiene hacia sus mujeres, activistas y sindicalistas, entre otros. No es un favor; es un deber moral. Efectivamente, esta coalici¨®n no ha logrado establecer un para¨ªso democr¨¢tico en Afganist¨¢n. Pero, hasta hace tan solo unos d¨ªas, estuvo a tiempo de evitar el regreso a un infierno teocr¨¢tico.
Bernardino Le¨®n Reyes es investigador y profesor asociado de Sciences Po.
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