La democracia no admite violencia contra la prensa
Cuando la reacci¨®n al trabajo de la prensa son las amenazas y la violencia, se rompe la promesa de la libertad y la democracia que los Estados han asumido con la ciudadan¨ªa

Este 2 de noviembre es el D¨ªa Internacional para Poner Fin a la Impunidad de los Cr¨ªmenes contra Periodistas. Poco se conoce sobre el d¨ªa que originalmente impulsaron varias organizaciones period¨ªsticas para esta conmemoraci¨®n y sobre las razones para eso. El 23 noviembre de 2009 fue la masacre de Ampatuan, Filipinas, en la que fueron asesinadas 58 personas, 32 de ellas periodistas. Tambi¨¦n se registr¨® que al menos cinco mujeres fueron violentadas sexualmente antes de ser asesinadas. Es considerada por el Comit¨¦ para la Protecci¨®n de Periodistas (CPJ, en sus siglas en ingl¨¦s) como el evento m¨¢s mortal contra la prensa en la historia de la humanidad. A pesar de que sobraban razones para fijar esta fecha como el d¨ªa emblem¨¢tico, terminaron pesando otras consideraciones m¨¢s, dentro de las que el temor de Filipinas a ser se?alada en el circuito internacional fue una muy importante. En diciembre de 2013, la Asamblea General de Naciones Unidas estableci¨® el 2 de noviembre como d¨ªa para esta conmemoraci¨®n global. Desde entonces tenemos fecha, pero nos despojaron del s¨ªmbolo.
La violencia contra la prensa es incompatible con los sistemas democr¨¢ticos. Quien se expresa libremente sobre asuntos de inter¨¦s publico aspira a recibir una respuesta, un argumento que le controvierta, iniciar y participar de un debate, promover deliberaciones, generar una conversaci¨®n y animar que haya m¨¢s contribuciones a la democracia. S¨®lo eso deber¨ªa pasar cuando las y los periodistas publican un reportaje. Pero cuando la reacci¨®n al trabajo de la prensa son las amenazas y la violencia se rompe la promesa de la libertad y la democracia que los Estados han asumido con la ciudadan¨ªa.
Insisto, la violencia contra la prensa no deber¨ªa ocurrir en sistemas democr¨¢ticos. Pero si llegara a pasar, asumi¨¦ndolo como una distorsi¨®n inaceptable del sistema democr¨¢tico, los Estados deben reparar r¨¢pidamente ese da?o. De no hacerlo, entrar¨¢n en una espiral de repetici¨®n de las agresiones contra periodistas. Vaya si hay ejemplos de c¨®mo la impunidad acelera la repetici¨®n de las violencias contra la prensa.
La violencia contra la prensa tambi¨¦n se puede prevenir y una herramienta muy eficaz para hacerlo est¨¢ en la voz de los liderazgos p¨²blicos. Resulta tr¨¢gico que una porci¨®n significativa de las agresiones contra periodistas nace, vergonzosamente, de llamados directos o sutiles por parte de l¨ªderes pol¨ªticos a que esas violencias se ejerzan. Es democr¨¢ticamente plausible que las voces con notoriedad p¨²blica reaccionen cuando la prensa les cuestiona, pero es democr¨¢ticamente inadmisible que para hacerlo acudan a la estigmatizaci¨®n o a discursos denigrantes que activan riesgos innecesarios, y evitables, contra periodistas.
La voz de los liderazgos pol¨ªticos puede ser, o bien un mecanismo de protecci¨®n eficaz al debate p¨²blico y plural, o el arma permisiva que se pone sobre la mesa para disparar -con mano propia o a trav¨¦s de terceros- contra la democracia. Asegurar garant¨ªas al periodismo o promover la violencia contra periodistas es una disyuntiva importante en la que los l¨ªderes pol¨ªticos de nuestro tiempo tienen que tomar partido.
Es delgada la l¨ªnea que separa el derecho que tiene un gobernante a defenderse de las cr¨ªticas y la estigmatizaci¨®n que alienta a la violencia contra la prensa, pero toda persona que quiera ejercer su liderazgo p¨²blico con credenciales democr¨¢ticas debe tener muy presente esa distinci¨®n. En la declaraci¨®n conjunta del a?o 2021 todas las relator¨ªas de libertad de expresi¨®n de los organismos multilaterales coincidimos en que este es uno de los principales desaf¨ªos de la democracia en el mundo.
La violencia contra los y las periodistas es incompatible con los sistemas democr¨¢ticos y para luchar contra la impunidad se requiere de un Estado de Derecho fuerte, con frenos y contrapesos, en el que las violencias contra la prensa sean investigadas rigurosamente y sancionadas de forma ejemplarizante.
Lamentablemente, el mapa global de violencia contra la prensa coincide con ¨¢reas donde hay un poder judicial d¨¦bil, o abrumado por el volumen de asuntos que debe tratar, o carente en procesos sostenidos de formaci¨®n y evaluaci¨®n a sus funcionarios, o desmotivado porque todo es tan dif¨ªcil que dejar los casos a la suerte de la inercia es algo que nadie notar¨¢, o lo que es peor: un poder judicial con miedo y forzado a convivir con las fuentes de violencia y que debe decidir entre hacer su trabajo conforme se lo exigimos o sobrevivir. Es imperativo diagnosticar y apoyar a los sistemas de justicia y su independencia si aspiramos a que disminuyan las agresiones contra la prensa.
La victoria diplom¨¢tica de Filipinas para que todo el sistema de Naciones Unidas evitara mirar all¨ª cuando habl¨¢ramos de impunidad de cr¨ªmenes contra periodistas no mejor¨® las condiciones para la prensa de ese pa¨ªs, s¨®lo redujo temporalmente la intensidad del reflector en la observaci¨®n internacional. Basta mirar el caso de la periodista filipina Maria Ressa, perseguida a trav¨¦s de varias acciones legales incluyendo procesos por difamaci¨®n y de responsabilidad fiscal, para confirmar que la lucha contra la censura requiere que los organismos internacionales no seamos indulgentes con la creciente tendencia de reducci¨®n del espacio c¨ªvico. La participaci¨®n social, la libertad de prensa, la democracia y los derechos humanos en general est¨¢n en riesgo.
No hay nada m¨¢s permisivo a la repetici¨®n de las violencias contra la prensa que la ausencia de una reacci¨®n institucional contundente cuando ocurren. Y nada m¨¢s alentador y tranquilizante para los violentos que la impunidad.
La periodista Mar¨ªa Ressa fue reconocida junto con Dimitry Muratov como premio Nobel de Paz en el a?o 2021 en un potente mensaje que marca una relaci¨®n virtuosa entre periodismo libre, democracia y convivencia pac¨ªfica. Si la libertad de expresi¨®n es un valor democr¨¢tico la censura es un antivalor que siembra miedo, violencia y termina siendo la antesala de graves violaciones a los derechos humanos.
La valent¨ªa de las y los periodistas, as¨ª como la lucha contra la impunidad de los cr¨ªmenes contra la prensa ser¨¢n siempre s¨ªmbolo y motivaci¨®n.
Una vez m¨¢s. La democracia no admite violencia contra la prensa.
Pedro Vaca es relator especial para la Libertad de Expresi¨®n de la Comisi¨®n Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
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