Ocio y violencia
Son subgrupos de v¨¢ndalos los que parasitan las concentraciones de j¨®venes y contribuyen a una equ¨ªvoca estigmatizaci¨®n de ese colectivo
Las im¨¢genes de la violencia callejera durante las fiestas de la Merc¨¨ en Barcelona han sido turbadoras. Algunos datos invitan a una inquietud real: en torno a 20 detenciones en la noche del s¨¢bado pasado y m¨¢s de una decena de heridos por arma blanca, adem¨¢s de numerosos destrozos y robos en locales pr¨®ximos al lugar de la concentraci¨®n de j¨®venes, desde restaurantes a tiendas. Sin embargo, el diagn¨®stico de las fuerzas policiales y los responsables municipales indica que esos actos de vandalismo est¨¢n protagonizados por minor¨ªas exiguas que aprovechan esas reuniones masivas para practicar el deporte de la violencia urbana como exhibici¨®n de incivismo, rebeld¨ªa o insumisi¨®n sin reivindicaci¨®n alguna detr¨¢s.
Lo preocupante del caso es no solo la existencia misma de este vandalismo hiperminoritario, sino la difusi¨®n de la sospecha culpable hacia miles de j¨®venes que est¨¢n desarrollando nuevos modos de ocio que la ciudad no sabe o no est¨¢ preparada para absorber. Criminalizar esos encuentros en la calle como sin¨®nimo de violencia o establecer una mec¨¢nica causal entre el vandalismo y las reuniones de j¨®venes incentiva el alarmismo y, sobre todo, los estigmatiza de forma gen¨¦rica. Pero no hay noticias fiables de que en su inmensa mayor¨ªa participen de la violencia que una y otra vez reflejan im¨¢genes de locales destrozados y coches, motos y bicicletas calcinados en la v¨ªa p¨²blica.
La tolerancia de la ciudadan¨ªa hacia esas pr¨¢cticas suele ser muy limitada y las protestas se multiplican para exigir el respeto al descanso de los vecinos en las zonas afectadas. Las restricciones en el ocio nocturno en Barcelona pueden haber propiciado esta suerte de ocio autogestionario que en s¨ª mismo desborda las previsiones de la polic¨ªa y genera im¨¢genes de aglomeraciones en apariencia ingobernables e incontroladas. Pero las causas de este nuevo fen¨®meno son m¨²ltiples y es posible que en alguna medida nazcan de las ansias de socializaci¨®n tras la larga etapa de restricciones causadas por la pandemia. En todo caso, sigue siendo imprudente (y contraproducente) identificar detr¨¢s de los j¨®venes la aut¨¦ntica delincuencia en que incurren exiguos subgrupos casi profesionalizados. Es verdad que resulta preocupante el n¨²mero de ingresos hospitalarios de j¨®venes por comas et¨ªlicos y que no hay raz¨®n para resignarse ante ese crecimiento. Pero lo ocurrido en Barcelona, Madrid y otros lugares supone una novedad dif¨ªcil de abordar: los lugares p¨²blicos no est¨¢n dise?ados para acogerlos en esas cantidades y ese mismo hecho puede estar en la ra¨ªz de la presencia de grupos que parasitan esas concentraciones y las usan como escudo y excusa para su propia violencia.
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