Rostros para no olvidar
A los detenidos por el r¨¦gimen de Daniel Ortega hay que darles un nombre, devolverles sus rostros, recordar sus vidas. No olvidar por qu¨¦ est¨¢n presos
Siempre que busco a Nicaragua desde lejos, tras las puertas cerradas, vuelvo al poema de Jos¨¦ Emilio Pacheco donde evoca el fulgor abstracto e inasible que emana del pa¨ªs propio, visto por m¨ª ahora en la distancia como un espejismo. Todo eso que de manera imprecisa llamamos siempre patria, ¡°pero (aunque suene mal) / dar¨ªa la vida por diez lugares suyos / cierta gente¡ varias figuras de su historia / y tres o cuatro r¨ªos¡¡±. Y desde aqu¨ª, bajo el fulgor de este sol de oto?o que parece de verano nicarag¨¹ense en el cielo pulido de M¨¢laga, pienso en ese pa¨ªs distante, una c¨¢rcel que encierra otra c¨¢rcel, un doble c¨ªrculo que se cierra a s¨ª mismo con una llave herrumbrosa. Una vieja amiga con la que compart¨ª a?os de trabajo cuando cre¨ªamos que el sue?o de un pa¨ªs distinto era posible, me escribe: ¡°Tengo el pa¨ªs por c¨¢rcel, me quitaron el pasaporte en el aeropuerto alegando que hab¨ªa sido reportado como perdido, no habiendo salido nunca de la gaveta donde lo guardo¡¡±.
Un pa¨ªs que tiene por rejas las fronteras. Pinita Gurdi¨¢n, una mujer que en nombre de su fe cristiana lo dej¨® todo atr¨¢s, fortuna, bienestar, en los a?os encandilados de la revoluci¨®n, comprometida junto con su familia en el llamado de la opci¨®n preferencial por los pobres, tiene a su hija Ana Margarita y a su nieta Tamara presas, cada una en una celda de aislamiento; y porque siempre levanta la cabeza para decir lo orgullosa que se siente de ellas dos, le quitaron tambi¨¦n el pasaporte cuando quiso salir hacia Costa Rica para un tratamiento de c¨¢ncer que no se puede hacer en Nicaragua. ¡°Hija m¨ªa, mi amor, qu¨¦ digna estabas, cuando fui a visitarte esta ma?ana, vestida con el uniforme de presidiaria¡±, escribe, ¡°qu¨¦ crecida te vi en tus ideales por una Nicaragua m¨¢s justa en libertad y en democracia. Los dolores sufridos en carne propia te han agigantado. Te not¨¦ firme y decidida a seguir en la lucha. ?Aqu¨ª no se raja nadie!¡±.
Y el c¨ªrculo dentro del c¨ªrculo. Las cuentas que lleva el Mecanismo de Reconocimiento para Personas Presas Pol¨ªticas en Nicaragua, avaladas por la Comisi¨®n Interamericana de Derechos Humanos, son de 159 personas, 10 de ellas mujeres, y provenientes de los m¨¢s diferentes estratos sociales del pa¨ªs, desde estudiantes, meseros y vendedores de hamburguesas, hasta juristas, acad¨¦micos y ejecutivos bancarios; los m¨¢s antiguos de ellos est¨¢n en las c¨¢rceles desde 2014, pero la gran mayor¨ªa son v¨ªctimas de la represi¨®n desatada a ra¨ªz de la insurrecci¨®n c¨ªvica que empez¨® en abril de 2018.
Presos pol¨ªticos, o m¨¢s bien rehenes. Los ¨²ltimos de ellos, capturados desde mayo de este a?o: candidatos presidenciales, dirigentes de partidos y organizaciones civiles, directivos de los gremios empresariales, banqueros, l¨ªderes campesinos, dirigentes estudiantiles. Enemigos. Traidores. Solo faltan entre ellos los obispos y sacerdotes, que siguen hablando valientemente desde los p¨²lpitos, y a quienes no se han atrevido a encarcelar a¨²n; pero gracias a maniobras diplom¨¢ticas consiguieron enviar al exilio al obispo auxiliar de Managua, monse?or Silvio B¨¢ez, destinado supuestamente al Vaticano y quien ha terminado viviendo en Miami, donde oficia misa cada domingo en la iglesia de Santa ?gata, y habla desde all¨ª al pa¨ªs con voz que no deja nunca de ser prof¨¦tica.
