El poder de la instituci¨®n
La mesa de di¨¢logo entre los gobiernos espa?ol y catal¨¢n abre un periodo de normalidad
La etapa que abre la mesa de di¨¢logo entre los gobiernos espa?ol y catal¨¢n tendr¨¢ que sortear numerosas dificultades, pero ha vencido ya una primera tentativa desestabilizadora. El golpe de autoridad del president Pere Aragon¨¨s al rechazar la propuesta de Junts per Catalunya de sumar a la mesa a tres miembros ajenos al Govern (Jordi Turull, Jordi S¨¤nchez y M¨ªriam Nogueras) ha reforzado el peso institucional de la presidencia de la Generalitat. Ese gesto formal excluy¨® de facto de la mesa a quienes defienden la v¨ªa unilateral tanto en el centroderecha catal¨¢n de Junts como en la izquierda de la CUP. La aspiraci¨®n independentista no se ha batido en retirada, con la cola entre las piernas, cabizbaja y compungida, ni es presumible que vaya a disiparse en el aire. La nueva mesa significa sobre todo que la negociaci¨®n pol¨ªtica se desarrollar¨¢ entre gobiernos que respetan las reglas del juego democr¨¢tico.
La sentencia del Tribunal Constitucional de mayo de 2010 que limit¨® el alcance del Estatuto propici¨® la primera exhibici¨®n p¨²blica de un recelo que empezaba a ser transversal. Por primera vez desde la restituci¨®n de la Generalitat, el entonces president Jos¨¦ Montilla se puso al frente de una manifestaci¨®n en protesta por el recorte del Estatuto aprobado en el Parlament, votado en refer¨¦ndum y ratificado por las Cortes. Buena parte del combustible del que ha vivido el movimiento desde entonces tuvo que ver con la impavidez que sucesivos gobiernos del Partido Popular, con Mariano Rajoy al frente, exhibieron ante los indicios de desafecci¨®n, desapego o abierto rechazo hacia Espa?a en nutridos sectores de la poblaci¨®n catalana. Pero la causa central de la frustraci¨®n del proyecto independentista en su vertiente democr¨¢tica, y no unilateral, est¨¢ en la ausencia de una mayor¨ªa cualificada, consistente y prolongada en el tiempo en favor de la ruptura con el resto de Espa?a.
El error del president Montilla nada tiene que ver, sin embargo, con la sucesi¨®n de insumisiones jur¨ªdicas, legales y pol¨ªticas que encadenar¨ªan los sucesivos mandatos de Artur Mas, Quim Torra y Carles Puigdemont como presidentes: la unilateralidad que defendieron y en que incurrieron quebr¨® el funcionamiento de la Generalitat como instituci¨®n. Eso es lo que parece haber terminado el mi¨¦rcoles pasado. Ha perdido el unilateralismo independentista y ha crecido en peso y autoridad la causa del independentismo democr¨¢tico.
Pero quien ha recuperado peso pol¨ªtico es la instituci¨®n misma de la Generalitat como actor. Los mimbres est¨¢n puestos para que la negociaci¨®n sea algo m¨¢s que la argucia de unos y otros, Gobierno de Espa?a y Gobierno de Catalu?a, para ir vi¨¦ndolas venir. Sin ese acto de valent¨ªa pol¨ªtica, la mesa habr¨ªa nacido coja; hoy nace fortalecida precisamente porque los socios del Govern aspiraron a debilitarla hasta dejarla en nonata. El primero de sus objetivos no es simple, pero es el m¨¢s urgente: restituir la lealtad que permita desbloquear un conflicto que necesita calendario abierto, cifras precisas y expectativas realistas. En el empuje combinado de Pedro S¨¢nchez y Pere Aragon¨¨s esta semana puede estar el embri¨®n de una normalidad institucional que gran parte de la sociedad catalana y espa?ola ha reclamado sin ¨¦xito durante a?os.
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