Ilegalizar el fascismo
Una Constituci¨®n militante como la italiana impide la defensa p¨²blica de movimientos neofascistas
Las sociedades democr¨¢ticas tienen dificultades para gestionar los brotes de car¨¢cter fascista o neofascista porque a menudo se nutren de la colisi¨®n entre el derecho a la libertad de expresi¨®n y el derecho igualmente leg¨ªtimo de la sociedad a protegerse contra movimientos de ra¨ªz totalitaria, intolerante y violenta: su objetivo ¨²ltimo es sabotear el marco legal democr¨¢tico. Movimientos de esta naturaleza est¨¢n volviendo a demostrar su funci¨®n disruptiva en algunos pa¨ªses occidentales. En buena medida est¨¢n aprovechando el descontento, la incertidumbre y las dificultades econ¨®micas derivadas de la pandemia, a veces escud¨¢ndose o mezcl¨¢ndose con movimientos antivacuna. El ¨²ltimo y preocupante ejemplo se produjo el s¨¢bado pasado en Roma. Una manifestaci¨®n convocada contra la obligatoriedad del pasaporte covid en los centros de trabajo se convirti¨® en el intento de toma tumultuaria de la sede de la presidencia del Gobierno y el posterior saqueo de la Confederaci¨®n General Italiana del Trabajo (CGIL), el principal sindicato italiano. La polic¨ªa ha demostrado la responsabilidad del principal convocante de la marcha, el partido neofascista Forza Nuova, cuya ilegalizaci¨®n se sopesa ahora.
La disposici¨®n transitoria final 12 de la Constituci¨®n italiana (que es militante, al contrario que la espa?ola) proh¨ªbe la reconstrucci¨®n del Partido Fascista, la formaci¨®n fundada por Benito Mussolini en 1921 y cuyo destructivo legado figura entre las p¨¢ginas m¨¢s negras de la historia de Europa. No se trata solo de una solemne declaraci¨®n de intenciones para cortar con el pasado fascista, sino de un instrumento de defensa de la democracia que, desde la instauraci¨®n de la Rep¨²blica en 1946, ha demostrado su utilidad. Esa disposici¨®n sit¨²a fuera de la legalidad a todo partido que use la violencia, o la amenaza de violencia, como m¨¦todo pol¨ªtico, y excluye igualmente las manifestaciones exteriores de car¨¢cter fascista. Eso es lo que ocurri¨® el pasado fin de semana.
La democracia italiana ha frenado en el pasado otros conatos de resurrecci¨®n y nostalgia del fascismo. Lo hizo en 1973 con Ordine Nuovo y en 1976 con Avanguardia Nazionale. Casi medio siglo despu¨¦s, vuelve a estar sobre la mesa la disoluci¨®n de una organizaci¨®n protagonista de numerosas agresiones racistas, actos vand¨¢licos, antisemitismo, ataques contra sedes de peri¨®dicos y campa?as hom¨®fobas, entre otros delitos. Varios militantes han sido procesados de forma individual, pero las pruebas acumuladas desde que la formaci¨®n neofascista inici¨® su actividad en 1997 evidencian una estrategia de acci¨®n incompatible con la pluralidad democr¨¢tica protegida por la Constituci¨®n. Su enmascaramiento entre sectores de la poblaci¨®n descontentos con las medidas preventivas contra la pandemia no ha de ser excusa para capitalizar una ideolog¨ªa antidemocr¨¢tica que encuentra cualquier brecha para regresar a la luz p¨²blica, y no solo en Italia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.