Tr¨¢gico fracaso en Etiop¨ªa
La guerra en el segundo pa¨ªs m¨¢s poblado de ?frica es un nuevo factor de inestabilidad y de fragmentaci¨®n en una regi¨®n estrat¨¦gica
Etiop¨ªa, pa¨ªs estrat¨¦gico que hab¨ªa levantado grandes esperanzas en ?frica, est¨¢ hundi¨¦ndose en el caos y la guerra civil, en la que no falta ninguno de los horrores que suelen acompa?ar a las contiendas que dividen y destrozan los pa¨ªses. Millares de muertos, civiles y militares, centenares de miles de desplazados, torturas y asesinatos impunes, limpieza ¨¦tnica, violaciones y una hambruna que ya amenaza al segundo pa¨ªs m¨¢s poblado de ?frica, 116 millones, en el que hay 80 grupos ¨¦tnicos, algunos de grandes dimensiones y con fuertes reivindicaciones soberanistas.
Su primer ministro, Ahmed Abiy, de 45 a?os, era hasta hace un a?o una de las mayores esperanzas africanas. Inici¨® una liberalizaci¨®n pol¨ªtica, puso en libertad a millares de presos pol¨ªticos, ayud¨® con sus tropas al Gobierno de Somalia a combatir al terrorismo islamista, impuls¨® la econom¨ªa y las inversiones p¨²blicas e hizo la paz con Eritrea 20 a?os despu¨¦s del cese de hostilidades en la guerra que enfrent¨® a ambos pa¨ªses entre 1998 y 2000, tras producirse la separaci¨®n. Recibi¨® en 2019 un entonces merecido premio Nobel de la Paz. Ahora se ha convertido en un ap¨®stol de la guerra civil, sospechoso de cr¨ªmenes de guerra y propagandista de la persecuci¨®n de la minor¨ªa tigrayana, censurado incluso por Facebook por sus mensajes violentos y despreciativos de sus enemigos.
La tensi¨®n empez¨® hace un a?o cuando la regi¨®n de Tigray, dominada por el Frente Popular de Liberaci¨®n, convoc¨® elecciones en plena pandemia, sin autorizaci¨®n ni acuerdo del Gobierno federal de Addis Abeba. A la rebeli¨®n pol¨ªtica se sum¨® a continuaci¨®n un ataque armado a un cuartel del Ej¨¦rcito et¨ªope, que desencaden¨® la ofensiva militar federal y la derrota moment¨¢nea del Gobierno y de las milicias tigrayanas. En junio pasado las tornas cambiaron y empez¨® un r¨¢pido avance de las tropas tigrayanas, a las que se han sumado guerrillas oroma y luego de otras etnias, hasta amenazar ahora a la propia capital del pa¨ªs.
La tragedia de Etiop¨ªa es tanto m¨¢s dolorosa por cuanto apenas ha durado tres a?os la esperanza, desde que Abiy asumi¨® la jefatura del Gobierno y empez¨® una transici¨®n reformista. Como en tantos otros pa¨ªses, la diversidad ¨¦tnica y ling¨¹¨ªstica ha conducido sistem¨¢ticamente a la guerra civil o a las dictaduras m¨¢s despiadadas. Los odios ¨¦tnicos y tribales que rigen los enfrentamientos han conseguido liquidar el proyecto de federalismo c¨ªvico y unitarista promovido por Abiy, ¨¦l mismo perteneciente a una de las grandes etnias, los oromo, entre los que est¨¢ creciendo su imagen de traidor a su propio pueblo.
Etiop¨ªa es uno de los escasos pa¨ªses del mundo que reconoce el derecho a la autodeterminaci¨®n e incluso a la secesi¨®n a ¡°las naciones, nacionalidades y pueblos¡± que la componen, pero a la vista est¨¢ que no es el camino legalmente establecido el que est¨¢n siguiendo los nacionalismos tigrayano y oromo, sino el de las armas alzadas contra el Gobierno federal. La guerra actual, adem¨¢s del balance tr¨¢gico, es un nuevo factor de inestabilidad y de fragmentaci¨®n en una regi¨®n estrat¨¦gica como es el cuerno de ?frica, caldo de cultivo de numerosas guerrillas ¨¦tnicas y del terrorismo islamista.
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