El estilo de la socialdemocracia
El triunfo de Olaf Scholz en Alemania da alas a una tradici¨®n que reivindica la palabra y la negociaci¨®n como instrumentos fundamentales de la pol¨ªtica
La victoria de los socialdem¨®cratas en Alemania ha venido a reforzar una opci¨®n pol¨ªtica que llevaba un tiempo lastimada y maltrecha. A su l¨ªder, Olaf Scholz, le toca ahora negociar para conseguir los apoyos necesarios y convertirse en el nuevo canciller, pero mientras tanto no est¨¢ de m¨¢s celebrar que en el pa¨ªs m¨¢s fuerte de la Uni¨®n Europea haya conseguido la primera posici¨®n un partido que viene de una tradici¨®n en la que la b¨²squeda de acuerdos y la capacidad de negociaci¨®n son dos claras se?as de identidad. Y que se combinan, adem¨¢s, con el af¨¢n fundamental de reforzar el Estado de bienestar y atender a las urgencias de los m¨¢s necesitados.
Los adversarios de la socialdemocracia la critican por dar demasiado peso al Estado, y se?alan que en su af¨¢n de controlar cada vez m¨¢s vez m¨¢s parcelas de la vida p¨²blica ha ido ahogando los derechos individuales. Hay otros, en cambio, que acusan a los socialdem¨®cratas de ser demasiado d¨¦biles, incapaces de ir m¨¢s lejos en su lucha contra el capital, ante el que se rinden con demasiada facilidad. Los destrozos que produjo la Gran Recesi¨®n, y muchas de las pol¨ªticas de recortes que se aplicaron despu¨¦s, provocaron una severa crisis en esta vieja tradici¨®n que se encontr¨® tambi¨¦n desbordada por las transformaciones que introdujo en el mundo la globalizaci¨®n y la llegada de las nuevas tecnolog¨ªas. Muchas de las pol¨ªticas de izquierdas que se consiguieron aplicar con ¨¦xito en el marco del Estado naci¨®n no lograron trasladarse a una realidad distinta donde los mercados desregulados impusieron sus pautas. Es pronto, por tanto, para saber si la socialdemocracia recuperar¨¢ su capacidad de influencia. El triunfo del SPD en Alemania es solo una se?al de que podr¨ªa haber mayores m¨¢rgenes de maniobra, sobre todo si es capaz de gobernar y de sumar despu¨¦s a otros pa¨ªses de la Uni¨®n en su viejo af¨¢n de poner en marcha pol¨ªticas m¨¢s sensibles a la suerte de los que lo est¨¢n pasando mal.
Lo que s¨ª merece destacarse es esa vieja fortaleza que est¨¢ en los genes de la socialdemocracia: la voluntad de servirse de la palabra y de los argumentos como instrumento fundamental de trabajo. Ya en el siglo XIX, y ante la emergencia de esa nueva pol¨ªtica que sostenida en la emoci¨®n iba a impulsar a los nacionalismos, no claudicaron. Lo explica el historiador George L. Mosse en La nacionalizaci¨®n de las masas, un libro ya cl¨¢sico sobre el poder movilizador de los s¨ªmbolos. ¡°Un gobierno basado en el debate y en el consenso no estaba realmente interesado en aprovechar las tradiciones de un culto nacional que parec¨ªa contrario al control racional del Estado¡±, explica ah¨ª. Y apunta tambi¨¦n que ¡°los socialdem¨®cratas sent¨ªan que la conciencia no deb¨ªa despertarse mediante un enfoque lit¨²rgico sino a trav¨¦s de la educaci¨®n de los trabajadores¡±.
No est¨¢ de m¨¢s recordarlo: la palabra, el debate y el consenso, la b¨²squeda de la racionalidad frente a la explotaci¨®n de las emociones, y la educaci¨®n. Puede sonar a viejo, tan viejo por lo menos como aquella nueva pol¨ªtica, pero es una m¨²sica imprescindible en estos tiempos donde el vertiginoso desarrollo tecnol¨®gico transmite la ilusi¨®n de que todo se inventa por primera vez.
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