Kabul y el Occidente
El mundo sigue dividido entre civilizaci¨®n y barbarie, y permitir que la alianza que defiende a la primera se desmorone es demencial. El mundo libre necesita defensa y el liderazgo de EE UU
Hace alg¨²n tiempo escuch¨¦ una conferencia de una escritora afgana que viv¨ªa en Europa. Era mon¨¢rquica y hablaba de su pa¨ªs cuando era un reino con nostalgia. Recordaba un Kabul donde las mujeres estudiaban en la Universidad y donde ella y sus amigos escritores y artistas se reun¨ªan en pe?as a las que asist¨ªan mujeres que beb¨ªan y fumaban al igual que los hombres. No s¨¦ si su testimonio, impregnado de melancol¨ªa, desfiguraba la realidad. Y recuerdo ahora a Kipling, que, contando los problemas que tuvo el imperio brit¨¢nico para lidiar con los afganos, recordaba que ¨¦stos, luego de parecer derrotados, sal¨ªan de las monta?as, como las lagartijas, para golpear a mansalva a los soldados brit¨¢nicos. Y conclu¨ªa: ¡°Por eso, se puede decir que los afganos nunca han perdido una guerra¡±.
Como hemos visto, por el caos que ha sido el aeropuerto de Kabul en estos d¨ªas de espanto, con muertos y heridos entre la muchedumbre, sobre todo femenina, que aterrada pretend¨ªa asaltar los aviones que llegaban hasta all¨ª y escapar, los norteamericanos deb¨ªan haber le¨ªdo este texto de Kipling antes de planear una guerra de 20 a?os en la que, hablemos claro, han sido derrotados una vez m¨¢s. La defensa del mundo libre ¡ªsin comillas¡ª anda bastante mal desde que Estados Unidos fue derrotado por Vietnam. Y, por supuesto, la influencia de la China poderosa de estos d¨ªas se apresura a ocupar, directamente o a trav¨¦s de su influencia econ¨®mica, los lugares que los Estados Unidos dejan libres.
Esto plantea un serio problema a Occidente, del que nadie, o muy poca gente, quiere hablar. El comunismo, al mismo tiempo que los pa¨ªses libres sufr¨ªan derrota tras derrota, desaparec¨ªa para todos los efectos pr¨¢cticos y, empezando por Rusia, seguido por China y los pa¨ªses sat¨¦lites optaban por un sistema capitalista de ¡°amiguetes¡±, en el que a los empresarios s¨®lo se les ped¨ªa respetar las pol¨ªticas del Estado ¡ªa lo que aquellos se prestaban sin mayores problemas¡ª de manera que, en vez de un mundo socialista radical, parec¨ªamos estar yendo a un sistema muy extendido de reg¨ªmenes populistas y corrompidos que prevalecer¨ªan sobre las genuinas democracias y del que ser¨ªa un ejemplo flagrante lo ocurrido en los ¨²ltimos a?os en Am¨¦rica Latina, con Bolsonaro en Brasil, la Kirchner en Argentina, y el reconstruido grupo de pa¨ªses izquierdistas de Puebla, esta vez bajo los auspicios del populista n¨²mero uno del mundo actual, el mexicano Manuel L¨®pez Obrador.
La OTAN parece cada d¨ªa m¨¢s una broma, o por lo menos una seria equivocaci¨®n desde que el presidente Trump record¨® a los pa¨ªses miembros que si quer¨ªan que Estados Unidos se encargara de su defensa ¡°ten¨ªan que pagar por ella¡±. Y pretendi¨® cobr¨¢rsela. Ninguno que yo sepa estuvo dispuesto a aceptar totalmente esta admonici¨®n, que hubiera puesto en aprietos econ¨®micos, o hundido en la cat¨¢strofe, a algunos pa¨ªses miembros de aquella organizaci¨®n encargada de velar por la defensa de los pa¨ªses democr¨¢ticos. El resultado ha sido, luego de vivir la experiencia horrible de Afganist¨¢n, que la defensa del Occidente est¨¢ en ruinas, aunque por el momento ¡ªpor el momento no quiere decir para siempre¡ª no haya amenazas directas a los pa¨ªses que, recordemos, inauguraron la libertad, crearon e impulsaron los primeros sindicatos, la escuela y la salud para toda la poblaci¨®n, fundaron las primeras sociedades libres y tambi¨¦n las m¨¢s pr¨®speras de la tierra. ?No merece el gran legado de Occidente al mundo ser defendido mejor que lo est¨¢ siendo ahora, luego de ver c¨®mo los norteamericanos abandonan Kabul destruyendo en el mismo aeropuerto las armas que quieren poner a salvo de los talibanes, espect¨¢culo bochornoso que el presidente Biden ha llamado ¡°la m¨¢s extraordinaria haza?a de nuestro tiempo¡±? La verdad es que no ha habido haza?a alguna en esta ca¨®tica salida del Ej¨¦rcito estadounidense de un pa¨ªs en el que nunca debi¨® entrar, a no ser con la estricta convicci¨®n de ganar esa guerra, como no debi¨® entrar a Vietnam a menos que hubiera estado dispuesto a derrotar a los norvietnamitas con todo el peso de su fuerza militar, algo que, sin duda, hubiera puesto en peligro la paz del resto del mundo, que es mucho decir.
