Queremos votar
La calle forma parte del espect¨¢culo del multilateralismo en acci¨®n, pero, ?influye realmente en las declaraciones finales? Quedan en manos de t¨¦cnicos, diplom¨¢ticos y pol¨ªticos
Se ha vuelto a ver en Glasgow: la brecha entre los que protestan en la calle ¡ªj¨®venes, sobre todo¡ª y los que negocian ¡ªrepresentantes oficiales, no tan j¨®venes, por ser amables¡ª; entre quienes toman las decisiones hoy y los que sufrir¨¢n sus consecuencias ma?ana. La calle forma parte del espect¨¢culo del multilateralismo en acci¨®n, pero, ?influye realmente en las declaraciones finales? Estas, ya se sabe, quedan en manos de t¨¦cnicos, diplom¨¢ticos y pol¨ªticos. Del resultado en esta ocasi¨®n, ni hablamos. Un ejemplo: Greta Thunberg y otros j¨®venes han presentado una petici¨®n legal a Ant¨®nio Guterres para que Naciones Unidas declare el nivel 3 de emergencia, el m¨¢s alto de la organizaci¨®n, por la crisis clim¨¢tica. Ello significar¨ªa m¨¢s recursos, siguiendo lo que se ha hecho para combatir la pandemia. La solicitud ha pasado casi desapercibida en los medios y, de momento, no tiene respuesta de la ONU.
Es uno de los grandes desaf¨ªos de la gobernanza global: la necesidad de incorporar en la discusi¨®n y en la toma de decisiones a todos los actores, no solo a los Estados. ?Es posible abordar el cambio clim¨¢tico o la gesti¨®n de los bienes comunes sin contar con las ciudades, con las organizaciones ecologistas o con la industria? ?Es posible abordar el futuro de internet sin incluir a las grandes empresas o a las asociaciones de consumidores? La cuesti¨®n lleva tiempo sobre la mesa y ha recibido el nombre ¡ªatenci¨®n al palabro¡ª de multistakeholderism: incluir a todas las partes implicadas. Existen ya numerosas MSI (en la jerga t¨¦cnica): alianzas voluntarias entre gobiernos, sociedad civil y sector privado, que buscan mejorar aspectos concretos relacionados con la sostenibilidad o los derechos humanos, como el acceso global a las vacunas, el avance de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, la producci¨®n textil y alimentaria, o la extracci¨®n de petr¨®leo y gas.
A d¨ªa de hoy existen serias dudas sobre su eficacia real, en cuanto a su legitimidad y en cuanto al choque entre la defensa del inter¨¦s p¨²blico y el privado, sobre todo cuando detr¨¢s hay grandes corporaciones. Sigue siendo, sin embargo, un debate necesario, en momentos en que la ciudadan¨ªa global no siente sus intereses defendidos adecuadamente por los pol¨ªticos. Queremos votar, en temas que nos afectan a todos, pero no existen los mecanismos para hacerlo.
En los ¨²ltimos a?os, se han puesto en marcha diversos ejercicios de deliberaci¨®n ciudadana (recientemente, la asamblea por el clima en Espa?a, por ejemplo), aunque no son vinculantes. Otros proyectos vislumbran la posibilidad de una votaci¨®n global digital, que todav¨ªa suscitan grandes problemas de seguridad, de acceso, de alfabetizaci¨®n digital. Pero hay dos cosas claras: una creciente demanda por participar en este tipo de cuestiones y la oportunidad de aprovechar la tecnolog¨ªa para gobernarnos de otra manera. Parecen ideas lejanas, pero llegar¨¢n, no tardando mucho.
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