Algunos han sido condenados bajo cargos de delitos comunes que les fueron inventados, como posesi¨®n de armas o de drogas, y otros a¨²n sin juzgar, acusados de violar la soberan¨ªa nacional, de traici¨®n a la patria o de lavado de dinero. Juntos, representan un n¨²mero, una estad¨ªstica. Pero cada uno tiene un rostro propio, una historia que debe ser contada. Est¨¢n presos porque no se rindieron al silencio.
Seg¨²n el Mecanismo de Reconocimiento, ¡°son sometidos a interrogatorios constantes, amenazas, aislamiento, malos tratos y torturas que provocan estr¨¦s, ansiedad, insomnio, y otros factores que ponen en riesgo la salud e integridad f¨ªsica¡±, adem¨¢s de ¡°incomunicaci¨®n, acoso, negligencia m¨¦dica, violencia de g¨¦nero¡±. Pero no bajan nunca la cabeza.
Conozco a no pocos, de otros de ellos s¨¦ sus historias, pero lo importante es que ese n¨²mero que juntos representan no se convierta en olvido, sombras numeradas en una celda de aislamiento, o en una cruj¨ªa, y a cuya existencia an¨®nima nos vamos acostumbrando. Historias que se cuentan y se olvidan, rostros de los que un d¨ªa estuvimos cerca y van borr¨¢ndose en la memoria.
?Sabemos, por ejemplo, qui¨¦n es Norlan C¨¢rdenas? Trabajaba de mesero en un turno nocturno en un bar de la ciudad de Masaya, donde se encendi¨® uno de los focos m¨¢s tenaces de la insurrecci¨®n desarmada. Al amanecer del s¨¢bado 30 de noviembre de 2019, tras barrer el piso y acomodar sillas y mesas, se fue a dormir a su casa en el barrio Cailagua, donde viv¨ªa con sus padres ya ancianos, su esposa, y su hijo de siete a?os. Y dormido estaba al mediod¨ªa, cuando la polic¨ªa irrumpi¨® con violencia extrema en la casa, lo sacaron a culatazos de la cama, y se lo llevaron preso junto con su padre. Al d¨ªa siguiente, en una audiencia judicial secreta, sin presencia de ning¨²n abogado, fue acusado de posesi¨®n ilegal de armas y explosivos, e intento de asesinato contra dos agentes policiales a los que nunca en su vida hab¨ªa visto. Lo condenaron a 15 a?os de prisi¨®n y se halla en la celda n¨²mero 17 de la galer¨ªa 5 del penal de Tipitapa.
En una celda de m¨¢xima seguridad del mismo penal est¨¢ Jaime Enrique Navarrete, capturado el 15 de junio de 2018, preso durante un a?o, liberado y vuelto a capturar al mes siguiente, en 2019. Para la insurrecci¨®n c¨ªvica de abril, que dej¨® m¨¢s de 300 asesinados, se ganaba la vida con un peque?o puesto de hamburguesas que ten¨ªa por clientela a los estudiantes de la Universidad Polit¨¦cnica, en el oriente de Managua. Una de las barricadas que cerraba los accesos a la universidad, alzada en rebeld¨ªa, fue instalada frente a la casa de Jaime, y ¨¦l llevaba de manera gratuita sus hamburguesas a los estudiantes que sosten¨ªan la barricada.
