Ciudades en transici¨®n
En Madrid no hay otro proyecto urbano que hacer caja. Por eso, tras esta Barcelona en transici¨®n hacia espacios colectivos hay algo mucho m¨¢s interesante que ese caos que denuncian a voz en grito los interesados en quedarse la ciudad para sus negocios
La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, convoca desde su primer d¨ªa en el puesto una animadversi¨®n furiosa. La mayor¨ªa de las veces tiene que ver con su posici¨®n ajena a los mecanismos del poder, pues proviene del extrarradio pol¨ªtico. No practica una municipalidad de arriba a abajo, sino que trata de invertir ese proceso. Aunque eso le puede llevar a cometer errores de bulto, tambi¨¦n en la cr¨ªtica feroz contra ella hay una esclavitud demasiado evidente del discurso del dinero, que sacrifica al ciudadano para premiar el puro negocio. Todos los espa?oles que crecimos en el desarrollismo sabemos que detr¨¢s de esa bondadosa idea de primar el empleo, el crecimiento, en demasiadas ocasiones se esconde el desastre ecol¨®gico, la corrupci¨®n y la p¨¦rdida de lo colectivo hacia el bolsillo del oportunista enriquecido. No todo vale para crear puestos de trabajo y exprimir nuevos negocios, nuestra ciudad, nuestro paisaje, merece un respeto frente al anhelo econ¨®mico de hoteleros, touroperadores y comerciantes. Barcelona trabaja por mejorar el transporte p¨²blico y ecol¨®gico y tras la pandemia ha hecho una apuesta decidida por ganar espacio al peat¨®n y al vecino. Se destaca a toda hora el desastre est¨¦tico de las medidas urgentes y hay raz¨®n en ello pues a¨²n hay que encontrar mejores soluciones que las improvisadas con vallados, diques y pinturas sobre el asfalto, pero el intento vale la pena.
Barcelona recibe a menudo premios por imaginar y adaptar la ciudad al mundo futuro. El rechazo a esa evoluci¨®n, por problem¨¢tica que sea, es est¨²pido, pues las mejores ciudades espa?olas, pongamos el ejemplo de Vitoria y Pontevedra, han caminado en esa senda. La Comisi¨®n Europea ha concedido el premio Nueva Bauhaus Europea a dos proyectos urbanos promovidos por el Ayuntamiento de Barcelona: los alojamientos de proximidad provisionales y las azoteas ajardinadas. A la hora de permitir las terrazas a la hosteler¨ªa ha buscado ocupar zonas cedidas al coche y no seguir rob¨¢ndoselas al peat¨®n. Junto a supermanzanas y parques de barrio fomentan la igualdad social frente a la segregaci¨®n por clases que bendicen las autoridades en Madrid donde el barrio rico lo distingues por la superioridad de sus servicios p¨²blicos, limpieza, paso de peatones, regulaci¨®n de tr¨¢fico. Ni la bici, ni el Madrid sin coches, ni la ciudad para el peat¨®n ni el transporte p¨²blico han merecido otra cosa en la capital que no sea desprecio, desguace y desatenci¨®n. A cambio, la terraza comercial le ha pegado una patada en el culo al vecino y lo ha mandado fuera de su calle.
Es un error entender las dos grandes ciudades espa?olas como un concurso de belleza y contabilidad. El proc¨¦s, como era previsible, a quien m¨¢s ha da?ado es a la capital cosmopolita y de acogida que siempre fue Barcelona, al¨¦rgica al ombliguismo. Pero Madrid se ha rebajado a servir de lanzadera para la pol¨ªtica nacional. Que el alcalde sea el portavoz del partido de la oposici¨®n al Gobierno es un error que desgracia su papel institucional. En Madrid no hay otro proyecto urbano que hacer caja. Por eso, pese a las apariencias, tras esta Barcelona en transici¨®n hacia espacios colectivos hay algo mucho m¨¢s interesante que ese caos que denuncian a voz en grito los interesados en quedarse la ciudad para sus negocios. Las ciudades europeas est¨¢n en pleno proceso de cambio y equivocar las metas puede ser letal.
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