Oficialistas
PP y PSOE tratan de gobernar con sentido de Estado; los partidos radicales o antisistema, como Podemos y Vox, se concentran en servirse de ¨¦l en inter¨¦s de sus redes clientelares
Se refuerza la simetr¨ªa especular entre los dos bloques del eje izquierda/derecha. No s¨®lo la oposici¨®n, tambi¨¦n ahora el oficialismo copa la actualidad medi¨¢tica con las luchas de poder que desgarran al Gobierno, con Unidas Podemos como guardi¨¢n de las esencias del pacto de coalici¨®n, lo que le lleva a denunciar airadamente a la izquierdita cobarde del PSOE (por parafrasear a Vox en su caricatura del PP) por sus debilidades contemporizadoras con la derecha (en la renovaci¨®n del Constitucional), la judicatura (caso Batet o Alberto Rodr¨ªguez) y la patronal (derogaci¨®n de la reforma laboral). Y claro, en esta pel¨ªcula de g¨¦nero feminista, la buena es la hero¨ªna Yolanda (Wonder Woman) y la mala la villana Calvi?o. ?Qu¨¦ hay detr¨¢s de tan maniqueo relato?
Cuando izquierdistas o derechistas llegan al poder se convierten en oficialistas, dado que gobiernan a golpe de textos legales publicados en el BOE. Y con ello su acci¨®n pol¨ªtica se trasfigura pues pasan de ser Clark Kent a Superman, como superh¨¦roes revestidos de poderes especiales. Esta mutaci¨®n ya fue teorizada por Maquiavelo, para quien el oficio del pr¨ªncipe es la conquista y ocupaci¨®n del poder con el ¨²nico objeto de mantenerse en ¨¦l. Es el trabajo actual de Pedro S¨¢nchez, como le reprochan a derecha e izquierda sus cr¨ªticos moralistas. Y no cabe escandalizarse, pues sin ejercicio aut¨®nomo del poder no hay orden social. Pero s¨ª cabe cuestionar la medida en que el oficialismo respeta la necesaria separaci¨®n entre Estado y r¨¦gimen democr¨¢tico. El Estado es el aparato administrativo encargado de proveer bienes p¨²blicos y garantizar los derechos ciudadanos. En cambio, el r¨¦gimen democr¨¢tico es el sistema normativo que regula el acceso al poder mediante elecciones libres y limpias. Y lo que no debe hacer el gobernante es servirse del Estado para cobrar ventaja electoral sobre sus rivales: eso es oficialismo en el peor sentido de la palabra.
Todos los partidos gobernantes se sirven de la ocupaci¨®n del poder del Estado para tratar de sacar ventaja electoral. Pero as¨ª como los bipartidistas PP y PSOE tratan adem¨¢s de gobernar con sentido de Estado, y por eso Calvi?o debe conciliar los intereses sindicales con los de Bruselas y la patronal, los partidos radicales o antisistema, como UP y Vox, se desentienden del servicio al Estado para concentrarse en servirse de ¨¦l en inter¨¦s de sus redes clientelares. Es la vieja t¨¢ctica izquierdista del entrismo, que s¨®lo accede al Gobierno para sacar partido a costa de debilitarlo por efecto Caballo de Troya. De ah¨ª que UP no reclamase ministerios de Estado para reservarse las carteras que administran los derechos sociales, de alta rentabilidad electoral.
Pero no parece que su actual apuesta refundadora de un nuevo frente amplio izquierdista pueda funcionar. La coyuntura cr¨ªtica que condujo al ascenso de Podemos, impulsado por la politizaci¨®n de los j¨®venes indignados y catalizado por el factor sorpresa, ahora resulta irrepetible, pues nunca segundas partes fueron buenas: los j¨®venes se han despolitizado narcotizados por el libertarismo de Ayuso, y adem¨¢s Yolanda no posee el instinto killer de Iglesias. Aunque ya se ver¨¢.
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