El 15 de junio de 2018, polic¨ªas y paramilitares entraron en la casa rompiendo las puertas, y cuando trat¨® de evitar que manosearan a su esposa, lo derribaron a culatazos; ba?ado en sangre lo tiraron en la tina de una camioneta, y se lo llevaron descalzo y en calzoncillos. Acusado de asesinato, result¨® condenado a 23 a?os de prisi¨®n. ¡°Lo quemaban con cigarrillos, lo ba?aban en gasolina, amenazaban con prenderle fuego¡±, dice su madre. Tras ser beneficiado por una amnist¨ªa, volvieron a cogerlo, esta vez bajo la acusaci¨®n de tenencia ilegal de armas y posesi¨®n de drogas.
Pero est¨¢n tambi¨¦n los prisioneros que conozco, los capturados este a?o. Los rehenes de alguna negociaci¨®n futura donde sus cabezas ser¨¢n puestas a precio a cambio de que el poder de Ortega sea legitimado tras el burdo remedo de las elecciones de este 7 de noviembre.
Cristiana Chamorro, con una maestr¨ªa en Harvard, culpable de hallarse a la cabeza de las encuestas entre los candidatos presidenciales. Su hermano Pedro Joaqu¨ªn, con quien yo sol¨ªa caminar en las tardes, ¨¦l siempre pegado a sus aud¨ªfonos escuchando debates y noticias que me comentaba en altos de la marcha, culpable de haber dejado saber sus intenciones de presentarse como candidato una vez presa su hermana. Y el primo de ambos, Juan Sebasti¨¢n Chamorro, otro aspirante a presidente, economista de la universidad de Georgetown; pescador, buceador, la ¨²ltima vez que me visit¨® me llev¨® su libro a¨²n in¨¦dito, una investigaci¨®n acerca de un gale¨®n espa?ol hundido en el mar Caribe nicarag¨¹ense.
Dora Mar¨ªa T¨¦llez, m¨¢ster en Historia, una de los jefes del comando que tom¨® el Palacio Nacional en Managua en 1978, jefa de las tropas guerrilleras que liberaron Le¨®n en 1979, capturada en un operativo de decenas de polic¨ªas, bloqueo de calles y sobrevuelo de drones; y Hugo Torres, capturado tambi¨¦n con gran aparato militar, parte del comando que realiz¨® en diciembre de 1974 una acci¨®n guerrillera para sacar de la c¨¢rcel a prisioneros sandinistas, entre ellos el propio Ortega.
A Luis Rivas, otro de los rehenes, presidente ejecutivo del banco m¨¢s importante del pa¨ªs, lo conoc¨ª cuando estudiaba un doctorado en Finanzas en la Universidad de Cornell y yo llegu¨¦ a dar charlas sobre literatura; a Arturo Cruz, doctor en Historia en Oxford, preso tambi¨¦n por candidato presidencial, le escrib¨ª el pr¨®logo de su libro La rep¨²blica conservadora.
Violeta Granera, justa y equilibrada, y a quien el asesinato de su padre en 1979, mi profesor de derecho penal en la universidad, nunca apart¨® de su voluntad de unir a todos los que se opusieran a la dictadura de Ortega, antisandinistas y antiguos sandinistas; o Jos¨¦ Pallais, jurista de opiniones siempre ponderadas, y cuyo padre fue mi profesor de Derecho Civil. Y Miguel Mendoza, un talentoso cronista deportivo que, adem¨¢s, escrib¨ªa en las redes ingeniosas piezas humor¨ªsticas sobre la pareja presidencial, y fueron su humor y su ingenio los que lo llevaron a la c¨¢rcel.
Historias, rostros. El fulgor abstracto e inasible del pa¨ªs que dej¨¦ a la fuerza se vuelve oscuro y hay que iluminarlo. Exiliar, extra?ar. Del exilio me llama la atenci¨®n, como ninguna otra, esa acepci¨®n de extra?amiento. Cerrarte las puertas es querer convertirte en un extra?o. Pero tambi¨¦n, y al rev¨¦s, el exiliado es alguien que nunca deja de extra?ar lo suyo ni a los suyos. Esos prisioneros, por ejemplo. Darles un nombre, devolverles sus rostros, recordar sus vidas. No olvidar por qu¨¦ est¨¢n presos. Hasta que el doble cerrojo se abra y entonces podamos contar una historia distinta.
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