En una diatriba contra la pol¨ªtica de su propio pa¨ªs, acompa?ada de muchas verdades, el profesor Jeffrey Sachs ha dicho que en ambas intervenciones militares, Estados Unidos nunca se preocup¨® de abrir una escuela, una f¨¢brica, o un sistema digno de salud y que por el hecho de ser exclusivamente intervenciones militares, Estados Unidos se hab¨ªa ganado la hostilidad de esos pa¨ªses donde iba s¨®lo a guerrear y las cr¨ªticas del resto del mundo. Aunque no estoy siempre de acuerdo con el profesor Sachs, creo que hay mucha verdad en su furiosa presentaci¨®n del problema que describe. No es verdad que los pa¨ªses del tercer mundo deban recibir la modernidad y la civilizaci¨®n como un regalo del mundo desarrollado. Hay ejemplos hoy d¨ªa ¡ªest¨¢n entre ellos Singapur, Corea del Sur y Taiw¨¢n¡ª de pa¨ªses que sin mayores ayudas han progresado fant¨¢sticamente y creado las condiciones que ya fortalec¨ªan a los pa¨ªses occidentales. Tampoco es, en el mundo actual de fronteras abiertas o por abrirse, obligaci¨®n de la alianza introducir la modernidad y el desarrollo en pa¨ªses que pueden hacerlo por s¨ª mismos, aprovechando el r¨¦gimen de libertad que existe para las transacciones internacionales. Pero s¨ª est¨¢ dentro de las obligaciones de Occidente el defender la libertad que hemos alcanzado y que es nuestro gran legado al mundo de hoy y de ma?ana. La libertad no es una palabra sin respaldo, un simple ruido que emite la garganta en ocasiones de excepci¨®n. Es una manera de salir de la barbarie y el horror que hemos visto en estos d¨ªas en el aeropuerto de Kabul, donde miles de mujeres trataban de huir para no tener que pasar el resto de sus d¨ªas ensimismadas en un burka, sin poder estudiar, ni trabajar, ni salir a la calle solas, animalizadas por un sistema de camelleros que no ha variado un ¨¢pice desde que, hace cientos de a?os, surgi¨® aquella religi¨®n en los desiertos de Arabia, sin que hasta hoy haya sido capaz de modernizarse y enfrentar, como lo han hecho las otras, la realidad de nuestro tiempo. En casos como el de Afganist¨¢n y de tantos pa¨ªses africanos s¨ª es una obligaci¨®n moral y material de lo mejor del Occidente de actuar de manera decidida en defensa de la mujer o, mejor dicho, simplemente de esa civilizaci¨®n que permiti¨® decir a Karl Popper y a much¨ªsimas personas en el mundo de hoy que, a pesar de todos los desastres a nuestro alrededor, ¡°nunca hemos estado mejor¡±.
La Alianza Atl¨¢ntica no es un artificio, sino una realidad. El mundo est¨¢ dividido todav¨ªa, como escribi¨® Sarmiento en el siglo XIX, entre la civilizaci¨®n y la barbarie. Permitir, por una cuesti¨®n de dinero, como quer¨ªa Trump, que esta alianza que preserva las mejores cosas que han pasado al Occidente se desmorone, es demencial. El mundo libre debe defenderse y para eso necesita el liderazgo ¡ªreal, no ficticio¡ª de Estados Unidos, que no s¨®lo es el pa¨ªs m¨¢s pr¨®spero sino el mejor armado de la Alianza, y el que debe asumir ese liderazgo sin las mezquinas exigencias de Donald Trump ni los esfuerzos ret¨®ricos del presidente Biden de mostrar como un triunfo lo que ha sido una ignominiosa derrota por un pa¨ªs que anda todav¨ªa sin acabar de salir de la Edad Media. Rusia y China han visto con serenidad la catastr¨®fica partida de los norteamericanos del aeropuerto de Kabul. No la olvidar¨¢n y, lo peor, es que en el futuro la tengan presente.
? Mario Vargas Llosa, 2021. Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PA?S, SL, 2021.
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