Nicaragua: apagando la luz
El r¨¦gimen antidemocr¨¢tico de Ortega y Murillo recuerda a las viejas dictaduras familiares y corruptas de Am¨¦rica Latina orientadas exclusivamente a su propio beneficio y perduraci¨®n
Solo faltaba la consumaci¨®n de un proceso electoral ileg¨ªtimo. De pies a cabeza. Con los otros siete candidatos presidenciales arbitrariamente en la c¨¢rcel y la libertad de expresi¨®n avasallada, la cereza de la torta fue la parodia de votaci¨®n del pasado domingo en Nicaragua. Fuentes serias como Urnas Abiertas, dan cuenta de un ausentismo de 81.5%, mientras la falsa -e insostenible- versi¨®n oficial, de que habr¨ªa participado el 65% del electorado, es algo sin sustento en lo que nadie cree.
Seg¨²n la Uni¨®n Europea, ¡°la integridad del proceso electoral qued¨® anulada¡±. Para los Estados Unidos, fue una ¡°pantomima¡± de elecci¨®n, enfatizando que ahora Ortega ¡°gobierna Nicaragua como aut¨®cratas, no diferentes de la familia Somoza¡±. Varios expresidentes y excancilleres latinoamericanos se pronunciaron contundentemente en la misma direcci¨®n.
El Gobierno de Ortega y Murillo recuerda a las viejas dictaduras familiares y corruptas de Am¨¦rica Latina, orientadas exclusivamente a su propio beneficio y perduraci¨®n. Ha hecho bien el Gobierno del Per¨², que nadie considera ¡°derechista¡±, en zanjar de manera clara y expl¨ªcita con la ilegitimidad de esta re-reelecci¨®n. Igual lo han hecho varios otros gobiernos de la regi¨®n.
A diferencia del siglo pasado, sin embargo, en el que corr¨ªan impunes dictaduras como la de los Somoza en Nicaragua, Trujillo en Rep¨²blica Dominicana, Odr¨ªa en Per¨² o Stroessner en Paraguay, hoy las variables normativas e institucionales son mucho m¨¢s ricas. Existen, por ejemplo, s¨®lidos est¨¢ndares sustantivos y procesales, adoptados por unanimidad interamericana en el 2001, cuando se vot¨® en Lima la Carta Democr¨¢tica Interamericana. Adem¨¢s, hay una institucionalidad multilateral actuante -como la Corte Interamericana de Derechos Humanos- y medios de comunicaci¨®n internacionales activos y bien informados. A ello habr¨ªa que sumar el gobierno de Biden. Su compromiso con los valores democr¨¢ticos se pone a prueba ante un reto como en el que ahora se presenta en Nicaragua.
En lo inmediato destacan dos planos fundamentales.
Primero, la acci¨®n colectiva. La OEA tiene razones m¨¢s que evidentes para actuar con m¨¢s fuerza, aplicando la Carta Democr¨¢tica. Es papel de los pa¨ªses miembros y de sus l¨ªderes, los jefes de Estado, que esto ocurra. Mientras esto se escribe se lleva a cabo en Guatemala la asamblea general de la organizaci¨®n. Veremos
Existen ejemplos recientes de acci¨®n colectiva en favor de la democracia en contextos como el europeo. Ante el gobierno autoritario de Polonia, por ejemplo, la Uni¨®n Europea mueve importantes fichas para aplicar severas sanciones econ¨®micas que el gobierno de ese pa¨ªs debe pagar diariamente si quiere seguir siendo parte de la UE. Es cierto que nuestro sistema interamericano no cuenta directamente con una institucionalidad financiera, pero sus pa¨ªses miembros si ejercen poder e influencia en instituciones como el BID, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.
Es cierto tambi¨¦n que las sanciones, cuando existen, rebotan sobre la poblaci¨®n. Es verdad, muchas veces, pero se puede identificar aquellos sectores institucionales y financieros que pueden impactar m¨¢s directamente sobre la tranquilidad con la que una satrap¨ªa se puede comportar.
Segundo, su impacto en las migraciones. Una parte relevante de la repercusi¨®n para los pa¨ªses americanos es aquel de los emigrantes. De acuerdo a la Organizaci¨®n Internacional para las Migraciones (OIM), 718.000 nicarag¨¹enses han emigrado hasta mediados del a?o pasado. Sobre una poblaci¨®n de 6,6 millones de habitantes, esto equivale a cerca del 11% de la poblaci¨®n. Seg¨²n ACNUR, de ese total, m¨¢s de 100.000 salieron a partir de la crisis pol¨ªtica acentuada desde el 2018. Previsiblemente, pues, la emigraci¨®n continuar¨¢.
En tiempos de las viejas dictaduras de los 70 y 80 del siglo pasado, decenas de miles tuvieron que refugiarse en otros pa¨ªses. Se cuenta que en esos d¨ªas apareci¨® en un muro callejero de Montevideo una frase pintada a brocha que lo resum¨ªa casi todo: ¡°el ¨²ltimo que se vaya, que apague la luz¡±. Tanto Uruguay como todos los pa¨ªses del cono sur (Argentina, Chile, Bolivia, Paraguay y Brasil, extendiendo hasta all¨ª el ¡°cono sur¡±) viv¨ªan bajo dictaduras militares atroces. Ante la represi¨®n generalizada y el avasallamiento contra cualquier atisbo de justicia independiente, para quien pod¨ªa irse de su pa¨ªs sol¨ªa ser una decisi¨®n casi inevitable. Hasta ese entonces, nunca antes tanto latinoamericano hab¨ªa emigrado simult¨¢neamente como en esa d¨¦cada tortuosa.
Nicaragua es ya un caso cr¨ªtico por la enorme porci¨®n de su gente que ya se fue y la que previsiblemente lo seguir¨¢ haciendo. Cierto que los gobiernos en cuesti¨®n podr¨ªan sentir alivio por esta emigraci¨®n de lo que podr¨ªan considerar ¡°disidentes¡±, pero eso es grav¨ªsimo para una sociedad y para todas y cada una de las personas que se han visto forzadas a irse de su pa¨ªs. Hay all¨ª una responsabilidad de la comunidad internacional que llama a la acci¨®n.
El r¨¦gimen antidemocr¨¢tico de Nicaragua plantea un abanico de temas que es amplio y en el que a la comunidad internacional le corresponde un papel medular e ineludible. Pero no tan medular, por cierto, al que es el principal y fundamental: la acci¨®n y organizaci¨®n de la propia sociedad nicarag¨¹ense sin cuyo papel activo es dif¨ªcil esperar un cambio sustancial. Ninguna satrap¨ªa ha podido vencerse sin el liderazgo del propio pa¨ªs.
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