Estabilidad presupuestaria

El pacto alcanzado este martes entre el Gobierno y Esquerra Republicana garantiza la aprobaci¨®n de los Presupuestos para 2022 y disipa las inc¨®gnitas sobre la estabilidad pol¨ªtica durante la segunda mitad de la legislatura. Es un dato decisivo en una coyuntura en que la recuperaci¨®n econ¨®mica tras la crisis se ve atenazada por las dificultades del entorno mundial y las asechanzas de una pandemia que reverbera una y otra vez.

Desde esa perspectiva, supone la primera gran aportaci¨®n catalana (y tambi¨¦n del nacionalismo catal¨¢n) a la gobernabilidad de Espa?a, una vez encauzada la movilizaci¨®n independentista, aunque queden pendientes muchas asignaturas para su superaci¨®n. Ese pacto trasciende el inter¨¦s de los partidos que lo suscriben, y sus leg¨ªtimos intereses t¨¢cticos, porque constituye un avance efectivo hacia el quehacer colectivo de una comunidad que hab¨ªa permanecido durante m¨¢s de una d¨¦cada ajena a ¨¦l. El asunto no es menor porque puede permitir un mejor gobierno de las secuelas de la crisis econ¨®mica suscitada por la par¨¢lisis de la covid-19, gestionar la recepci¨®n de los ingentes fondos europeos de recuperaci¨®n y culminar una legislatura pluripartidista de compleja arquitectura. M¨¢s all¨¢ de los acuerdos sobre inversiones convencionales, el pacto ha tenido como elemento clave el apoyo audiovisual a las lenguas cooficiales del Estado y, por tanto, en estricto cumplimiento de la Constituci¨®n.

Parece obvio que esta nueva etapa que empieza a consolidarse en la pol¨ªtica espa?ola coincide y es en buena parte consecuencia de la nueva fase abierta en la catalana. La ruptura interna del contradictorio bloque independentista ha supuesto la autoexclusi¨®n de la izquierda radical de la CUP. Su sustituci¨®n por los comunes ¡ªa su vez, socios menores en el Gobierno central¡ª ha dado v¨ªa libre al debate del presupuesto de la Generalitat para 2022. El objetivo inmediato ha sido invalidar las enmiendas a la totalidad (sin que exista todav¨ªa un acuerdo presupuestario definitivo), pero la solidez del pacto queda subrayada por el hecho de que va acompa?ado por otro sim¨¦trico en la capital catalana: Esquerra renuncia a boicotear en el Ayuntamiento de Barcelona el presupuesto de las izquierdas municipales, como propugnaba su l¨ªder local, el exdirigente socialista, ahora de ERC, Ernest Maragall.

La nueva fase de la pol¨ªtica catalana es todav¨ªa muy incipiente y con elementos altamente contradictorios. Es relevante que el consejero de Econom¨ªa estuviese fuera de la negociaci¨®n con los comunes y que su mismo partido, Junts, denigrase al president por perder el apoyo de la CUP, tras haberse enfrentado a Pere Aragon¨¨s en otros dos elementos esenciales: la cuesti¨®n del aeropuerto y la mesa de di¨¢logo. El nuevo pacto deja fuera todav¨ªa al principal partido de la oposici¨®n, el PSC, algo solo explicable porque ERC lo asume como su principal rival electoral. Las consecuencias de estos movimientos son todav¨ªa imprecisas, pero su misma naturaleza transversal acerca la situaci¨®n pol¨ªtica de Catalu?a a una nueva realidad de fondo y desvela de forma evidente que la aparente mayor¨ªa independentista era inestable y fungible. El rechazo al unilateralismo ha calado en Catalu?a y los pasos hacia el regreso a su participaci¨®n en la escena espa?ola han dejado de ser meramente gestuales.