Ni para¨ªso sin serpiente ni cielo sin nubes
En la salud mental, como en tantas otras cosas, hemos puesto nombre t¨¦cnico y cient¨ªfico a hechos que se llamaron antes de otra forma
Quien dice que en los refranes se concentra la verdad de un pueblo se equivoca, claro. La prueba, de hecho, est¨¢ en cualquiera de esas bromas que circulan donde se demuestra que en espa?ol podemos tener para muchas cosas una ense?anza y su contraria en sendos refranes: Piensa mal y acertar¨¢s contradice a Piensa el ladr¨®n que todos son de su condici¨®n, La cara es el reflejo del alma se opone a Las apariencias enga?an. No obstante, s¨ª parecen reflejar el saber de una sociedad y los valores que se ten¨ªan por apreciables o despreciables, tiempo atr¨¢s.
No hay para¨ªso sin serpiente ni cielo sin nubes. Antiguamente se usaba este refr¨¢n, hoy apenas conocido, para evocar la oscuridad que late bajo toda promesa de placer y sosiego. La nube como imagen de quien atraviesa un problema de salud mental es muy vieja. En ingl¨¦s se dice con un hermoso refr¨¢n, Every cloud has a silver lining, cuya traducci¨®n al espa?ol es igualmente bella: Toda nube negra tiene su orilla de plata, un correlato de lo que Luis Garc¨ªa Montero poetiz¨® bajo la ¡°nube negra¡±. En las Generaciones y semblanzas, una obrita del siglo XV (el diminutivo es por lo corto de su extensi¨®n), Fern¨¢n P¨¦rez de Guzm¨¢n biograf¨ªa con ojo cr¨ªtico a los nobles de su tiempo; del mariscal Garc¨ªa Gonz¨¢lez de Herrera resalta que era ¡°muy malenconioso y triste, y por esto dicen que el nublado de Garc¨ªa Gonz¨¢lez siempre estaba igual¡±. Los textos antiguos nos muestran que los achaques en la salud mental son tan viejos en la historia humana como las propias nubes del cielo. Lo nuevo no es la frecuencia con que hoy detectamos estos problemas sino la visibilidad que le empezamos a dar.
Quien dice que ahora somos muy tontos por padecer estas flaquezas, y que antes, con m¨¢s hambre y menos lujo, ten¨ªamos menos nubarrones, tambi¨¦n se equivoca. Como en tantas otras cosas, hemos puesto nombre (t¨¦cnico, cient¨ªfico) a hechos que se llamaron antes de otra forma. Claro est¨¢ que a veces nos hemos pasado de frenada y denominamos s¨ªndrome incluso a la pereza de tener que recoger la cocina despu¨¦s de comer o al desagrado de contrastar unas vacaciones sin reloj con la vuelta al trabajo. Eso frivoliza y contamina la seriedad de este asunto.
Es de sentido com¨²n celebrar que en el Congreso se haya aprobado el debate sobre una proposici¨®n de ley de salud mental: habr¨ªa que ser muy cerril para rechazar las aspiraciones de un texto que, seg¨²n sus proponentes, intenta reducir los tiempos de espera en la atenci¨®n psicol¨®gica, reivindica la incorporaci¨®n de la buena salud mental como derecho en el trabajo e incluso, aunque esto parece m¨¢s de pastoral bienintencionada que de ley, reclama que no se estigmaticen los problemas de salud mental. A la vista de las muchas competencias que las autonom¨ªas ya tienen sobre Sanidad, est¨¢ por ver cu¨¢nto de lo que se plantea en el Congreso se puede ejecutar y equipar con presupuesto.
Quiere una pensar que no hay oportunismo sino oportunidad en que esta propuesta surja justo ahora que los medios han atendido los padecimientos de salud mental de varios personajes c¨¦lebres. Si la pol¨ªtica fuera un para¨ªso, desde luego el oportunismo ser¨ªa su serpiente; pero pensemos bien: ya tenemos bastante nube en nuestro propio cielo como para ocuparnos de averiguar por qu¨¦ hoy por fin es noticia lo que llevamos siglos padeciendo.
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