Querido diario
He visto a muchas personas envejecer fatal y, por supuesto, sin que se den cuenta de ello
No solo me parece bien que se haya legalizado la eutanasia, no faltaba m¨¢s, sino que soy partidario de que me eutanasien un poco antes de tiempo. No me f¨ªo de esas fuerzas oscuras que en el ¨²ltimo momento te pueden llevar a desear vivir lastimosamente un d¨ªa m¨¢s, un d¨ªa m¨¢s¡
Hay gente empapuzada de alta cultura.
Hay gente que da m¨¢s ganas de fumar que otra.
Frente a su obsesi¨®n por los t¨ªtulos universitarios y el curr¨ªculo, tan propia de cient¨ªficos, siempre le digo que ni Proust, ni Borges, ni Ferlosio pasaron del bachillerato. A veces le a?ado a Amancio Ortega, al que admira, y que tampoco super¨® la primaria. Nada le enerva m¨¢s que un pol¨ªtico que no haya trabajado nunca en la empresa privada. ¡°?Como los Kennedy?¡±, suelo decir yo, porque de esto hemos hablado ya muchas veces. Y as¨ª seguimos con la conversaci¨®n.
¡°T¨² dijiste una vez¡±. A partir de ah¨ª puede venir de todo. Desde un pron¨®stico tuyo que acab¨® siendo una gran equivocaci¨®n, hasta una profec¨ªa que result¨® asombrosamente exacta. Desde una frase que el otro ha guardado d¨¦cadas en su memoria como un agravio irredimible, hasta determinadas palabras que en cierto momento de hace muchos a?os poco menos que le vinieron a salvar la vida. Normalmente t¨² no te acuerdas de lo que ¡°una vez dijiste¡±.
He visto a muchas personas envejecer fatal y, por supuesto, sin que se den cuenta de ello. ?C¨®mo no pensar que me puede estar sucediendo lo mismo?
Se puede hacer humor sobre cualquier tema, dicen. Lo contrario es censura y atenta a la libertad. Poderse, se puede. Y yo no lo prohibir¨ªa. Pero cu¨¢ntas veces ciertos chistes brutales dejan pasar de contrabando y refuerzan muchos instintos o ideas malvadas que nunca expresar¨ªamos o nos resultar¨ªan repugnantes al escucharlas en serio.
Encuentro en Cioran, mira por d¨®nde, un maestro de doctrina social: ¡°Hay que estar con los oprimidos, sin olvidar que est¨¢n hechos del mismo barro que los opresores¡±.
Qu¨¦ yoga, ni qu¨¦ running, ni qu¨¦ mindfulness. Esa novela polic¨ªaca, ese thriller, de mejor o peor calidad, que me llevo a la cama cada noche con alegr¨ªa y expectaci¨®n, y en el que mi ego se disuelve como un azucarillo en otros personajes y lugares, como le¨ªa yo de ni?o.
Se habla de dolores cr¨®nicos, no se sabe de nadie que haya experimentado un placer cr¨®nico.
Woody Allen y sus precursores. ¡°Jam¨¢s hombre alguno desconfi¨® tanto de su vida, jam¨¢s hombre alguno cont¨® menos con que durase¡ Alguien, al hojear el otro d¨ªa mis apuntes, hall¨® un recordatorio de algo que yo quer¨ªa que se hiciese despu¨¦s de mi muerte; d¨ªjele, como as¨ª era, que aun estando a una legua de mi casa y sano y fuerte, apresureme a escribirlo all¨ª por no estar seguro de llegar¡±. (Montaigne).
Ayer le interrump¨ª a Miguel porque acababa de interrumpirme, y cuando yo le estaba interrumpiendo para decirle que era ¨¦l quien que me hab¨ªa interrumpido primero, me volvi¨® a interrumpir para protestar, y yo le interrump¨ª otra vez, claro, no iba a dejar pasar esa, pero entonces ¨¦l me interrumpi¨®¡ Y as¨ª un rato, levantando el tono en cada interrupci¨®n para interrumpirnos mejor, ante la mirada serena de Pablo.
Pandemia. Menos mal que, por razones literales, Mar¨ªa y yo no entramos en la de ¡°nuestros abuelos¡±. Pero esta pandemia nos ha incluido de lleno en la penosa franja sociol¨®gica de ¡°nuestros mayores¡±. Tal vez lo pr¨®ximo sea ¡°nuestros moribundos¡±. Porque nada que ver con aquello lo que contaba el historiador de las religiones Huston Smith sobre la cultura tradicional China. ¡°La elevaci¨®n de la persona mayor¡ ayud¨® a aumentar en el este de Asia el respeto por la edad hasta alcanzar una actitud rayana en la veneraci¨®n¡±. En Occidente, cuando alguien confiesa tener m¨¢s de 50 a?os, el comentario suele ser: ¡°Pues no parece que tengas m¨¢s de 40¡å. Seg¨²n la cortes¨ªa china, es probable que el comentario fuese algo como: ¡°Parece que tengas 60¡å.
Hablando de pol¨ªtica. Claro que te comprendo, yo tambi¨¦n he cambiado de opiniones con los a?os, dije. Y sobre todo la opini¨®n que ten¨ªa sobre ti, esto no lo dije.
Desgraciadamente, los elogios resbalan m¨¢s que las cr¨ªticas.
?Pompeya? Ah, s¨ª, s¨ª... dije. Los suelos de Pompeya, los suelos de Pompeya¡ Por lo menos el 80% del tiempo que estuve en Pompeya lo pas¨¦ mirando al suelo. ¡°?Mosaicos?¡±. No, no, qu¨¦ va, para no darme un trompazo¡ Y por cierto que yo supongo que a los que van de excursi¨®n por los montes y los bosques, los monta?eros, los famosos senderistas, les pasa algo de lo mismo, siempre mirando al suelo¡ Lo tengo que preguntar, porque yo no voy mucho por ah¨ª. Ya te he dicho otras veces que la naturaleza se ve mejor por la tele¡ Los grandes paisajes, sus aspectos microsc¨®picos¡ Y no te digo nada de los animales. ?Qu¨¦ sabr¨ªamos nosotros de los animales sin la tele?... Y as¨ª segu¨ª desvariando un rato.
I?aki Uriarte es autor de Diarios. Edici¨®n completa seguida de un ep¨ªlogo (Pepitas de Calabaza)
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